viernes, 30 de marzo de 2012

Teresa de la Parra, pobre animal de tierra caliente


“El hombre, en el rudo trabajo en medio del mundo,
debe hacer frente a todo peligro y a toda prueba;
para él, por tanto, deben ser la falta,
la ofensa y el error inevitable...
Pero guarda a la mujer de todo esto, dentro de la casa...
a menos que ella lo busque
no necesita entrar en el peligro ni en la tentación,
ni en causa alguna de error o de ofensa”.
John Ruskin, en Misión de mujer (p. 18).

Teresa de la Parra, pobre animal de tierra caliente

Yurimia Boscán


Ubicando el entresiglos: la voz detrás de una celosía1
La doble subordinación de la mujer, en cuanto a sujeto y sujeto creador, le ha impedido ser reconocida como “autor”, dado el limitado espacio social al que ha sido confinada para (d)escribir con libertad todo aquello que podía trascender lo que la escritora inglesa Virginia Woolf llamó su “cuarto propio”.

El haber sido reducidas por el “todopoderoso” discurso falocéntrico de Occidente (“¡No me lo niegue, don Lisandro! Usted también, lo mismo que tía Clara y abuelita, se ha indignado cariñosísimamente al escuchar mis ideas. Tan santa indignación se desliza escondida entre los floridos meandros de su cultura griega y latina, pero yo la he descubierto”, carta de Teresa de la Parra a don Lisandro Alvarado en la voz de su personaje, María Eugenia Alonso, p. 565), al lugar de la minoría, al decir de Deleuze y Guattari, no pasó por alto a algunas damas de “entresiglos” (finales del XIX y principios del XX) que utilizaron su posición de privilegio para hacerse visibles y ejercer la palabra desde la élite de una sociedad que, para evitar ser puesta en evidencia desde la mirada de ese “otro” peligroso que encarnan estas “escritoras-con-escritura”, parafraseando a la crítica Eleonora Cróquer en su ensayo “(Pan)doras de entre siglos: Dar el lugar/ Tomar la imagen... y viceversa o la autor(a) latinoamericana en la escena de la cultura nacional” (revista Estudio Nº 20/21, p. 155), les siguió el juego y, tal como le ocurriera a aquel vanidoso rey del cuento que se atavió con un traje que sólo los tontos no podían ver, las incorporó al imaginario social que terminó engulléndolas. Dice Silda Cordoliani:
“La grande, pobre Teresa de la Parra, seguramente nunca imaginó que su belleza física, exquisitos modales e, inclusive, su soltería, le darían mayor inmortalidad, “de boca en boca”, que sus dos libros publicados, que todo cuanto dejó escrito” (p. 13).

Para las más inofensivas, las que no representaban ningún peligro porque se conformaban con el sitial preestablecido por la historia (con minúscula), bastaba con hacerse la vista gorda; pero para aquellas que con sus ideas, comportamientos o escritos —siempre desde la periferia— podían romper las barreras y poner en entredicho la sacrosanta verdad de una sociedad ordenada por lo masculino, estaba reservada otra suerte.

Muchas, tal vez, intuyeron que, insertas como estaban en lo social, era apremiante forjarse un lugar en la Historia (con mayúscula) desde donde su voz pudiese ser aceptada por la doxa y ser parte del canon, el mismo que alude Harold Bloom. No contaron con que una vez que el “otro” deviene en icono, corre el riesgo de transformarse en una más de las numerosas figuras que integran el museo de cera que vienen a representar el ideario de lo “nacional”. Veamos lo que dice la propia Teresa de la Parra, desde la boca de María Eugenia Alonso, cuando su personaje y no ella le responde una carta (1926) a don Lisandro Alvarado:
“Muy halagada me tendría el comprobar su predilección por mí sobre Teresa de la Parra si mi alma fuera de un natural inclinado al triunfo, y si el brillar me ofreciera siempre en su copa de oro la embriaguez deliciosa del éxito. Pero no es enteramente así. En eso como en todo tengo mis caprichos. Me duele apagar a una rival y siento por la pretendida autora de esa nueva Ifigenia cierta amistad sincera, donde se mezclan cordialmente la compasión, el desdén y la simpatía” (p. 566).
Si se hace un rastreo, vemos cómo desde la Conquista hay registros de las hazañas de las indígenas que lucharon contra el invasor, las cuales, reconstruidas a la luz de los testimonios de los cronistas de Indias, han derivado en mitos alejados de los datos, de por sí fragmentados y contradictorios, que ofrece la Historia (escrita siempre por los hombres).

Tal vez la urgencia por mostrar la necesidad de nuevas interpretaciones, animó a Teresa de la Parra a escribir La influencia de las mujeres en la formación del alma americana, esas hermosas y contundentes conferencias que dio en Colombia, donde intentó armar gracias a la investigación minuciosa hecha en crónicas, cartas y documentos de la Conquista y la Colonia, un archivo personal que le sirvió para darle textura a las biografías de algunas heroínas poco o nada (re)conocidas, de manera de recuperar momentos y experiencias que llenaran o explicaran las lagunas existentes en el proceso histórico hispanoamericano que tienen que ver con un modo de ser, de sentir, de percibir el mundo. Sin embargo, las fauces del monstruo estaban listas para tragarse —desde ese (re)conocimiento— la participación de algunas “desobedientes” que lograron capturar la imaginación de sus compatriotas.

María Mercedes Jaramillo y Betty Osorio, en la introducción del libro Las desobedientes: mujeres de nuestra América (Panamericana editorial, p. XXVII), afirman que “la biografía de Manuela Sáenz ejemplifica la deformación y utilización de una experiencia vital. En este caso, su nombre, al estar ligado al de Simón Bolívar, quedó absorbido como parte de la vida amorosa del Libertador”.
Siempre será menos peligroso relacionar la memoria de esta mujer con el gran héroe de la Historia y recordarla como la Libertadora del Libertador o la amable loca, cuya atracción se debe a la memoria romántica que se ha fijado sobre el más famoso de sus amores, que recordar la imagen de quien solía vestirse como un hombre y leer libros prohibidos, la mujer adúltera, arriesgada, voluptuosa y de espíritu libre. Manuela es sólo una prueba, entre muchas otras, de cómo, para poder acceder al sitial que hoy ocupa como quiteña, hubo primero que exiliar su cuerpo real con todo y su otra vida ajena a las actividades patrióticas, la cual, luego del silencio al que fue confinada, emergió con fuerza para ser recreada por novelistas, dramaturgos y ensayistas, contra todo intento por preservar su memoria para el inmaculado consumo patrio. Y Teresa lo sabe. Cito otro trozo de la carta hecha, desde la voz de María Eugenia Alonso, a don Lisandro Alvarado:

“...Reconozco en Teresa de la Parra, un alma sensible y delicada. En medio de mi descontento le estoy agradecidísima. Indiscreta y piadosa, antes de lanzar mi diario a todos los juicios lo retocó con esmero. Exageró gentilmente mis defectos con una malevolencia impregnada de cariño y de bondad. Sabía que para obtener la aprobación de medio público, era de todo punto indispensable merecer la reprobación del otro medio; comprendió que algunos me llamarían deliciosa, a costa de que otros muchos me llamasen detestable; se dijo previsora, que aun aquellos que prodigan elogios, necesitan como garantía la de poder borrarlos en un momento dado, con justas y enérgicas censuras; y presintió por fin llena de interés, que para llevarme pronto por ese atajo que conduce al corazón de todos, era preciso hacerme saltar por sobre el infortunio, la imperfección y los errores, como se salta por sobre troncos y peñones para vadear un río” (p. 567).

De la Parra, consciente del lugar diseñado para las escritoras-con-escritura, no es presa fácil de ese lugar reservado a la mujer y, al igual que Sor Juana Inés de la Cruz, se vale de “las tretas del débil” y reinventa la forma para decirle al mundo, que ella sabe y renuncia a ese lugar al que aluden Jaramillo y Osorio:
“Las escritoras tuvieron que enfrentarse a sociedades normativas que, cuando se trataba de mujeres, veían el ejercicio de escribir como una subversión del orden moral establecido, ya que este oficio escapaba de las esferas de acción donde tradicionalmente se desarrollaba lo femenino. Si ellas escribían debían restringirse a los temas socialmente aceptables para el mundo de la mujer, que generalmente estaba limitado a lo familiar y lo religioso. Las vidas y obras de autoras como Sor Juana Inés de la Cruz, en México, y Clorinda Matto de Turner, en Perú, ilustran las luchas y sufrimientos padecidos por quienes abogaron por los derechos de la mujer y de las minorías indígenas” (p. XXVIII).

Tampoco puedo dejar de citar a la escritora argentina Victoria Ocampo que, a principios del siglo XX, decía que en el hogar latinoamericano “cualquier vocación o talento artístico (de una mujer) debía quedar confinado al círculo de la familia y a los amigos, o si no, causaba escándalo” (Testimonios, p. 238).

Hoy, esos prejuicios aún subsisten pese a los aparentes alegatos esgrimidos por investigadores como, por ejemplo, Lovera de Sola. Basta echar un vistazo a los adjetivos utilizados por este intelectual en su libro Lo masculino y lo femenino entrelazado (Pomaire, 1992 p. 30), al tratar de defender y cuestionar la idea que se tenía sobre lo que debían o no escribir estas damas de la palabra:
“¿Existe una tradición literaria femenina? Este es otro de esos lugares comunes sobre el que siempre se habla y el cual nunca se examina. Ese tópico viene del hecho de que durante mucho tiempo se creyó que existían temas femeninos a la hora de de crear una obra literaria. Se pensó erróneamente que los asuntos relativos al hogar, la familia, la marginalidad de la mujer, el recuento de sus cuitas amorosas, debían ser los motivos a tratarse en sus libros y que fueran una constante en los libros escritos por mujeres —en la literatura venezolana, al menos desde la obra lacrimosa de Virginia Gil de Hermoso, pasando por Teresa de la Parra hasta llegar a unas narraciones, un tanto melodramáticas, de Gloria Stolk. Como consecuencia de lo advertido se creyó siempre que toda la literatura escrita por mujeres era necesariamente autobiografía y debieron pasar muchos años hasta que, por ejemplo, se investigara el punto en relación a la obra de Teresa de la Parra y se advirtiera el error”.
Como muchos otros hombres de la República de las Letras, Lovera de Sola no resiste la tentación de calificar, y endilga adjetivos como “lacrimosa” y “melodramática” a algunas obras escritas por féminas. Todo lo contrario a lo que sostiene al respecto Elisa Lerner:
“Hay mujeres que han escrito una literatura de queja conyugal. Una que, casi siempre, recuerda a esa otra limitadísima que, muchas veces, tenemos frente al fregadero. No creo que debamos disculparnos por esos mujeriles lamentos. Una que a particular —¿anecdótica? — si es auténtica, puede llevar una vasta crítica del mundo” (Crónicas, p. 108).

