sábado, 19 de noviembre de 2011

Un Señor llamado Pacheco


por Bruno Mateo

 
Cuenta la historia que cuando Caracas era la ciudad de los “techos rojos” en el Waraira Repano, el hermoso cerro que bordea la ciudad y nos separa de la Guaira, vivía un señor que cultivaba claveles,  llamado  Pacheco. Nuestro amigo siempre bajaba durante  la época de navidad a vender la cosecha de  flores en la plaza del mercado, dice el abuelo a su querida nieta. La inquieta niña oye con atención lo que su abuelo cuenta y enseguida pregunta: ¿Y por qué el Señor Pacheco bajaba? El abuelo sonríe y contesta: Porque él es quien trae la navidad a Caracas, además de que hace mucho frríííooo. El señor abraza a su nieta. Es hora de dormir. Mañana comienza Diciembre y el abuelo prometió llevar a su nietecita al Cerro del Waraira.  Yo quiero saber más del Señor Pacheco, dice la muchachita. ¡Es hora de dormir!, indica el abuelo. Pero si me cuentas un poquito más te prometo que…, replica. ¡No, Ciprianita! Es de noche. Vamos a hacer algo si te acuestas ahora te podrás levantar más temprano y así llegaremos de primero al cerro donde vive Pacheco, dice astutamente el anciano. La pequeña piensa. Le da un enorme beso a su querido abuelo y alegre se acuesta.    El viejo se aleja, pero cuando llega a la puerta, se voltea y  dice: Ciprianita mañana es diciembre, pronto llegará la Navidad y tal vez puedas ver a tú sabes quién. Y con su gran sonrisa se despide. Ella sólo piensa en la historia que recién escuchó.

Al día siguiente, se levanta muy contenta porque la llevarían al cerro. Se montarían en el teleférico y luego tomarían chocolate caliente.  Todo está listo. El viejo abuelo  y Cipriana se van directo a la montaña. Al llegar allá, siente un frío intenso. El lugar es neblinoso. Los dos viajeros deciden ir hasta el pueblo de San Isidro que se encuentra a poca distancia de la estación del teleférico. Mientras caminan, la niña, se imagina que por allí debe vivir Pacheco, el señor de quien su abuelo le habló. A mitad de camino sienten que caen unas gotas. ¡Oh! ¡Oh! Va a llover. ¡Vente Cipriana!, dice el abuelo, vamos a esa cabaña para que no nos mojemos. Ambos se meten dentro justo a tiempo. El chaparrón de agua cae con truenos y relámpagos. Tal vez es la casa de un guardabosque. La lluvia es cada vez más intensa y la muchachita siente un poco de temor por lo que se abraza duro a su abuelo. Se escuchan truenos muy fuertes. Y ellos están un poco alejados. El abuelo, para pasar el tiempo, empieza a contar historias de cuando él era un chamito. No se sabe si fue por el cuento o la larga espera que los dos caen rendidos de sueño. Al despertar ellos se dan cuenta de que algo no está bien. ¿Qué hora es?, pregunta la niña. El abuelo no tiene idea. Sólo sabe que deben irse inmediatamente. Es muy tarde y pronto va a anochecer. De repente, escuchan el rugido de un animal y se asustan. Dicen algunos que en el Warairarepano hay pequeños leones montañeses, que en América los llaman pumas.  Hay que salir, debemos bajar a Caracas, señala el abuelo. Y caminan muy rápido hacia la estación. No logran verla. El lugar se llena de neblina. Una nube espesa no permite ver nada. ¡Abuelo!¡Abuelo! ¡Tengo miedo!, dice Ciprianita. No hay que temer hija. Tu abuelo está contigo, responde. Se vuelve a escuchar el rugido de un animal. El frío es penetrante y ellos parados allí sin saber adónde ir. ¡Hola!, oyen una voz. ¡Hola! La escuchan más cerca. Y de pronto  aparece de la nada un señor alto, de cabello y ojos negros con una sonrisa en los labios y unas flores amarillas en sus manos. Parecen que se perdieron, acota el aparecido. ¡Si señor! ¡Así es!, aclara el abuelo. ¡Síganme! Yo los guiaré  hasta Caracas. Ellos lo siguen por un camino de tierra. El rugido del puma queda en el aire.