El entrampamiento


“Yo... María Eugenia Alonso, también conocida como Ifigenia
porque una gran escritora venezolana, Teresa de la Parra,
creó mi nombre, mi figura y mi vida para escribir
una hermosa novela que llamó Ifigenia
en reminiscencia de una heroína de la mitología griega.
Ya verán por qué. Frecuentemente, los lectores
nos confunden a mí, María Eugenia,
a mi autora Teresa de la Parra, al título de la novela Ifigenia,
y de las tres hacen una sola persona”.
Adriana Bonisconte, adaptación de la novela Ifigenia de Teresa de la Parra (p. 10).
Vale la pena recordar que a pesar de que Ana Teresa Parra Sanojo tuvo antecesoras en otras escritoras venezolanas como Magdalena Seijas, con Ave sin nido (1903) y Amor sin fe (1904); Rafaela Torrealba Álvarez, con Mártires de la tiranía (1909) y Mina Rodríguez Lucena con Antonio Rusinol (1916), estas damas, por nombrar sólo algunas, aun cuando empezaban a intuir la existencia de un lugar para la mujer más allá de ese altar donde ésta permanecía a manera de objeto decorativo, jamás intentaron erigirse a motu proprio en esa especie de “objeto del deseo” que contenía el ideal necesario para que el colectivo expusiera, a manera de una doble vitrina (que se exhibía a sí misma y se exponía para el mundo) sus propios valores de representación a partir de las relaciones recíprocas del sujeto y el objeto.

En este contexto se mueven, sólo para dar una idea, Delmira Agustini, Alfonsina Storni, Violeta Parra, Frida Kahlo, Eva Perón, Yolanda Oreamuno, Rosario Castellanos y Teresa de la Parra; sin embargo, pese a lo premeditado que pudiese parecer su intención, habría que preguntarse cuán alto fue el precio que tuvieron que pagar por “la caída del aura” a la que alude Walter Benjamín en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (Ricardo Diviani, El debate Adorno-Benjamin: elementos para una lectura en relación a la reproducción tecnológica en el arte y la cultura. Anuario. Vol. I, Dpto. de Ciencias de la Comunicación Social, UNR, p. 134) para transformar esa voz activa que cuestiona, en mercancía, en producto de la representación:
“El rasgo central que recorre el texto sobre la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica es la caída del aura. El carácter aurático, definido como “la manifestación irrepetible de una lejanía (por cercana que pueda estar)” es el signo esencial que Benjamin le otorga a la obra tradicional burguesa. La fuerza de la originalidad de estas ideas (abocada a la búsqueda de una estética marxista), reside en que la destronación de la contemplación lejana y tecnológica ha sido producto de los mismos cambios tecnológicos que esta sociedad ha generado. Una razón básica: la reproducción tecnológica borra la huella con el original y de hecho con la tradición. Éstas han transformado la mirada ritual en un devenir que se orienta a la inmediatez con la que los hombres pretendan apoderarse de las cosas, permitiendo que ellas pasen a pertenecerles”.

En el caso que nos atañe, el planteamiento de Benjamin nos sirve para desentrañar la manera cómo, al igual que en la novela Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) de la escritora Mary Shelley, Teresa de la Parra, fiel al mito griego2 al que apela con el nombre de Ifigenia, al darle vida e inmolar a su personaje María Eugenia Alonso, útil para interpelar su momento histórico y cuestionar a una sociedad de apariencias que reducía a las mujeres al silencio, sabe que ella también deberá inmolarse en una especie de metamorfosis, irónico destino final que nos habla de las futuras reivindicaciones que habrán de cocinarse a lo largo de la Historia, donde suelen perdurar las pequeñas o grandes tragedias, pues así como a María Eugenia la mandan sus muertos y termina por abandonar la imagen que se hacía de sí misma para ocupar un lugar en el mito y resolver sus contradicciones a través del sacrificio:
“...El objeto único de mi libro ha sido demostrar lo contrario, es decir, nuestra misteriosa dualidad, los terribles conflictos que surgen ante la sorpresa de lo que creíamos ser y lo que somos y, finalmente, como consecuencia o síntesis del largo relato, suspendida en la última palabra, esta pregunta eterna y torturante sometida al lector: ¿cuál es el verdadero yo fruto de nosotros mismos, el yo que razona o el que se conduce? Mi gran trabajo, trabajo ímprobo casi, ha sido el de intervenir todo el tiempo, entre María Eugenia Alonso y el lector, dándole a entender a éste que ella no se conoce. Lo único que considero bien escrito en Ifigenia, es lo que no está escrito, lo que tracé sin palabras, para que la benevolencia del lector fuese leyendo en voz baja y la benevolencia del crítico en voz alta” (carta a Eduardo Guzmán Esponda, Bogotá, junio de 1926, p. 595).
Teresa sucumbe ante su creación, la misma que fue tan elogiada en el texto Unas palabras más sobre Ifigenia, de Francis de Miomadre:
“...Lo que hará que esta novela se lea cuando ya tantísimas otras más pretenciosas o de más fácil efecto se hayan marchitado en el olvido, es el hecho de haber creado ese tipo de muchacha que siendo tan moderno es al mismo tiempo uno de los más eternos que yo conozca, sencillamente porque ése es el real, el verdadero...
...La única cosa que no puede reemplazarse en arte es la verdad y ese tipo de María Eugenia Alonso es de una realidad psicológica tanto más profunda cuanto que no aspira a la profundidad. María Eugenia Alonso es. He aquí todo. Es y nada más” (p. 312).
Y tanto es que, aunque suene temerario afirmarlo, si María Eugenia Alonso no hubiera existido, Teresa no ocuparía el lugar que ocupa dentro de nuestro museo de cera ¿o Panteón Nacional? Dice Liliana Porter:
“Para que el objeto banal exista, muchas cosas deben haber sucedido, y la única que está rescatada es la imagen estereotipada que se transforma en un souvenir, en un adorno... El drama se encuentra en la inaprehensibilidad de la realidad, en su impenetrabilidad, en la banalidad del sentido, en el espacio vacío, en el vacío de la significación” (entrevista con Ana Tiscornia, p. 39).
Hay una mutación: Teresa se transforma en María Eugenia y María Eugenia en Teresa. Se rechazan y se defienden. No son la una sin la otra, pero una y otra son el anuncio de esa otra Teresa, la Teresa enferma que habita “la ciudad de los tísicos, la ciudad del silencio”, como ella misma llama al sanatorio de Leysin; y paradójicamente, De Miomadre, en su prólogo a Ifigenia, al describir a María Eugenia, está describiendo el producto final, esa especie de María Eugenia Parra o Teresa Alonso (con todo y su incierto futuro incluido):
“Es el mismo hervidero de deseos, de ensueños, de locuras, las mismas paradojas, la misma esgrima frente a los enamorados, todo ese fuego artificial de la juventud que estalla. Pero pasa de pronto el arcángel terrible, y con un solo golpe de alas abate a la orgullosa y la prosterna para siempre en la actividad sagrada del consentimiento” (pp. 312-313).

Y será la propia Parra Sanojo, en la boca de María Eugenia, quien nos pruebe cómo es que esa apropiación destruye lo aurático, experimentando esa mutación de sentido, de icono a objeto de utilidad, transformado en una decoración y dispuesto indiscriminadamente junto a figuras sin referentes en lo real. Sólo le queda recuperar su máscara. De ella dice María Eugenia Alonso, en la carta a don Lisandro:
“En el fondo no puedo decir que la desprecio. Cometió, es cierto, la horrible indiscreción de hacer editar en París bajo su nombre, ese diario íntimo que yo había destinado a los ojos de las polillas y a las manos amarillentas del tiempo que se sienta a leer en el fondo de las viejas gavetas. Pero juzgo que tal indiscreción ha sido expiada con creces y se la perdono; he visto sus diversos retratos publicados en todo género de revistas, diarios, periódicos y semanarios. En ellos aparece invariablemente con vestidos pasados de moda, en actitudes desairadísimas, manchado el rostro por la tinta de la imprenta, y arrugado por el furor de las máquinas de linotipo; todo ello en una forma verdaderamente lamentable y profética. Creo que esa gloria que la ha desfigurado así, lo mismo que una viruela, es indigna de envidia e incapaz de excitar mi rivalidad ni la de nadie. Se la cedo, pues, contenta y feliz de vivir aquí en la sombra, donde mi rostro, mimado siempre por lociones, cremas y polvos decaerá suavemente bajo el desgaste del tiempo, sin haber sufrido nunca las bruscas inclemencias de la publicidad...”.
“...Pero aun tiene otro castigo: mi diario o relato, ha sido reconocido ya en ciertos círculos de Caracas como auténtica galería de retratos. Bajo cada esbozo se ha escrito un nombre; todo el que pasa mira primero el letrero, juzga de la obra según la fidelidad rigurosa de cada parecido, y como éstos no existen, la autora de Ifigenia, declarada inhábil de pincel y falsa de vista, rodeada injustamente por todos esos sinsabores que parecen florecer en manchas sobre los amplios sombreros de los pintores retratistas, cargará eternamente, sin las rosas, las espinas de una profesión que no es la suya” (pp. 566-567).

Tal vez por ello, para Julieta Fombona en la introducción a la Obra de Teresa de la Parra editada por la Biblioteca Ayacucho (p. XVII) comenta:
“Ifigenia desemboca en un aprendizaje, pero es un aprendizaje que no entraña un saber sino una pérdida. Al comienzo, María Eugenia es la encarnación de lo gratuito e indeterminado, una conciencia autónoma (el yo petulante de María Eugenia, como lo llama la propia autora) que pretende vérselas con el mundo sin ataduras, siguiendo únicamente los dictados de su razón”.
Termina siempre siendo representada con el rostro de su creadora. Baste recordar cómo se labra, en la actriz que caracteriza al personaje María Eugenia en la película Ifigenia, del cineasta venezolano Iván Feo, el parecido con las fotografías de la autora. Nunca se salvan una y otra del performance.
Allí se desdoblan autor(a) y personaje en busca de su propia identidad interior, que ocurre el entrampamiento al que se refiere John Shotter en su ensayo La vida social y lo imaginario (Realidades conversacionales, pp. 125-152) al introducir las nociones sobre lo imaginario y lo imaginado. Para Shotter lo imaginario está vinculado con las nociones heredadas de las prácticas sociales, mientras que lo imaginado supone un apego absoluto a las nociones aportadas por lo imaginario, cerrado a cualquier otro punto de vista, lo que ocasiona el “entrampamiento”.