Cipriana y su abuelo están atónitos. No creen lo que les sucede, pero aún así confían en que todo saldrá bien. Caminan y caminan hasta que, por fin, llegan a un jardín cundido de claveles de todos tamaños y colores. Hay amarillos como el Sol. Rojos como tomates. Azules como el mar de la Guaira.  Sin embargo, hay una flor que sobresale. Es  muy bella y lo más extraño es que sus pétalos son de siete colores. Parece un  arcoíris. Esa flor es única en el mundo. Ellos están tan maravillados que ni se percatan  de que el señor avanza   con una carreta llena de claveles y girasoles. ¡Vengan!, No se queden allí, grita eufórico el desconocido, todavía  queda camino por andar y pronto será diciembre.  Emprenden de nuevo la caminata. El paisaje del cerro empieza a variar. Hay más sol. Y ya se ven los edificios de la ciudad. Ciprianita contenta grita duro,  ¡Llegamos, abuelo! ¡Llegamos! ¡Llegamos! Ya se pueden oír las cornetas de los carros. Ellos llegan a la ciudad gracias al hombre viejo  aparecido de la nada. Falta un poco nada más, indica con una sonrisa el señor, ahí mismo está la Puerta de Caracas y un poco más allá la plaza de la Pastora. El abuelo reacciona y le viene a la cabeza el cuento que le echó a su nieta la noche anterior. Comienza a pensar: si este señor vive arriba en el cerro, cultiva claveles y conoce tan bien los caminos del Waraira, entonces este señor es Mira  a Ciprianita. Ella le dice emocionada: Abuelo, yo creo que este señor es…Y como una explosión de alegría se oyen voces que corean: ¡Ahí viene Pacheco! La gente arremolinada espera la entrada del bondadoso jardinero del Waraira Repano.

 
Caracas, 16 de noviembre de 2011
Sacven No. 9.070

viernes, 4 de noviembre de 2011

MALAS PALABRAS

por Perla Szuchmacher (Q.E.P.D)
Textos de las canciones: Antonio Machado.

Personaje: Flor, una mujer adulta.


Espacio: El lugar de trabajo de Flor.

Una mesa y una silla.

Sobre la mesa: una máquina de escribir mecánica, papeles, pilas de libros, un diccionario, una lámpara, lápices, plumas, engrapadora, clips, etc.

La actriz animará los objetos que están sobre la mesa para ir contando la historia. A cada personaje corresponderá un objeto.

Es imprescindible que en el trabajo de montaje, la actriz improvise con todos los objetos, para encontrar los más adecuados a cada personaje. De la misma manera se crearán las imágenes que se sugieren en el texto. Los objetos también se utilizarán para producir sonidos y enriquecer las atmósferas.

El aspecto sonoro debe ser tan importante como el aspecto visual.


Flor:
Canta:
Moneda que está en la mano
quizá se deba guardar;
la monedita del alma
se pierde si no se da.

(al público)

La tarde que mi madre me enseñó esa canción, estaba bordando y se picó el dedo con la aguja. Se quedó mirando la gotita de sangre, los ojos se le llenaron de lágrimas, y yo pensé que era horrible picarse el dedo con una aguja y que nunca me iba a dedicar a bordar, ni a coser, ni a operar personas porque después hay que coserlas.

PAUSA

Yo tenía un amigo, el Pelos, así le decíamos, no había manera de que estuviera peinado, siempre parecía recién levantado. Bueno, con el Pelos jugábamos, platicábamos, armábamos rompecabezas y teníamos una actividad secreta.