Cuando, a lo Shelley, Teresa de la Parra da vida a María Eugenia Alonso, que según ella misma no es sino un “misterioso huésped desconocido” y lo convierte en sujeto de la enunciación, ella desaparece tal como también lo hará el personaje ante el futuro que tiene el rostro de Leal: “El yo de Ifigenia es un ella disfrazado, transparente, porque deja ver lo que María Eugenia no ve y, además, sabe más que ella”:
“He visto que en su nota crítica (¡esto me satisface mucho!) Usted prescinde casi por completo de Teresa de la Parra, pretendida autora de la novela Ifigenia. Tanto su análisis como sus juicios y presagios se ciñen únicamente a mí, es decir, a mis ideas personales, muy especialmente a aquellas expresadas una mañana, ante el mutismo de abuelita, tía Clara abrazando su cesto y el inmenso y medio calado mantel de granité” (carta de Teresa de la Parra en la voz de María Eugenia Alonso a don Lisandro Alvarado, p. 565).

De allí que “en ella parece cumplirse la fórmula de Lacan: no soy allí donde pienso que soy, luego soy donde no pienso” (introducción de Julieta Fombona a la Obra de Teresa de la Parra editada por la Biblioteca Ayacucho, p. XVII).

La creación del signo: un problema del significante
“Sin un fondo invisible no hay fondo visible.
Sin la angustia de la precariedad
no hay necesidad de monumento conmemorativo.
Los inmortales no se hacen fotos unos a otros.
Dios es luz, sólo el hombre es fotografía,
pues sólo el que pasa, y lo sabe, quiere perdurar”.
Regis Debray, Vida y muerte de la imagen (p. 25)
Jesús María Aguirre y Marcelino Bisbal, en su libro La ideología como mensaje y masaje, hablan de cómo la ideología siente una determinada pasión por la forma y cómo ésta participa en las relaciones de producción, en la producción cultural (espiritual) propiamente dicha y en las representaciones colectivas.

Estos autores que intentan explicar cómo el mismo objeto puede ser alternativamente cosa y signo, iluminan el panorama hiperconnotado y dicotómico de ese sujeto/objeto-sujeto/personaje que representan Teresa de la Parra, como autor(a), María Eugenia Alonso e Ifigenia, la heroína griega que da su nombre al texto y a la que la escritora sólo alude en el monólogo que tiene lugar al final de la novela.

“El objeto como mercancía se convierte en signo, que une en sí el significante (el objeto susceptible de ser cambiado) y el significado (la satisfacción posible) ocultando una dualidad interna: actual, con otros objetos; virtual, con la totalidad... la producción cultural no escapa de esta dinámica, ya que la forma ideológica de la exaltación incondicional del consumo juega simultáneamente sobre la producción de contenidos y de las conciencias para recibirlos, instalando así una cultura de trascendencia de valores (contenidos) y de conciencias (representaciones), ocultándose en ese intercambio. Poco importa ya que se trate de contenidos materiales de producción o de contenidos inmateriales de significación, pues lo que es determinante es el código” (p. 182).

Lo anterior nos habla de cómo es posible, desde la crítica cultural, diseñar un “fenómeno”, sobrecodificar el sujeto (que es lo que hace que éste aparezca como imagen) intervenido por lo afectivo, gracias a la existencia de la retórica de los objetos y de los productos culturales que utilizan todos los recursos posibles: simbolismos (no sólo es sujeto del discurso, sino encarnación de ciertas fantasías sociales); connotaciones (en el caso de Teresa de la Parra, ella es asumida como objeto de las representaciones de su época); metáforas (el problema ya no es individual, sino político en cuanto a que responde a un problema colectivo —lo menor, lo anormal para Deleuze—, lo que hace agujero en lo mayor para mostrar otra mirada), y metonimias (las resignificaciones del marco que determinan la manera de “leer” y lo legitiman) cuyos mensajes redundantes pueden repetir lo trivial de una sociedad, la caraqueña, a la par que nos dicen algo (nos informan) sobre ese objeto y las necesidades de una colectividad.

Si partimos de la noción de “autor(a)”, creada por Lacan para identificar a aquellos sujetos del discurso que, encarnando una fantasía social, devienen en personajes que terminan representando un papel, podríamos decir que la “verdadera” vida de éstos está en la imagen ficticia que se puede rastrear armando los archivos personales, mas no en el cuerpo real, pues la identidad, parafraseando a García Canclini, es una construcción que se relata (“Las identidades como espectáculo multimedia”, en Consumidores y ciudadanos: conflictos multiculturales de la globalización) o como también cita Cróquer: “Dime quién quieres que sea, y te diré quién puedo llegar a ser”, pues es la ficción la que determina a “las escritoras-con-escritura de entresiglos que, indisociables e indisociablemente sexuadas se inscriben, funcionan y permanecen emblemáticas como tales no sólo en sus respectivas historias sino en la memoria patria de un continente” (p. 155).

Aquí el sujeto no lucha por entrar en la historia oficial, sino por ser reconocido, por tener visibilidad en el espacio público, de manera que imagen y texto se fundan en un significante que deviene en icono y el cual alcanzará hasta los espacios institucionales que en definitiva son los más interesados en conservar el fotomontaje, para fosilizar, para fetichizar a ese otro, que puesto en vitrina, evidencia su falta. De hecho, nadie recuerda, salvo intentos recientes como el de María Fernanda Palacios, a la Teresa de la Parra de Leysin, que no sobrevivió al torbellino de María Eugenia Alonso. Ella, con su preclaro diario de muerte y cotidianidades, sus cartas y sus recomendaciones para evitar el contagio de la tuberculosis, sus reflexiones sobre la muerte y la solidaridad, su casi manifiesto sentimiento de amor hacia Lydia Cabrera, fueron relegados a la trastienda patria y encerrados en un baúl.
Pero sin más preámbulos, dejémoslas hablar:
“Es cierto que se pinta, que exagera el rojo de Guerlain en los labios, que se pone vestidos cortísimos, que lleva el pelo enteramente a la garqonne, todo eso está entendido, pero la pregunta que debe formularse es ésta: ¿de qué le sirven tales artificios? ¿Qué intenta hacer con ellos?
No intenta nada. He aquí su superioridad... Ama la perfección...”.
“...Ella camina en pos sin mirar hacia atrás. Los verdaderos elegantes no viven para la opinión. Viven para realizar el misterio de una perfección interior de la cual la exterior no era sino un misterio y un símbolo. María Eugenia Alonso sabe lo que cuesta renunciar al legítimo derecho a la felicidad. Si ha renunciado ya, es sólo porque quiere vestirse con las galas espléndidas de un ideal ético. También Ifigenia se vistió de galas antes de encaminarse al sacrificio”.

Así se expresa Francis de Miomadre de María Eugenia Alonso en Unas palabras más sobre Ifigenia, Biblioteca Ayacucho (p. 313).

“Yo he llegado a una edad en que el alma está más madura para el sacrificio y el misticismo. Entre otras cosas porque ya se sabe que no son tan grandes los tesoros como se creía a los veinte años. Por eso, observo, admiro y aprendo” (Teresa de la Parra. Carta escrita desde Vevey a su amigo Rafael Carías en 1932. Biblioteca Ayacucho, p. 617).

“Porque no olvide mi querido crítico y prisionero don Lisandro, que si a los dieciocho años, acumulamos sobre los labios el rojo de Guerlain, los cigarrillos egipcios, y las ideas volterianas, no es por arraigada convicción, ni por el placer un tanto insulso de que nos admiren, sino por ese otro gusto mil veces más picante de que nos reprueben y critiquen... ”.
“...Ahora ya sé que barridos al cabo por el tiempo, elogios y reproches son igualmente vanos... las mejores restauraciones son aquellas que presididas por la nostalgia e iluminadas por una dulce melancolía, vivirán eternamente nobles en la gracia divina del recuerdo” (María Eugenia Alonso al responder la carta a don Lisandro Alvarado, Biblioteca Ayacucho, p. 566).
Las tres citas que desdibujan ese signo (significante/significado) llamado Teresa-Ifigenia-María Eugenia, cuyo significante viene a ser la imagen (las fotos de Teresa, la ventana iniciática y el espejo consumador de María Eugenia donde también se consuma el mito de Ifigenia) adquieren sentido a la luz del análisis que Régis Debray hace en su libro Vida y muerte de la imagen:
“Tal vez el verdadero estadio del espejo humano: contemplarse en un doble, alter ego, y, en lo visible inmediato, ver también lo no visible. Y a la nada en sí, no verse a sí mismo como casi nada en sí ‘ese no sé qué que no tiene nombre en ninguna lengua’. Traumatismo suficientemente angustioso para reclamar al momento una contracomedida: hacer una imagen del innombrable, un doble del muerto para mantenerlo con vida y, a la vez, no ver ese no sé qué en sí, no verse a sí mismo como casi nada. Inscripción significativa, ritualización del abismo por desdoblamiento especular. ‘Al sol y a la muerte no se les puede mirar la cara’. Perseo tuvo que utilizar un espejo para cortar la cabeza de Medusa. La imagen, toda imagen, es sin duda esa gran argucia indirecta, ese espejo en el que la sombra atrapa a la presa. El trabajo del duelo pasa así por la confección de una imagen del otro que vale por un alumbramiento. Si esa génesis se confirma, la estupefacción ante los despojos mortales, descarga fundadora de humanidad, llevaría a un mismo tiempo la pulsión religiosa y la pulsión plástica. O, si se prefiere, el cuidado de la sepultura y el trabajo de la efigie. Todo viene junto y lo uno por lo otro. De la misma manera que el niño agrupa por primera vez sus miembros al mirarse en un espejo, nosotros oponemos a la descomposición de la muerte la recomposición de la imagen...”.
“...La imagen sale de ultratumba amansada y estabilizada, para que el antepasado siga allí; para impedir que vuelva a molestarnos, para atrapar su alma voladora y rapaz en un objeto indubitable. Es imposible desembarazarse del doble sin materializarlo” (p. 27).

Notas

1. Frase tomada de la II conferencia de Teresa de la Parra. Obras completas, Biblioteca Ayacucho (p. 490).
2. Ifigenia fue la hija de Agamenon y Clitemnestra, cuyo sacrificio exigió la diosa Artemisa (Diana) para que la flota de los griegos, detenida en Áulide, pudiese zarpar con viento favorable hacia Troya. Sin embargo, cuando iba a consumarse el sacrificio, la diosa cambió a Ifigenia por una cierva. Esta historia ha inspirado a dramaturgos como Eurípides, Racine, Rotrou y Goethe.