Nos encerrábamos en mi cuarto con el diccionario a buscar palabras prohibidas, groserías. “Malas palabras”, así les decíamos. ¡Cómo nos divertíamos, era apasionante! A veces mi mamá entraba al cuarto y nos veía tan metidos en la lectura del diccionario que no nos quería interrumpir.
Yo la oía comentar con mi papá: Están estudiando, no los molestes. Al rato llegaba con una charola con chocolate y pan dulce para merendar.

PELOS: Entonces yo estaba subido en la banca cantando con los pantalones abajo, cuando entró la maestra.
FLOR NIÑA: ¿Y te regañó?
PELOS: No, le dio mucha risa y no me dijo nada. Trae el diccionario, hoy nos toca la P.
FLOR NIÑA: Pendiente, pendular, pendenciero, ¡mira ésta!
PELOS: Está buenísima, ¿llamamos a Benítez y se la decimos por teléfono?
FLOR (al público)
Benítez, era el vecino de enfrente. Era un niño flaquito y asustadizo. Los papás de Benítez eran horribles. Le gritaban todo el tiempo, le pegaban y habían decidido mandarlo a una escuela militarizada “ para ver si se compone” decía su papá. Ah...pero eso sí, le compraban unos juguetes carísimos, lo llenaban de juguetes, tenía de todo. Por eso lo invitábamos a jugar, para usar sus juguetes.
PELOS: Ya háblale.
FLOR NIÑA: Bueno, ¿Está Benítez? De parte de Flor y el Pelos. ¿Benítez, por qué lloras? ¿En serio? Ni modo, que te sea leve. Está castigado, otra vez.
PELOS: Siempre está castigado.
FLOR NIÑA: ¿Armamos un rompecabezas?
PELOS: No, ya me voy, me dejaron mucha tarea.
FLOR NIÑA: ¡La tarea! Mamá, mamá, mamá ¡Mamá, en la escuela me pidieron que lleve una foto de cuando era bebé - bebé!
MAMÁ: ¿Para qué?
FLOR NIÑA: Es un secreto. No puedo decir nada.
FLOR (al público)
Se acercaba el día de la madre y estábamos preparando el regalo. El mío era un portarretratos, le iba a pegar fideos en todo el borde y luego los iba a pintar de colores, en el centro se ponía la foto. La maestra había insistido en que fuera una foto de las primeras, de recién nacidos.
MAMÁ: Deja que busque.
FLOR (al público)
Fue por el álbum y se tardó un largo rato. Volvió con los ojos húmedos y una foto.
MAMÁ: Ten, ésta puede servirte.
FLOR NIÑA: ¡No! Ya estoy muy grande.
MAMÁ: Tenías casi dos años.
FLOR NIÑA: Tiene que ser de bebé - bebé.
MAMÁ: Eras una preciosa bebé a los dos años.
FLOR NIÑA: ¡No! La maestra dijo de bebé - bebé, de meses.
MAMÁ: No tenemos, lo siento.
FLOR NIÑA: ¿Nadie me sacó fotos de bebe - bebé? ¿Ni la tía, que me quiere tanto? ¿Estaba muy fea, o qué?
MAMÁ: No teníamos cámara en esa época, la compramos después.
FLOR (al público)
El día de la madre le entregué el portarretratos con mi foto de dos años y le gustó mucho. Se puso a llorar, para variar, pero de alegría.
Desde el día de la foto yo me había quedado con la sensación de que mi mamá me ocultaba algo.
PELOS: ¿Armamos un rompecabezas?
FLOR NIÑA: No.
PELOS: ¿Jugamos a algo?
FLOR NIÑA: No.
PELOS: ¿Buscamos malas palabras?
FLOR NIÑA: No.
PELOS: ¿Qué te pasa?
FLOR NIÑA: Nada, no quiero hacer nada.
PELOS: Bueno, entonces me voy.
FLOR NIÑA: No, espérate, te quiero contar algo.
FLOR (al público)
Le conté lo de las fotos y también que un día había estado buscando ropa de bebé para vestir a las muñecas y tampoco la había encontrado.
PELOS: ¿Se cambiaron de casa? A veces en las mudanzas se pierden cosas.
FLOR NIÑA: No, siempre hemos vivido aquí. Bueno, eso creo.
FLOR (al público)
Me quedé pensando en lo de la casa, a lo mejor sí habíamos vivido en otra casa y yo no lo sabía.
FLOR NIÑA: ¿Mamá, siempre vivimos en esta casa?
MAMA: Si.
FLOR NIÑA: ¿Desde que yo era bebé – bebé?
MAMÁ: Esta casa era de tus abuelos, y ahora es nuestra, siempre vivimos aquí.
FLOR NIÑA: ¿Y yo?
MAMA: Tu también, ya te lo dije.
FLOR (al público)
Mi papá estaba leyendo en la sala, parecía que no oía, pero en ese momento, dejó el libro, miró a mi mamá, levantó las cejas, y... siguió leyendo.
Mi mamá estaba pálida, pálida y tomaba aire, así, como cuando uno se prepara para decir algo importante. Pero no dijo nada, suspiró y no dijo nada.
En la noche, después de cenar, se encerraron en su cuarto y hablaban y hablaban y mi mamá lloraba y mi papá la consolaba, pero en realidad no podía oír de qué estaban hablando. Oía palabras sueltas, fotos, casa, pero no entendía nada.
Empecé a tener pesadillas horribles, me despertaba gritando.
ESCENA SIN TEXTO: LAS PESADILLAS DE FLOR.
FLOR NIÑA: ¡Mamá!
MAMÁ: ¡Flor! ¿Qué pasa, chiquita?
FLOR NIÑA: Tuve un sueño horrible.
MAMÁ: Cuéntamelo.
FLOR NIÑA: No me acuerdo, sé que era algo horrible, pero no me acuerdo.
MAMÁ: Ya, Flor, no pasa nada, duérmete.
FLOR: (al público)
Un día empecé a recordar mis sueños. Ya no eran horribles, eran raros.
FLOR NIÑA: Ma ¿te cuento un sueño? Ma, viste que en los sueños siempre pasan cosas raras y las cosas son pero al mismo tiempo no son. ¿Cómo te explico? Por ejemplo el otro día soñé que íbamos a casa de la tía y llegábamos a una casa que no era para naaaaada la casa de la tía, pero en el sueño yo sabía que era la casa de la tía.
MAMÁ: ¿Y cómo era la casa?
FLOR NIÑA: ¿Cuál casa?
MAMÁ: La de la tía.
FLOR NIÑA: Era...no me acuerdo, lo que te quiero contar es otra cosa, otro sueño.
En este otro sueño estaban tú y papá, pero diferentes, eran otros, pero yo sabía que eran ustedes, bueno, resulta que esos otros que yo sabía que eran ustedes me daban una carta, bueno no me la daban así no más, yo la tenía que encontrar, como cuando jugamos a la búsqueda del tesoro, me iban dejando pistas, por fin la encontraba y cuando la quería leer todas las letras salían volando y yo las perseguía y cuando las alcanzaba y las ponía otra vez en el papel estaban todas revueltas y no se entendía nada.
FLOR (al público)
Ese día mi mamá me enseñó otra canción:
Canta:
Si vivir es bueno, es mejor soñar,
y mejor que todo, madre, despertar
Por algún tiempo se me olvidó el tema de las fotos. Tenía otras preocupaciones.
MAESTRA:
Flor está muy distraída en clase.
Flor no trae las tareas.
Flor se pelea con sus compañeros.
Flor ha bajado sus calificaciones.
Me los traes firmados para mañana, y quiero hablar con tu mamá.
FLOR NIÑA:
Flor está muy distraída en clase.
Son bien aburridas sus clases.
Flor no hace las tareas.
Sí las hago, pero mis tareas son diferentes.
Flor se pelea con sus compañeros.
Ellos siempre me están molestando
Flor ha bajado sus calificaciones
Ay, ni que hubiera bajado tanto. Tenía seis.
PELOS: Ay Flor, te deberías aplicar un poco.
FLOR NIÑA: Uy, si, Pelos, el aplicado. A ti te suspendieron por cantar en calzones sobre la banca.
PELOS: Bueno, ya, vamos a buscar palabras.
FLOR NIÑA: ¡Encontré una que está buenísima!
PELOS: ¿A ver?
FLOR NIÑA: Gofrar.
PELOS: ¿Y qué quiere decir?
FLOR NIÑA: Adivina.