Bibliografía

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viernes, 23 de marzo de 2012

Posfeminismo y pospornografía

Posfeminismo y pospornografía

Beatriz Preciado -"Después del feminismo. Mujeres en los márgenes"- El País. 13/01/2007

En los últimos años han surgido una serie de autoras que sostienen que el objetivo del nuevo feminismo debe ir más allá de conseguir la igualdad legal de la mujer blanca, occidental, heterosexual y de clase media. Para ellas, se trata de atender a mujeres tradicionalmente dejadas al margen y de combatir las causas que producen las diferencias de clase, raza y género.

Mientras la retórica de la violencia de género infiltra los medios de comunicación invitándonos a seguir imaginando el feminismo como un discurso político articulado en torno a la oposición dialéctica entre los hombres (del lado de la dominación) y las mujeres (del lado de las víctimas), el feminismo contemporáneo, sin duda uno de los dominios teóricos y prácticos sometidos a mayor transformación y crítica reflexiva desde los años setenta, no deja de inventar imaginarios políticos y de crear estrategias de acción que ponen en cuestión aquello que parece más obvio: que el sujeto político del feminismo sean las mujeres. Es decir, las mujeres entendidas como una realidad biológica predefinida, pero, sobre todo, las mujeres como deben ser, blancas, heterosexuales, sumisas y de clase media. Emergen de este cuestionamiento nuevos feminismos de multitudes, feminismos para los monstruos, proyectos de transformación colectiva para el siglo XXI.

Estos feminismos disidentes se hacen visibles a partir de los años ochenta cuando, en sucesivas oleadas críticas, los sujetos excluidos por el feminismo biempensante comienzan a criticar los procesos de purificación y la represión de sus proyectos revolucionarios que han conducido hasta un feminismo gris, normativo y puritano que ve en las diferencias culturales, sexuales o políticas amenazas a su ideal heterosexual y eurocéntrico de mujer. Se trata de lo que podríamos llamar con la lúcida expresión de Virginie Despentes el despertar crítico del "proletariado del feminismo", cuyos malos sujetos son las putas, las lesbianas, las violadas, las marimachos, los y las transexuales, las mujeres que no son blancas, las musulmanas... en definitiva, casi todos nosotros.

Esta transformación del feminismo se llevará a cabo a través de sucesivos descentramientos del sujeto mujer que de manera transversal y simultánea cuestionarán el carácter natural y universal de la condición femenina. El primero de estos desplazamientos vendrá de la mano de teóricos gays y teóricas lesbianas como Michel Foucault, Monique Wittig, Michael Warner o Adrienne Rich que definirán la heterosexualidad como un régimen político y un dispositivo de control que produce la diferencia entre los hombres y las mujeres, y transforma la resistencia a la normalización en patología. Judith Butler y Judith Halberstam insistirán en los procesos de significación cultural y de estilización del cuerpo a través de los que se normalizan las diferencias entre los géneros, mientras que Donna Haraway y Anne Fausto-Sterling pondrán en cuestión la existencia de dos sexos como realidades biológicas independientemente de los procesos científico-técnicos de construcción de la representación. Por otra parte, junto con los procesos de emancipación de los negros en Estados Unidos y de descolonización del llamado Tercer Mundo, se alzarán las voces de crítica de los presupuestos racistas del feminismo blanco y colonial. De la mano de Angela Davis, bell hooks, Gloria Anzaldua o Gayatri Spivak se harán visibles los proyectos del feminismo negro, poscolonial, musulmán o de la diáspora que obligará a pensar el género en su relación constitutiva con las diferencias geopolíticas de raza, de clase, de migración y de tráfico humano.

Uno de los desplazamientos más productivos surgirá precisamente de aquellos ámbitos que se habían pensado hasta ahora como bajos fondos de la victimización femenina y de los que el feminismo no esperaba o no quería esperar un discurso crítico. Se trata de las trabajadoras sexuales, las actrices porno y los insumisos sexuales. Buena parte de este movimiento se estructura discursiva y políticamente en torno a los debates del feminismo contra la pornografía que comienza en Estados Unidos en los años ochenta y que se conoce con el nombre de "guerras feministas del sexo". Catharine Mackinnon y Andrea Dworkin, portavoces de un feminismo antisexo, van a utilizar la pornografía como modelo para explicar la opresión política y sexual de las mujeres. Bajo el eslogan de Robin Morgan "la pornografía es la teoría, la violación la práctica", condenan la representación de la sexualidad femenina llevada a cabo por los medios de comunicación como una forma de promoción de la violencia de género, de la sumisión sexual y política de las mujeres y abogan por la abolición total de la pornografía y la prostitución. En 1981, Ellen Willis, una de las pioneras de la crítica feminista de rock en Estados Unidos, será la primera en intervenir en este debate para criticar la complicidad de este feminismo abolicionista con las estructuras patriarcales que reprimen y controlan el cuerpo de las mujeres en la sociedad heterosexual. Para Willis, las feministas abolicionistas devuelven al Estado el poder de regular la representación de la sexualidad, concediendo doble poder a una institución ancestral de origen patriarcal. Los resultados perversos del movimiento antipornografía se pusieron de manifiesto en Canadá, donde al aplicarse medidas de control de la representación de la sexualidad siguiendo criterios feministas, las primeras películas y publicaciones censuradas fueron las procedentes de sexualidades minoritarias, especialmente las representaciones lesbianas (por la presencia de dildos) y las lesbianas sadomasoquistas (que la comisión estatal consideraba vejatorias para las mujeres), mientras que las representaciones estereotipadas de la mujer en el porno heterosexual no resultaron censuradas.
Frente a este feminismo estatal, el movimiento posporno afirma que el Estado no puede protegernos de la pornografía, ante todo porque la descodificación de la representación es siempre un trabajo semiótico abierto del que no hay que prevenirse sino al que hay que atacarse con reflexión, discurso crítico y acción política. Willis será la primera en denominar feminismo "prosexo" a este movimiento sexopolítico que hace del cuerpo y el placer de las mujeres plataformas políticas de resistencia al control y la normalización de la sexualidad. Paralelamente, la prostituta californiana Scarlot Harlot utilizará por primera vez la expresión "trabajo sexual" para entender la prostitución, reivindicando la profesionalización y la igualdad de derechos de las putas en el mercado de trabajo. Pronto, a Willis y Harlot se unirán las prostitturas de San Francisco (reunidas en el movimiento COYOTE, creado por la prostituta Margo Saint James), de Nueva York (PONY, Prostitutas de Nueva York, en el que trabaja Annie Sprinkle), así como del grupo activista de lucha contra el sida ACT UP, pero también las activistas radicales lesbianas y practicantes de sadomasoquismo (Lesbian Avangers, SAMOIS...). En España y Francia, a partir de los noventa, los movimientos de trabajadoras sexuales Hetaria (Madrid), Cabiria (Lyon) y LICIT (Barcelona), de la mano de las activistas de fondo como Cristina Garaizabal, Empar Pineda, Dolores Juliano o Raquel Osborne formarán un bloque europeo por la defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales. En términos de disidencia sexual, nuestro equivalente local, efímero pero contundente, fueron las lesbianas del movimiento LSD con base en Madrid, que publican durante los noventa una revista del mismo nombre en la que aparecen, por primera vez, representaciones de porno lesbiano (no de dos heterosexuales que sacan la lengua para excitar a los machitos, sino de auténticos bollos del barrio de Lavapiés). Entre los continuadores de este movimiento en España estarían grupos artísticos y políticos como Las Orgia (Valencia) o Corpus Deleicti (Barcelona), así como los grupos transexuales y transgénero de Andalucía, Madrid o Cataluña.

Estamos aquí frente a un feminismo lúdico y reflexivo que escapa del ámbito universitario para encontrar en la producción audiovisual, literaria o performativa sus espacios de acción. A través de las películas de porno feminista kitsch de Annie Sprinkle, de las docuficciones de Monika Treut, de la literatura de Virginie Despentes o Dorothy Allison, de los comics lésbicos de Alison Bechdel, de las fotografías de Del LaGrace Volcano o de Kael TBlock, de los conciertos salvajes del grupo de punk lesbiano de Tribe8, de las predicaciones neogóticas de Lydia Lunch, o de los pornos transgénero de ciencia-ficción de Shue-Lea Cheang se crea una estética feminista posporno hecha de un tráfico de signos y artefactos culturales y de la resignificación crítica de códigos normativos que el feminismo tradicional consideraba como impropios de la feminidad. Algunas de las referencias de este discurso estético y político son las películas de terror, la literatura gótica, los dildos, los vampiros y los monstruos, las películas porno, los manga, las diosas paganas, los ciborgs, la música punk, la performance en espacio público como útil de intervención política, el sexo con las máquinas, iconos anarco-femeninos como las Riot Girl o la cantante Peaches, parodias lesbianas ultrasexo de la masculinidad como las versiones drag king de Scarface o ídolos transexuales como Brandon Teena o Hans Scheirl, el sexo crudo y el género cocido.

Este nuevo feminismo posporno, punk y transcultural nos enseña que la mejor protección contra la violencia de género no es la prohibición de la prostitución sino la toma del poder económico y político de las mujeres y de las minorías migrantes. Del mismo modo, el mejor antídoto contra la pornografía dominante no es la censura, sino la producción de representaciones alternativas de la sexualidad, hechas desde miradas divergentes de la mirada normativa. Así, el objetivo de estos proyectos feministas no sería tanto liberar a las mujeres o conseguir su igualdad legal como desmantelar los dispositivos políticos que producen las diferencias de clase, de raza, de género y de sexualidad haciendo así del feminismo una plataforma artística y política de invención de un futuro común.

lunes, 19 de marzo de 2012

Día mundial del teatro para la infancia y la juventud

20 de marzo de 2012
Día Mundial del Teatro para la Infancia y la Juventud
Mensaje de Suzanne Lebeau
Cada año desde 2001, el día 20 de marzo se celebra el Día Mundial del Teatro para la Infancia y la Juventud por todos aquellos que nos dedicamos al teatro para niños y jóvenes con el fin de atraer a más público. Ese día se da lectura al Mensaje que una persona destacada escribe para la ocasión. El Mensaje de 2012 ha sido escrito por Suzanne Lebeau, autora de cerca de 20 textos de teatro y co-fundadora de la compañía de teatro Le Carrousel .