PELOS: Ya sé, es cuando te subes a un caballo y vas galopando y galopando y de repente, el caballo se para, levanta la cola y se pone a gofrar.
FLOR NIÑA: No. Cómo crees.
PELOS: Es cuando te subes en un carrusel que da vueltas y vueltas y vueltas. Y a ti te dan ganas como de gofrar. ¡Ya bájenme que quiero gofrar!
FLOR NIÑA: No. Eso tampoco es gofrar.
PELOS: ¿Pero gofrar es una “mala palabra”?
FLOR NIÑA: No, es que las “malas palabras” ya me aburren, son siempre las mismas. Búscala en el diccionario y también busca otorrinolaringólogo.
PELOS: ¿Qué?
FLOR NIÑA: Otorrinolaringólogo. Es el doctor que cura los ornitorrincos.
PELOS: ¿De veras?
FLOR NIÑA: No, menso. Y ya me voy, que hoy viene mi tía a comer.
FLOR (a público)
Unos días antes de cumplir los 10, vino mi tía de visita. Durante la comida yo noté algo extraño. Mi tía, que siempre era muy alegre, estaba seria. Mi mamá se olvidó de servir la sopa y cuando se dio cuenta se quedó mirando la cuchara y los ojos se le llenaron de lágrimas. Mi papá estaba distraído y no se acabó su postre. Eso era rarísimo pues siempre pedía más. Cuando mi mamá sirvió el café me mandaron a jugar afuera. Yo usé un truco que había visto en muchas películas, ese de hacer ruido con la puerta pero quedarse del lado de adentro y así pude escuchar esta conversación.
TÍA: ¿Qué están esperando para decirle?
MAMÁ: Que sea un poco más grande.
TÍA: Ya está por cumplir 10 años. Debieron habérselo dicho antes.
MAMA: ¿Tú crees? Estamos bien así.
FLOR (a público)
Estaban hablando de mí, no había ninguna duda. Yo era la que estaba por cumplir 10 años.
¿Pero, qué era lo que debieron haberme dicho antes?
Yo no me movía, casi ni respiraba, para que no notaran mi presencia y así poder seguir escuchando, cuando de repente, lo típico, me empezó a picar la nariz.
MAMÁ: ¿Flor, estás ahí?
TIÁ: ¿Flor, estás ahí?
FLOR NIÑA: No, si, estaba saliendo, adiós.
FLOR (al público)
Corrí al jardín y allí me quedé toda la tarde tratando de adivinar, mientras me columpiaba, qué sería eso que debieron haberme dicho antes.
DOS OBJETOS ACOSAN A FLOR.
OBJETO 1: Pssst, Flor...
FLOR NIÑA: ¿Que?
OBJETO 2 : Pssst, Flor...
FLOR NIÑA: ¿Que?
OBJETO 1: Ya dile...
FLOR NIÑA: ¿Que?
OBJETO 2: Dile tú...
FLOR NIÑA: ¿Que?
OBJETO 1: ¡Vas a tener un hermanito!
FLOR NIÑA:¿De veras?¡Qué bueno!
OBJETO 2: ¡Se van a cambiar a otra ciudad y tendrás que dejar tu escuela!
FLOR NIÑA: ¡Qué bueno, no me gusta esa escuela!
OBJETO 1: ¡No te van a festejar tu cumpleaños!
FLOR NIÑA: ¡No es cierto!
OBJETO 2: ¡Tus papás se van a divorciar!
FLOR NIÑA: ¡Es mentira!
OBJETO 1: Si, se van divorciar.
FLOR NIÑA: ¡Ya cállense!
OBJETO 1: Déjala ¿no ves que se está asustando?
OBJETO 2: Niña miedosa y escandalosa. Niña espantada, niña espantosa.
FLOR (al público)
Cuando regresé a la casa, estaban encerrados en su recámara y discutían. Primero fuerte, luego supongo que me oyeron entrar y siguieron hablando muy bajo. Así se pasó toda la tarde.
Cuando salieron del cuarto, vi que mi madre tenía los ojos rojos, rojos de llorar, pero ya los tenía secos y con una expresión firme, decidida. Miró a mi papá y ahora ella levantó las cejas. Y a mi papá se le humedecieron los ojos, algo que yo nunca había visto. El mundo se estaba poniendo de cabeza, nada era como siempre había sido. Y en ese momento yo no sabía que eso era solo el comienzo.
PAPÁ: ¿Estás segura?
MAMÁ: Si, ya es el momento.

ESCENA SIN TEXTO, EN LA QUE FLOR SE ENTERA QUE ES UNA NIÑA ADOPTADA.

FLOR (al público)
Me quedé pasmada.
Adoptada, yo era una niña adoptada. Mis padres me habían elegido a mí, cuando tenía un año y medio de entre un montón de niños huérfanos de la Casa Cuna.
Habían hecho muchos trámites, habían firmado infinidad de papeles y me habían traído a esta casa, donde ya tenían un cuarto preparado para mí.
Me tomó un tiempo entenderlo.
Pero ese día no sabía qué pensar, ni sabía qué sentir, estaba tan confundida. Entonces hice algo que había hecho muchas veces, aunque mis papás no lo sabían.
Me subí al techo y allí me quedé, escondida, muchas horas.
Los oí llamarme, buscándome por toda la casa, los escuché hablar por teléfono a los parientes y a todos mis amigos, oí a mi mamá llorar a los gritos y no podía bajar. No podía decir: ¡Aquí estoy, ya no se preocupen! Simplemente no podía. Empezó a llover y yo seguía en el techo, empapándome y no me importaba.
Después de muchas horas, escuché la voz inconfundible del Pelos.
PELOS: Señora, yo creo que sé dónde puede estar Flor. Por favor no le diga que yo le dije, porque es un secreto, pero a ella le gusta mucho subirse al techo.
FLOR (al público)
Mi papá se subió y en un momento ya me tenía abrazada. Nos quedamos así un rato, sin hablar y después me hizo bajar con mucho cuidado.
Me encerré en mi cuarto y busqué el diccionario, necesitaba leer todas las malas palabras, las peores, las más groseras.
Adoptivo, va: dícese de la persona o cosa que uno mismo elige, a impulsos del amor, para tenerla por lo que realmente no es con respecto a él: hijo adoptivo, patria adoptiva. No entendí mucho, ¿qué era eso de a impulsos del amor?
Oía a mi mamá y a mi papá cuchicheando en la puerta, por fin tocaron
MAMÁ: Flor, abre la puerta, tenemos que platicar.
PAPÁ: Flor, por favor, abre la puerta.
FLOR NIÑA: No quiero verlos, no quiero hablar, son unos mentirosos los dos, los odio, los odio. ¡Ojalá se mueran!
FLOR (a público)
Me la pasé llorando, llorando y dando patadas a los muebles en mi cuarto, rompí muchos juguetes, los que más quería y también me lastimé una mano. Todavía tengo la cicatriz.
Más tarde, en la noche, oí a mi mamá que dejaba una bandeja frente a mi puerta.
MAMÁ: Flor, por si tienes hambre, aquí te dejo algo.
PAPÁ: Sería bueno que comieras, te compramos tu pan favorito.