Queridos amigos:

Amo el teatro.
Amo la magia de este arte que nos reúne
en la misma sala y sin embargo somos únicos…
Cada cual con su historia,
descalzos o con zapatillas de lujo,
en el frío del polo o en el calor del trópico.
Cada cual con su humor,
su familia, sus gustos, su color de piel,
sus problemas, sus sueños.

Amé el teatro todavía más
cuando la actriz que fui conoció al público infantil.
Me di cuenta de la sutil frontera entre realidad y ficción.
¿Quién dice la verdad, si es que la verdad existe?
¿Quién miente?
¿Quién habla mejor, más tiernamente del hombre al hombre…
¿La realidad o la ficción?

Es muy tentador creer que la realidad dice la verdad
y que la ficción miente.
¿Por qué entonces una bofetada,
una simple bofetada en escena me trastornó tanto
el otro día?
Mientras que ayer veía, sin conmoverme, imágenes por televisión de la guerra
en directo;
imágenes que me decían que mañana la catástrofe será más grande
más penosa,
más grave.

¿Por qué?

La pregunta es fabulosa… e inagotable.
Ese es el misterio que hace que el teatro sea tan preciado y tan único.
Todos ustedes que están ahí sentados… esperando que la luz se encienda…
Díganme, dónde está la verdad, si es que existe la verdad?
Díganme, dónde está la mentira, si es que existe la mentira?

Con toda mi amistad que es mucha,

Suzanne Lebeau


Biografía

Atraída por el teatro desde 1966, Suzanne Lebeau inició su carrera teatral como actriz. Entre 1966 y 1973, interpretó Molière, Ionesco y Stoppard al mismo tiempo que completaba su formación con Jacques Crête y Gilles Maheu, en Montreal, y con Étienne Decroux, en París. Realizó asimismo una estadía de un año en Polonia, trabajando paralelamente en el Teatro de Pantomima y en el Teatro de Marionetas de Wroclaw.

En 1975, después de haber fundado el Carrousel junto a Gervais Gaudreault, Suzanne Lebeau abandona la actuación poco a poco para consagrarse exclusivamente a la escritura. En la actualidad, la dramaturga cuenta en su activo más de 25 obras originales, 3 adaptaciones y numerosas traducciones, es reconocida a nivel mundial como una figura clave de la dramaturgia para público joven y figura entre los autores quebequenses más puestos en escena en el mundo con más de 100 producciones repertoriadas en los 4 continentes. Sus obras han sido publicadas a nivel internacional y traducidas a 16 idiomas: Una luna entre dos casas (1979), primera pieza de teatro canadiense escrita para la primera infancia (3 a 5 años), fue traducida a seis idiomas; Salvador (1994), presentada, entre otros, en el New Victory Theatre de Broadway, ha sido traducida a cinco idiomas; El Ogrito, creada en francés, inglés, italiano y español por le Carrousel, cuenta también con traducciones al alemán, al maya, al portugués, al griego y al ruso. Su texto más reciente, El ruido de los huesos que crujen (2009), creado por le Carrousel, será llevado a escena por la Comedia Francesa (2010). En Francia y en España, se publicaron dos ensayos sobre su trabajo de escritura: Itinéraire d’auteur (Itinerario de autor), editado por el Centre National des Écritures du Spectacle – La Chartreuse (2002), y Las huellas de la esperanza, editado por Ensayo ASSITEJ España (2007).

Desde 1993, Lebeau realiza estadías regulares en el Centre National des Écritures du Spectacle – La Chartreuse (Francia) para dictar talleres y conferencias o para participar en residencias de autores. En 1997 y en 1998, el Museo de las Civilizaciones de Quebec la eligió como consejera artística de la exposisición Grandir y como autora de los textos de la exposición De quel droit?, presentada para el 50o aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos. En 1999, trabajó en Córcega, donde el Théâtre Alibi la recibió en residencia para escribir una obra con un grupo de niños y, en tanto que recipiendaria de la beca Canadá/México, ese mismo año realizó una residencia de dos meses en tierra mexicana. Varios festivales de África, Argentina, España, México, Rusia y Estados Unidos la han invitado para dar conferencias y talleres. Desde 2007, el Théâtre Jean-Vilar de Vitry-sur-Seine y Suzanne Lebeau colaboran gracias a la Convention de permanence artistique del Consejo Regional de Île-de-France. Por invitación de Wajdi Mouawad, Lebeau es la primera artista que dicta un taller de escritura para público joven en forma de clases magistrales en el marco de los Laboratoires du Théâtre français du Centro Nacional de las Artes de Canadá (2009). Suzanne Lebeau ha enseñado la escritura para público joven en la Escuela Nacional de Teatro de Canadá durante 13 años, desempeñándose igualmente como consejera de jóvenes autores nacionales y extranjeros, fomentando de esa forma el surgimiento de una nueva dramaturgia para un público de jóvenes y niños.

La importancia de la obra de Suzanne Lebeau, así como su contribución excepcional al florecimiento de la dramaturgia para público joven, le valieron numerosos premios y distinciones nacionales e internacionales: Premio Collidram - Prix de littérature dramatique des collégiens en Île-de-France, Premio literario del Gobernador General de Canadá – categoría Teatro, Premio de la crítica – categoría Público joven, otorgado por la Association québécoise des critiques de théâtre (Asociación quebequense de críticos de teatro), Premio Sony Labou Tansi des Lycéens, Distinción de la Comédie-Française y Premio de las Journées des auteurs de théâtre de Lyon (El ruido de los huesos que crujen – 2010, 2009, 2008, 2007); premio al mejor texto de la FETEN (Cuentos de niños reales– 2009); premio Jack London (El Ogrito – 2007); premio literario de la Citoyenneté de Maine et Loire (Salvador – 2002); premio Masque al mejor texto original (El Ogrito – 2000); premio Francophonie Jeunesse RFI (Salvador – 1995); premio Chalmers Children’s Play (Pequeños poderes – 1986). También fue finalista para el premio Molière (Petit Pierre – 2008 y El Ogrito – 2007).

En 1998, la Asamblea Internacional de Parlamentarios de Lengua Francesa le concedió el grado de Chevalier de l’Ordre de la Pléiade por el conjunto de su obra y en 2010, el gobierno de Quebec le otorgó el premio Athanase-David, la disctinctíon más prestigioso por una carrera de escritura.

domingo, 18 de marzo de 2012

El 27 de marzo de 2012 Día Mundial del Teatro,


El 27 de marzo de 2012 será una fecha muy especial. Se celebra, como todos los años el Día Mundial del Teatro, pero este año se cumplen cincuenta desde que el Instituto Internacional del Teatro de la UNESCO lo instauró promoviendo anualmente la difusión de un Mensaje escrito por una personalidad del mundo del teatro. Para esta edición especial, la persona elegida ha sido el actor John Malkovich, que suma su nombre a una lista en la que figuran, entre otros, Jean Cocteau, Laurence Olivier-Jean Luis Barrault, Eugene Ionesco, Antonio Gala, Pablo Neruda, Peter Brook, Iakovos Kampanellis, Vaclav Havel y Arthur Miller.

Mensaje del Día Mundial del Teatro 2012

Por John Malkovich

El Instituto Internacional del Teatro-ITI de la UNESCO me ha honrado con su petición de realizar este mensaje en la conmemoración del 50 aniversario del Día Mundial del Teatro. Voy a dirigir estas breves consideraciones a mis compañeros del teatro, mis pares y camaradas.

Que vuestro trabajo sea convincente y original. Que sea profundo, conmovedor, reflexivo y único. Que nos ayude a reflejar la cuestión de lo que significa ser humano y que dicho reflejo sea guiado por el corazón, la sinceridad, el candor y la gracia. Que superéis la adversidad, la censura, la pobreza y el nihilismo, algo a lo que, ciertamente, muchos de vosotros estaréis obligados a afrontar. Que seáis bendecidos con el talento y el rigor necesarios para enseñarnos cómo late el corazón humano en toda su complejidad, así como con la humildad y curiosidad necesarias para hacer de ello la obra de vuestra vida. Y que sea lo mejor de vosotros - ya que será lo mejor de vosotros, y aun así, se dará sólo en los momentos más singulares y breves - lo que consiga enmarcar esa que es la pregunta más básica de todas: “¿Cómo vivimos?” ¡Buena Suerte!

Traducción: Juana Lor - Artezblai

John Malkovich

Actor, productor, guionista y director estadounidense, aunque por encima de todo, John Malkovich es artista de teatro. Tras descubrir el teatro a principios de los setenta en la Universidad de Illinois, fundó en 1976 y junto a Terry Kinnev, Jeff Perry y Gari Sinise la Steppenwolf Theater Company, en homenaje a la novela de Herman Hesse.

Alcanzó la fama en el cine con su interpretación de Valmont en Las amistades peligrosas de Choderlos de Laclos llevada al cine por Stephen Frears, en la que compartía cartel con Michelle Pfeiffer y Glenn Close. Con este personaje, que supone un paso significativo en su carrera, comienza una trayectoria profesional que le ha llevado a participar en más de setenta películas, tanto en Estados Unidos como en el extranjero.
Ha sido nominado en dos ocasiones a los Oscar por sus papeles en ‘En un lugar del corazón’ (1984) y ‘En la línea de fuego’ (1994), y ha recibido numerosos premios y nominaciones por su participación en películas como ‘Los gritos del silencio’ o ‘Cómo ser John Malkovich’.

En teatro, ha dirigido montajes sobre ‘Las amistades peligrosas’, ‘Hysteria’, ‘Good Canary’ –por la que obtuvo un premio Molière a la mejor dirección. Últimamente le hemos podido ver en los teatros protagonizando el oratorio ‘The infernal comedy’.

sábado, 10 de marzo de 2012

ORQUESTA SINFÓNICA DE VENEZUELA


JUEVES 15 DE MARZO EN LA SALA JOSÉ FÉLIX RIBAS, 7 P.M.

ORQUESTA SINFÓNICA DE VENEZUELA
CELEBRA GALA LÍRICA CON

LA CAMERATA DE CARACAS

LA ORQUESTA SINFÓNICA DE VENEZUELA,PATRIMONIO ARTÍSTICO Y CULTURAL DE LA NACIÓN, OFRECERÁJUNTO A LA CAMERATA DE CARACAS UNA GALALÍRICA ESTE JUEVES 15 DE MARZO A LAS 7 P.M. CON LA DIRECCIÓN DE LA RECONOCIDA Y POLIFACÉTICA FIGURA DEL QUEHACERARTÍSTICO VENEZOLANO, MAESTRA ISABEL PALACIOS

EL PÚBLICO CARAQUEÑO PODRÁ DISFRUTAR DE UN VARIADO PROGRAMA CON OBRAS DE MOZART, DONIZETTI, BELLINI, VERDI, DVORAK, BIZET, BOITOY PUCCINI

CONTACTOSPARA COORDINAR
ENTREVISTAS:

ALEJANDRO MONTES DE OCA, PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD OSV: 0412-6234974, 0212-5781266
ANDRÉS ELOY RODRÍGUEZ, SECRETARIO DE PUBLICIDAD DE LA SOCIEDAD OSV: 0424-1687489, 0212-5781266
ISABEL PALACIOS, CAMERATA DE CARACAS: 0212-6902229.