FLOR (al público)
No contesté, quería que sufrieran como yo estaba sufriendo. Además ya había decidido dejarme morir de hambre. No comí nada y me dormí en el piso.
Al otro día amanecí con fiebre.
Mientras estuve enferma, el Pelos venía a visitarme, pero yo nunca lo quise ver. Estaba tan enojada. Me había traicionado, él era el único que sabía de mi escondite y me había traicionado.
Yo había escrito un letrero que decía: “El Pelos tiene prohibida la entrada a esta casa por traidor y mal amigo”, y lo había pegado en la puerta de mi cuarto.
Pero el Pelos venía y venía, un día hasta me trajo flores.
En una de esas veces, lo oí despedirse de mi mamá, tan triste, que estuve a punto de gritarle: ¡Aquí estoy, ven a charlar! Pero me contuve, para que aprendiera que a los amigos no se les traiciona.
Cuando lo oía llegar, me tapaba la cabeza con la almohada y me hacía la dormida.
Pero el Pelos insistía, así que cada vez que venía, mi mamá tenía que inventar alguna excusa.
MAMÁ: ¿Quién?
PELOS: El Pelos ¿está Flor?
MAMÁ: Está dormida.
PELOS: Ah...bueno, luego vengo.
PASO DE TIEMPO
MAMÁ: ¿Quién?
PELOS: El Pelos ¿está Flor?
MAMÁ: Le duele la panza.
PELOS: Ah...bueno, luego vengo.
PASO DE TIEMPO
MAMÁ: ¿Quién?
PELOS: El Pelos ¿está Flor?
MAMÁ: Tiene mucha tarea.
PELOS: Ah...bueno, luego vengo.
PASO DE TIEMPO
MAMÁ: ¿Quién?
PELOS: El Pelos ¿está Flor?
MAMÁ: Se fue al dentista.
PELOS: Ah...bueno, luego vengo.
FLOR (al público)
Pero el Pelos insistía, eso era bueno, digo, amigo traidor pero pertinaz. ¡Qué bonita palabra, pertinaz.! Yo la había encontrado en un libro, “lluvia pertinaz” y me hubiera gustado compartirla con el Pelos.
Al fin no me pude resistir el día que llegó a visitarme por enésima vez.
MAMÁ: ¿Quién?
PELOS: El Pelos ¿está Flor?
MAMÁ: ¡Fíjate que se acaba de dormir!
PELOS: Qué lástima, porque traigo un diccionario nuevo, que me acaban de regalar.
FLOR NIÑA: ¡Pásate, Pelos, ya me desperté!
PELOS: Tienes meses durmiendo, niña.
FLOR NIÑA: No me digas niña, me llamo Flor.
PELOS: Niña berrinchuda.
FLOR NIÑA: No soy una niña berrinchuda.
PELOS: ¿Ah, no? Desde el día que te subiste al techo ya no me hablaste. Eso es ser una niña berrinchuda.
FLOR NIÑA: ¿Por qué tuviste que decir que estaba ahí arriba? Ese era un secreto entre nosotros.
PELOS: Te juro que me aguanté todo lo que pude, pero cuando ví a tu mamá tan asustada, tuve que decirle.
FLOR NIÑA: Al fin que ni es mi mamá.
PELOS: ¿Qué?
FLOR NIÑA: Lo que oíste, no te hagas tonto.
PELOS: ¿Cómo que no es tu mamá?
FLOR NIÑA: Mi mamá no es mi mamá y mi papá no es mi papá.
PELOS: Ya, no estés jugando ¿cómo es eso?
FLOR NIÑA: Mejor no te digo, porque seguro vas a contárselo a todo el mundo. Ya sabemos que no eres muy bueno guardando secretos.
PELOS: ¿Es que nunca me vas a perdonar?
FLOR (al público)
Por supuesto que lo perdoné, era mi mejor amigo y le conté por qué me había subido al techo ese día. Nos pasamos toda la tarde buscando “malas y buenas palabras” en su diccionario nuevo. También le dije qué significaba pertinaz.