Caracas. Especial. La Orquesta Sinfónica deVenezuela, Patrimonio Artístico y Cultural de la Nación, presentará conjuntamente con la Camerata de Caracasuna Gala Lírica este próximo jueves 15 a las 7:00 p.m. desde la SalaJosé Félix Ribas del Teatro Teresa Carreño. Entrada libre.

Bajola conducción de la reconocida Maestra Isabel Palacios, la OSV y La FundaciónCamerata de Caracas se unen para ofrecer un espectáculo único, cuyo repertorioincluye piezas de destacados autores en el áreaoperística mundial. Las voces de La Camerata de Caracas darán vida a lasmás importantes arias de El Barbero de Sevilla de Rossini,Don Giovanni deMozart, Capuletti e Montecchi deBellini, L’Elisir D’Amore y La Fille Du Regiment de Donizetti, La Sonnambula deBellini, Rigoletto de Verdi, Rusalka de Dvorark, Mefistofele de Boito, LesPecheurs de Perles de Bizet, La Boheme, Tosca, Manon Lescaut y Turandot dePuccini.

Losartistas pertenecientes a la Camerata de Caracas en los roles solistas serán MarianaOrtiz, Yenny Quintero, Álvaro Carrillo, Cristina Núñez, Gilberto Bermúdez,Javier Márquez, Francis Poleo.

La Orquesta Sinfónica deVenezuela y la Fundación Camerata de Caracas invitan al público a unirse a estamagnífica gala, apoyando así a nuestros jóvenes talentos que nos deleitarán consus voces tan especiales. Sin duda, una oportunidad que invita al disfrute.Para no pasar por alto.

ORQUESTA SINFÓNICA DE VENEZUELA, ALMA DE NUESTRA HISTORIA MUSICAL.

HAZTE FAN: SEMANA A SEMANA

Orquesta Sinfónica de Venezuela (OSV): PatrimonioArtístico y Cultural de la Nación, con el apoyo delMinisterio del Poder Popular para la Educación. Creada en 1930 como la primeraorquesta sinfónica de nuestro país, por el Maestro Vicente Emilio Sojo, estambién la primera orquesta fundada en América Latina. Conocida como LaSinfónica, se considera la cuna del movimiento sinfónico que posicionó anuestro país como potencial musical de referencia mundial.

Facebook: OrquestaSinfónica de Venezuela. Twitter:@SinfonicadeVzla,

Youtube:SinfonicadeVenezuela,PáginaWeb:www.osv.org.ve

Teléfonos: (58212)578.12.66 / (58212) 578.28.45. Fax: (58212) 578.07.74

REPERTORIO GALA LÍRICA

I

Obertura - Gioacchino ROSSINI / ILBARBIERE DI SIVIGLIA

WolfgangAmadeus MOZART / DON GIOVANNI

1. Non ti fidar, o misera

2. Deh, vieni alla finestra

(ALVARO CARRILLO/ Don Giovanni /MARIANA ORTIZ / Donna Ana FRANCIS POLEO/Donna Elvira / GILBERTO BERMUDEZ / Don Ottavio)

VincenzoBELLINI / CAPULETTI E MONTECCHI

3. Eccomi in lieta vesta (CristinaNúñez)

GaetanoDONIZETTI / L'ELISIR D'AMORE

4. Una parola, o Adina ! (CRISTINANUÑEZ / Adina - GILBERTO BERMUDEZ / Nemorino)

GioacchinoROSSINI / IL BARBIERE DI SIVIGLIA

5. La Calunnia (ALVARO CARRILLO - Basilio)

GaetanoDONIZETTI / LA FILLE DU REGIMENT

6. Ah! mes amis, quel jour de fête! (GILBERTOBERMUDEZ/ Tonio)

VicenzoBELLINI / LA SONNAMBULA

7. Ah non credea mirarti (MARIANAORTIZ / Anina)

II

RIGOLETTO Giuseppe VERDI

1. Questa o quella (JAVIERMARQUEZ / Duque de Mantua)

AntonDVORAK / RUSALKA

2. Měsíčku na nebi hlubokém (YENNYQUINTERO / Rusalka)

ArrigoBOITO / MEFISTOFELE

3. L'altra notte in fondo al mare (FRANCISPOLEO / Margarita)

GeorgesBIZET / LES PECHEURS DE PERLES

4. Au fond du temple saint (GILBERTOBERMUDEZ / Nadir - ALVARO CARRILLO / Zurga)

GiacomoPUCCINI / LA BOHEME

5. Donde Lieta (YennyQuintero)

GiacomoPUCCINI / TOSCA

6. E lucevan le stelle (JAVIERMARQUEZ / Mario)

GiacomoPUCCINI / MANON LESCAUT

7. Sola perduta abbandonata (FRANCISPOLEO / Manon)

Giacomo PUCCINI /TURANDOT

8. Tu che di gel sei cinta (MARIANAORTIZ / Liú)

viernes, 9 de marzo de 2012

Raza del General Manuel Carlos Piar

Pablo W. Hernández Óleo sobre tela 130, 2 x 98 cm, Fecha en investigación Se llamaba Manuel Carlos Piar, y era un General de verdad, verdad. Nació en 1782. En el Convento de las Monjas Concepciones, donde actualmente está el Palacio Legislativo o Palacio Federal, su padre fue José Francisco de Braganza y Braganza, Príncipe de Brasil y heredero de la corona de Portugal, hijo de la Reina María II y Pedro III, reyes de Portugal, pertenecientes a la casa de Braganza. Su madre fue Soledad Belén Concepción Xeréz de Aristeguieta y Blanco Herrera, que años más tarde casó en 1787 con el coronel de origen vasco Joaquín Pérez y Narvarte, oficial del Batallón de Veteranos de Caracas.

En 1874, cuando Guzmán Blanco ordenó la demolición del convento de las Monjas Concepciones, se encontró la partida de nacimiento del héroe de Guayana. Al mudarse el Archivo de las Monjas, personalidades idóneas y representativas, como Juan Pablo Rojas Paúl (futuro presidente de Venezuela) y el Juez Ovalles y Andrés Herrera Vegas, entre otros, quienes dieron fe haber visto el referido documento. El dictador Antonio Guzmán Blanco, sobrino pariente muy cercano de la madre de Piar, quien llevó a cabo su pudibundez hasta suprimir en las Memorias de O’Leary la parte correspondiente a Manuela Sanz, por indecorosa a la memoria del Libertador, para preservar el honor de su familia la hizo desaparecer. La partida de nacimiento que se halló en Curazao, fue introducida fraudulentamente por Guzmán, años más tarde. Existen métodos de laboratorio que pueden decirnos la antigüedad del documento. (Recuerden que Guzmán era un gran Farsante, corrupto ladrón y manipulador) La partida de bautismo hallada en Curazao, no es la de Manuel Piar.

He aquí el documento:
“28 de abril de 1774, Bautizado fue Manuel María Francisco, hijo natural de María Isabel Gómez. Padrinos el reverendo Juan Antonio Aquino y Juana Paulina Gómez”. Sin detenernos mayormente en la vaguedad del texto, hay varios hechos que lo invalidan definitivamente. Para esa época el apellido Gómez, era tan corriente en Caracas, como en Curazao.

1. La propia María Isabel Gómez declara en 1822, ante la Comisión de Bienes Nacionales, que llegó a Venezuela en 1792, acompañada por su hijo Manuel de diez años de edad. Es decir, que da el año de 1782, como fecha del nacimiento del héroe de San Félix, el cual, erróneamente, da el año de 1777 como fecha de su natalicio.

2. Cuando la Comisión de Bienes Nacionales exige a la Gómez las pruebas que la acreditan como madre del general Manuel Piar, ésta en lugar de solicitar una certificación de la partida de bautismo en Curazao, como hubiese sido lo más simple y lógico, recurre a un amañado testimonio de cinco testigos, tres de ellos casados con tres de las hermanas Aristeguieta. La prueba es rechazada por la Comisión, fallando a favor de la hija de Piar.

3. En este documento, firmado por Feliciano Palacios (tío del Libertador), Iriarte (casado con una Aristeguieta) y M. de Castro (casado con una Aristeguieta), afirman que en 1792 llegó a Venezuela María Gómez acompañada por su hijo Manuel, de diez años de edad.

Como puede inferirse de la narración precedente, Manuel Piar no era hijo de la mulata María Isabel Gómez y del canario Fernando Piar, como lo pretende la Historia Oficial. Para las leyes de casta, vigentes para aquella época, el hijo de una mulata (hija de blanco y negra), era necesariamente pardo, de la clase cuarterones. Aunque hay insólitas excepciones, la casi totalidad de ellos exhiben rasgos negroides (tez, facciones, pelo). Quienes conocieron en vida a Manuel Piar lo describen como un ejemplar del tipo nórdico, que bien pudiera pasar por anglosajón. Como quiera que la tesis del Piar-mulato estaba al servicio de una razón política (mulato instigador de la lucha de razas) y de ocultar un escándalo que afectaba a la honra de Bolívar, Soublette y los Aristeguieta, el retrato de Tauvernier hubiese provocado necesariamente escritos y protestas en la prensa por parte de quienes lo conocieron, y en especial de sus enemigos, de haberse falseado su tipo étnico. Para la fecha de la publicación del retrato están vivos Carlos Soublette, el terrible fiscal, (Que tuvo que enfrentar la acusación de Timoteo Díaz, ordenanza de Piar, quien se presentó en traje de paisano. Cuando Soublette lee en voz alta su testimonio. Cuando concluyó su lectura, Timoteo le espetó: Yo nunca he dicho eso ¿Cómo dice? Como lo está oyendo, General. Yo nunca dije nada de eso; por lo contrario, dije que el general Piar era inocente de los cargos que se le hacían y sobre los que se me pregunta. Se han aprovechado de que yo no sé leer, para poner en mi boca una sarta de embustes). Diego Ibarra, fallecidos en 1870 y 1852, respectivamente. Están vivos, asimismo, Juana Bolívar (hermana del Libertador) y el Marqués del Toro, quienes por estar involucrados familiarmente en el escándalo hubiesen sido los primeros en protestar de no ajustarse el cuadro a la realidad. Para la fecha de la aparición de la historia de Rafael María Baralt sobreviven José Tadeo Monagas (quien lo conoció bien y fue su enemigo), Pedro Hernández (el malévolo Chingo), José Rafael Revenga, Bernardo Herrera y Toro, Feliciano Montenegro y Colón y Jacinto Lara. No obstante existir tan numerosos testigos que conocieron de trato y comunicación a Manuel Piar, ninguno objeta, al Piar caucásico de Tauvernier.

Refiere Rafael Pineda que en 1981, en una reunión celebrada en casa de Doña Mercedes Farreras, la gentil dama se confesó ante la concurrencia como biznieta de Piar. (Se nos ocurrió comparar –escribe Pineda- los rasgos de Doña Mercedes con el retrato de Tauvernier y todos convinieron en que ambos tienen el mismo aire familiar). Entre los presentes se encontraban los hombres públicos David Morales Bello y J.A. Armas Chity (Diario El Nacional, 19 de julio de 1981: Bisnieta de Piar) Doña Mercedes es caucásica de ojos azules, según informe personal de Pineda. Rubia, de facciones europeas y ojos azules fue, María Isabel Piar Boom, la hija de Piar, y su nieto, Roberto Syars Piar. Don Vicente Emilio Perrone, tataranieto de Piar y entrevistado en Puerto Cabello por Enrique Aristeguieta, declaró a éste que (Piar era blanco caucásico y que se mofaba del Libertador tildándolo de mulato).

El capitán Juan José Conde, su guardián o carcelero, hizo esta pequeña semblanza: Regular estatura, ojos azules, barbilampiño y su tez sonrosada (citado por Manuel Alfredo Rodríguez, Bolívar en Guayana. Don Policarpo Rodríguez, quien conoció a Piar cuando Rodríguez tenía diecisiete años, así lo describe: tenía muy buen aspecto y, aunque tostado por el sol, se le conocía ser muy blanco; sus facciones eran finas; sus ojos azules, y tenía unas manos muy bonitas. (Documentos del Deán Aristeguieta, citado por Tavera Acosta, Anales de Guayana). Refiere el Deán que al preguntarle a don Policarpo si Piar era mulato, le respondió: eso decían, pero no lo parecía en nada.

En 1885 el Dr. Mariano Briceño escribe, haciéndose eco de lo que le dijeron personas que conocieron a Piar: La noticia tradicional del origen de Piar es, que ni por su padre ni por su madre era descendiente de africanos. Según respetables testimonios de personas que lo conocieron, su fisonomía comprobaba que su raza era del Cáucaso (cita de Manuel Alfredo Rodríguez, El Capitolio de Caracas). Francisco Tosta García (1842-1921), lo pinta como un joven de color blanco, de pronunciado aire marcial y unos ojos azules relampagueantes. La Patria Boba).

Manuel Florencio O´Leary, el legionario británico que legara a la posteridad documentos de incalculable valor y que llega a Angostura un año después de la ejecución de Piar, lo describe como (un individuo de ojos azules, barbilampiño y tez sonrosada). O´Leary habrá de casar con Isabel Soublette, la enérgica defensora de Piar. De ella tomaría el retrato, que es muy similar al de Juan José Conde.

Tavera Acosta describe en 1907 a Piar con estos rasgos: Era de estatura regular, más bien alto que bajo y, aunque delgado, sus miembros eran bien proporcionados. Sus manos y pies pequeños y aristocráticos; ojos azules y grandes, como velados ordinariamente por una sombra de tristeza. Nariz aquilina. Tez blanca ligeramente sonrosada y un tanto quemada por el sol. De pequeño bigote rubio y fino y de escasa barba en las mejillas. El cabello también rubio y fino. El aspecto de su rostro y todo el conjunto de su persona era de suma distinción (Anales de Guayana). Tavera, al igual que Briceño y Tosta García, recogen en sus descripciones el juicio, por primeras o segundas personas, de la gente que conoció a Piar.

No obstante estas descripciones coincidentes sobre la raza de Piar, no hemos hallado ninguna, hasta la fecha, donde se le señale como mulato o negroide. De la misma opinión son los historiadores Manuel Alfredo Rodríguez, Rafael Pineda y Lucas Guillermo Castillo Lara.

a) De haber sido Manuel Piar de la raza de color, no hubiese podido contraer matrimonio con la holandesa María Marta Boom y mucho menos en el Castillo de Ámsterdam, ante el Gobernador de la Isla y de la Honorable Junta Municipal.
b) La Junta Revolucionaria de Cumaná, constituida y manipulada por la oligarquía provincial, no hubiese consentido jamás en que llevase su representación ante la Junta Suprema de Caracas. (Felipe Larrazábal y Tavera Acosta.)
c) Por iguales razones, Miranda, a pesar de ser un revolucionario, no lo hubiese incorporado al ejército en calidad de oficial y, mucho menos, a su Estado Mayor, tal como lo afirman don Felipe Larrazábal y Tavera Acosta. Como resultado imposible que en dos años, un subteniente alcance el rango de General y de Segundo Jefe de la República. Cuando está más que probado, como lo recuerda Asdrúbal González, que la casi totalidad de los oficiales, tanto patriotas como realistas, eran de raza blanca y, en especial, los de rango muy elevado. El propio Bolívar, quien lo describe como individuo de tez clara en la requisitoria que libra contra él, lo eleva a la categoría de General en Jefe.

Desde 1884 hubo diversas intentonas, entre otras la de Monseñor Arroyo Niño, Obispo de Guayana, (apareció envenenado y los documentos probatorios desaparecieron) de probar con un opúsculo (Origen y educación del General Manuel Piar) que Manuel Piar no era hijo de una mulata, sino de una empingorotada señorita caraqueña y de un noble personaje. El Obispo fundamentaba sus afirmaciones, además de sus investigaciones, en las memorias que sobre Piar escribiese el Pbro. Remigio Pérez Hurtado, confesor del ajusticiado. Hasta 1885 no se publica el proceso y muerte de Piar, existiendo justificadas sospechas de haber sido mutilado, interpolado y tergiversado dicho documento, A comienzos del siglo XX, historiadores de fuste, como Lino Duarte Level, Tavera Acosta, Felipe Larrazábal y Ángel Núñez, dieron a la publicidad sesudos y documentados artículos sobre el silenciado origen del Héroe de San Félix; lo que les mereció agudas críticas y sarcasmos de la Historiografía Oficial y, entre otros, de Vallenilla Lanz, y el escritor y general Landaeta Rosales.

Desde 1874 –escribe Tavera Acosta- en que comenzó a correr el rumor de la partida de nacimiento de Manuel Piar en el Convento de las Monjas Concepciones, se ha venido buscando con ahínco la partida de bautismo de Piar en los archivos de Curazao, y no se ha hallado porque en ellos nada ha existido sobre el particular (Anales de Guayana). Se han encontrado otros documentos, como su matrimonio con María Marta Boom y la partida de nacimiento de su única hija. En carta dirigida a Tavera Acosta por el Sr. Jacobo Salas, hijo y vecino de Curazao, le dice, con fecha 4 de enero de 1914, que luego de buscar infructuosamente en el Registro Civil de esta colonia y en la Iglesia Luterana, lo hizo en la Iglesia Católica de esta ciudad, con idénticos resultados, tal como lo certifica en esta nota el cura párroco: Certifico: que en los libros de la Iglesia Madre de esta ciudad no existe en ninguna parte de los libros de bautismo el de Manuel Carlos Piar hasta el año de 1780. La declaración y firma del documento es reconocida por el Sr. Hernán Leyba, Cónsul de Venezuela en Curazao. De ahí que si no se encontró esa partida de bautismo durante los veinticinco años en que diversos investigadores trataron de hallarla, es porque nunca existió, y si tal sucede es porque Manuel Piar no vino al mundo en Curazao.

Hay otros hechos igualmente concluyentes sobre la imposibilidad de que María Gómez haya sido la madre de Manuel Piar. Su edad: De haberlo parido en 1774, como dice el cuestionado documento, ¿Qué edad tendría para 1802, cuando casa con Pedro Colombo, de quien tiene dos hijas. De haber engendrado a Piar en 1773, a la corta edad de 14 años, tendría para la fecha de su matrimonio con Colombo la muy avanzada edad (de acuerdo al ritmo biológico de hace dos siglos y medio) de 42 años; y 43 y 44 respectivamente; al parir sus hijas. Para 1880 las posibilidades de contraer matrimonio para las mujeres de 39 años era, de 0,05. Nos olvidamos que el régimen dietético de nuestro tiempo, auxiliado por la medicina, la cosmetología y la odontología, han prolongado la juventud de las mujeres. Se nos hace difícil pensar que Pedro Colombo contraiga matrimonio con una mujer de tanta edad. De ahí que pensemos que sí la Gómez casó con Colombo en 1802, como sí lo prueban los documentos, y parió dos hijas en los años siguientes, nunca pudo ser la madre de Piar, ni en 1774 (como pretende el documento), ni en 1777, ni en 1782, en que nació realmente Piar.

La verdadera razón del fusilamiento de Piar: Como ya se ha comentado suficientemente en el texto, expresándolo a través de las reflexiones del Pbro. Remigio Pérez Hurtado, las causas invocadas contra Piar estaban totalmente viciadas e injustificadas para condenarlo a la última pena, previa degradación. No deja de llamar la atención que hombres tan honestos e idóneos como los que integran el Consejo de Guerra lleguen a tal veredicto, por grande que haya sido la presión y manejos del Libertador para eliminarlo, Fernando Galindo, su abogado defensor, que tan indignado se muestra contra el Libertador hasta el punto de echárselo en cara abruptamente luego de la ejecución, antes de desertar, como lo hicieron innumerables soldados y oficiales al creer a Bolívar un peligroso déspota. Galindo, a pesar de lo que dice el representante de los Estados Unidos, es un hombre justo, valiente y cabal, que en modo alguno hubiese secundado a Bolívar en el ajusticiamiento de Piar. La ejecución de Piar no es una decisión de los siete jueces, sino de toda la oficialidad. ¿Qué ha podido determinar tal unanimidad de criterios si las pruebas que están a la vista son insuficientes? El Padre Pérez Hurtado piensa que Piar pudiera estar en connivencia con su tío Juan VI de Portugal, (¿Dónde pudiera encontrar un militar probado y de su estatura, que además es sangre de su sangre?) a la sazón en Brasil, para segregar Guayana de Venezuela. Fernando Galindo, como puede leerse en la defensa, le da mucha importancia a los papeles hallados a Piar donde se prueba que desciende de los príncipes de Portugal. Como también extraña el extravío que sufren estos documentos. De haberse probado una confabulación entre Piar y los portugueses, aquel se habría convertido en reo de alta traición, siendo perfectamente comprensible su condena a muerte previa degradación, tal como lo quiere José Antonio Anzoátegui, su intimo amigo. De haber sido ésta la situación, y tomando en cuenta la potencia militar de Portugal hubiese sido de una gran peligrosidad, como lo señala el confesor de Piar, fusilar a “un príncipe de la sangre”, haciendo público el parentesco y la razón del fusilamiento. De haber sido esto cierto, es muy posible que el Libertador hubiese llamado con suma cautela a toda su oficialidad para enterarla del asunto. A pesar de estas razonables suposiciones son tan pocos los hechos concretos que la respaldan que sería excesivamente aventurado lanzar esta hipótesis.

He aquí otros documentos y testimonios donde se afirma que Manuel Carlos Piar era hijo del Príncipe y de Belén Aristeguieta: Leandro Aristeguieta hace la siguiente afirmación por escrito en San Félix el 26 de agosto de 1906: La señorita Soledad Xerez de Aristeguieta casó secretamente con un Príncipe de Braganza. En el año de 1874 me encontré en Caracas con el Deán de esta Catedral, Pbro. José Leandro Aristeguieta, mi tío carnal, quien me informa que el general Juan de Mata Guzmán había ido a buscarle en nombre de su hermano el general Antonio Guzmán Blanco, Presidente de la República, y que éste le había mostrado unos documentos que en pergamino que fueron encontrados por el Dr. Zacarías Briceño en los archivos de Maturín; documentos que comprueban eficazmente el matrimonio de la señorita Belén Soledad de la Concepción Xeréz de Aristeguieta con el Príncipe de Braganza, y los cuales deben existir en los archivos de la sucesión Guzmán Blanco. La madre de Guzmán Blanco, como ya hemos dicho, era sobrina de Doña Belén Soledad Xeréz de Aristeguieta. (Cita de Tavera Acosta, Anales de Guayana). Don José Aristeguieta, nieto de Don Miguel de Aristeguieta y sobrino de la enigmática Belén Soledad escribe: que habiéndole llamado la atención que el Pbro. José Félix Blanco cada vez que se refería a Piar lo llamaba el Príncipe, le preguntó a su abuelo por la razón de tal apodo, respondiéndole éste: Piar era mi primo, hijo de don José de Braganza y Doña Belén Soledad Xeréz de Aristeguieta. Existe una carta muy significativa de Don Miguel de Aristeguieta a su primo Carlos Soublette, donde le dice, refiriéndose a Bolívar: lo único que yo no le perdonaré nunca es la forma en que sacrificó a Manuel Carlos: pues como el sabe, como yo, que por las venas de éste corría sangre de nobles y sangre de su sangre. Observa Tavera Acosta, que esta carta existe en el archivo de la familia Soublette.

En Maturín, ciudad liberada tres veces por Piar, se encuentra en 1874 la partida de matrimonio de Belén Soledad con el Príncipe de Braganza. Señala Don Ángel Núñez que en 1780 llegó a Caracas el joven Príncipe de Portugal y llevó amores con la señorita Concepción Aristeguieta. El Príncipe, al saber que estaba grávida, puso en juego todas sus relaciones y consiguió su entrada al Convento de las Concepciones (Tavera afirma que fue el Pbro. Juan Félix de Aristeguieta, Vicario General en ese momento y pariente muy próximo de la presunta madre de Piar, quien hizo las diligencias). En el Convento dio a luz en 1782 a un joven, que su padre Braganza se lo entregó al carpintero Fernando Piar y a la concubina de éste, María Isabel Gómez. El Príncipe les dio diez mil pesos y lo llevaron a Curazao, donde lo educaron el tiempo de su mocedad: el Príncipe les daba cincuenta pesos mensuales. El joven Manuel Piar estudió gramática castellana, francés, holandés, aritmética y geografía; se ejercitó en los ejercicios gimnásticos, en el florete y el sable. Fernando Piar hizo dos reconocimientos, uno ante el Capitán General de Caracas y otro ante el Gobernador de la Isla de Curazao. Lo que explicaría el porqué Piar recibiese mejor instrucción y tuviese, tanto en Curazao como en las posesiones británicas, trato de ser blanco de origen y hasta noble. El Príncipe le consiguió a su hijo Manuel, el puesto de guardiamarina en un navío inglés; dos años estuvo en esa profesión; y cuando su padre regresó de Portugal, le dejó cien mil pesos colocados en distintos comerciantes de la isla, al 3/4% mensuales.

Landaeta Rosales habla sin ningún conocimiento de una presunta pobreza de Piar. Hay testimonios de haber sido un individuo adinerado. Era propietario, hacia 1813, de un navío, artillado, en el que se trasladaba de Trinidad a Güiria, con Mariño y cuarenta hombres.

Como es dado observar, son numerosos y fidedignos los documentos y testimonios que afirman que Manuel Carlos Piar era hijo del Príncipe heredero de Portugal, quien lo engendró en una mantuana de la familia Aristeguieta.

Cuando la emigración a Oriente en 1814, Belén huyó hacia San Thomas por vía marítima. Luego de siete años (es decir en 1821) Belén regresó a Venezuela, residenciándose en Angostura por un tiempo, para luego retornar a Caracas, todas sus hermanas volvieron a Caracas donde tenían posición social y económica. ¿Por qué regresó a Venezuela por la vía de Angostura, tierra que le era ajena, para volverse luego de un tiempo a Caracas? De haber sido realmente la madre de Piar, como lo creemos, su extraño itinerario cobra sentido.

A comienzos de 1986 el Dr. Enrique Aristeguieta entrevistó en Puerto Cabello, donde vivía, á Vicente Emilio Perrone, de 79 años de edad, hijo del Sr. Domingo Perrone. Ratifica el Sr. Perrone el juicio, la hija de Piar, María Isabel Piar Boom, engendró dos hijas naturales: Emilia, su antepasada, y Carlota Piar, quien casó con Lord Robert Syers, siendo los padres de Roberto Syers Piar, quien publicó importantes estudios, igualmente silenciados, sobre su ilustre abuelo.

Nuestros historiadores que, dicen ser revolucionarios, deben certificar muy bien la veracidad de los hechos acaecidos, y no dar opiniones someras al pueblo sobre la Historia Patria,

No es ninguna historia fabulada, como la historiografía oficial quiere hacer ver. Más bien es una historia silenciada y retenida.

Parte de lo aquí escrito también yo se lo escuché al Dr. Enrique Aristeguieta Grancko en 1956, donde el afirmaba que era pariente de Manuel Carlos Piar. Lo comentaba con un religioso Historiador y Visitador Provincial de una Congregación Cristiana, y un profesor universitario.

Salud Camaradas, Bolivarianos.
Hasta la Victoria Siempre.
Patria Socialista o Muerte.
¡Venceremos!

Manuel Taibo
Correo-e:manueltaibo@cantv.net

21 de marzo Día Mundial del Títere 2012


Mensaje del Día Mundial del Títere 2012

Con gesto decidido cerramos periódicos y noticiarios y brindamos por el arte y la fraternidad, hoy es día de fiesta, celebramos el Día Mundial de la Marioneta.

No podemos olvidar el dolor, la realidad de las desgracias y penurias que afligen al mundo, pero precisamente porque no queremos olvidar, nos damos el compromiso de celebrar la dignidad humana, el afán insaciable de los humanos de afirmar la vida frente a la mala fortuna y la muerte.

El arte es un canto a esta dignidad, reúne en una marea continua a las generaciones pasadas y futuras, las culturas y los clanes, en torno a la poesía. El arte establece la complicidad de la mira-da entre personas que se maravillan juntas, creador y espectador, en la exploración de lo desco-nocido. Todo acto artístico es un grano de arena en el engranaje de la realidad.

El arte de la marioneta se dirige a estos objetivos a buen paso. Cada vez que animamos un per-sonaje firmamos una declaración de independencia. Hija rebelde de las artes de la imagen y de la palabra, de la interpretación y de la narración, la marioneta afirma el compromiso con la inocencia, paraje de la felicidad y convoca también el otro extremo, la crueldad.

La inocencia es importante, es armoniosa y fértil, como testimonian Jarry o Kurosava, Miró o Ar-seniev y tantos otros.

A la crueldad conviene tomarle las medidas del traje y mirarle a la cara con sarcasmo.

"El animal vive en la naturaleza como el agua dentro del agua" (M.Eliade). La marioneta vive en el imaginario como el agua dentro del agua. Territorio donde la razón linda con los flujos de la ani-malidad y del vegetal, de la tierra y del agua, el imaginario es la reserva de energía de personas y tribus y la marioneta campa por él como un rey, no analiza, no interviene, prospera.

"El signo diferenciador del animal humano es la animación y la primera animación que hace el hombre son los dioses. La animación nos hace personas." (P.Sloterdijk). La mordacidad de esta reflexión filosófica impregna de humor el acto principal del titiritero: dar vida a lo inanimado y con-vocar a las personas en torno a esta brujería.

Hace ya algunos años, un puñado de marionetistas tuvo el acierto de crear una organización para potenciar los intercambios internacionales. Unima, convertida ya en una realidad consolidada y extendida a todo el mundo, es ahora más necesaria que nunca para dirigir los esfuerzos gremiales hacia los objetivos del arte y la dignidad humana.

Así, loemos a los dioses por concedernos esta profesión, agradezcamos a nuestros abuelos la creación de Unima y celebremos el esplendor del arte del imaginario, brindemos por la marioneta.

Compañeros, ¡BUENA FIESTA tengamos!

Joan Baixas

Joan Baixas, pintor y marionetista, crea espectáculos y performances con gran contenido visual basados en pintura en vivo y en directo, video proyecciones y manipulación de objetos, contando historias contemporáneas breves. Su compañía, Teatre de la Claca, colaboró con pintores como Joan Miró y Roberto Matta así como con músicos, actores y bailarines y presentó sus produccio-nes por todo el mundo.

Dirigió el Festival de Teatro Visual y de Títeres de Barcelona, así como numerosos eventos. Ha trabajado también para televisión, moda y publicidad. Ha publicado poesía, y artículos sobre sus experiencias profesionales e impartido cursos en el Institut del Teatre de Barcelona y otras instituciones internacionales.

Por favor, aún no.