El Pelos se volvió loco con esa palabra. La usaba para todo, quería cambiarse el apellido y llamarse Pelos Pertinaz.
PELOS: ¿Bueno, Benítez? Aquí Pelos Pertinaz, vente a jugar. ¿Por qué? ¿En serio? Ni modo, que te sea leve. Está castigado un mes sin salir. ¡No va a poder venir a tu cumple!
FLOR NIÑA: No quiero fiesta, no quiero pastel, no quiero nada. Vete, ya no quiero jugar.
PELOS: Busquemos palabras.
FLOR NIÑA: ¿No entiendes que no quiero jugar? Vete.
PASO DE TIEMPO
FLOR (al público)
Con mis papás seguía enojada ¿Por qué no me habían dicho antes?
Ahora tenía que revisar todo lo que había vivido.
Mis padres eran mis padres y al mismo tiempo no lo eran. Mi abuela era mi abuela, pero no era mi abuela, mi tía... bueno la lista era interminable... Por ejemplo: ¿Los amigos de la familia, en qué categoría entraban? No quise festejar mi cumpleaños de 10, me negué terminantemente. Ellos se pusieron muy tristes, pero respetaron mi decisión.
Tuve una época en la que no les hablaba, les dejaba recados, algunos llenos de “malas palabras” las más horribles, las más groseras.
Un día el Pelos encontró uno de esos recados.
PELOS: ¿Por qué les dejas esos recados tan groseros? Tus papás son muy buenos contigo.
FLOR NIÑA: Ya te dije que no son mis papás.
PELOS: ¿Tu mamá te besa al dormirte?
FLOR NIÑA: Ahá.
PELOS: ¿Tu papá te enseñó a andar en bicicleta?
FLOR NIÑA: Ahá.
PELOS: ¿Tu mamá te cuida cuando estás enferma?
FLOR NIÑA: Ahá.
PELOS: ¿Tu papá te explica las multiplicaciones difíciles?
FLOR NIÑA: Si y qué, no son mis verdaderos padres.
PELOS: Eres muy necia, niña. ¿Y sabes qué? Merecerías que te hubieran tocado los padres de Benítez.
FLOR (al público)
Aunque yo no quería dar mi brazo a torcer, debía reconocer que el maldito Pelos tenía razón, la sola idea de que me hubieran tocado los padres de Benítez me puso la piel de gallina. Cuando faltaban unos días para cumplir los 11 mi mamá me preguntó qué quería de regalo.
FLOR NIÑA: Quiero ir a la Casa Cuna.
MAMÁ : ¿A la casa Cuna? ¿Para qué?
FLOR NIÑA: No sé, quiero ir a ver.
MAMÁ: No sé si se pueda, supongo que hay que pedir permiso.
FLOR (al público)
Supuse que mi mamá estaba tratando de dilatar el asunto. Pero no, hizo varias llamadas telefónicas, envió una carta y una tarde me llevó.
ESCENA SIN TEXTO EN LA QUE SE VE A FLOR VIENDO A LOS NIÑOS EN LA CASA CUNA.
FLOR NIÑA: ¿Por qué tú y papá me eligieron a mí?
MAMÁ: Estabas tan sonriente, agarrada a los barrotes de la cuna. Nos enamoramos de ti al momento de verte.
FLOR (al público)
Esa noche soñé que Benítez, el hijo de los vecinos de enfrente, esos vecinos horribles que se gritaban todo el tiempo, era mi hermano.
Me desperté sudando y corrí a la cocina. Allí estaba mi madre, haciendo un pastel que olía delicioso y cantando. La abracé muy, pero muy fuerte. Me encantaba su olor, y tenía la piel tan suave. Después corrí a abrazar a mi papá, que leía como siempre, en la sala.
MAMÁ: Feliz cumpleaños, Flor.
PAPÁ: Feliz cumpleaños, Flor.
FLOR (al público)
Con el tiempo me fui dando cuenta de que no era tan malo ser adoptada, mis padres me querían mucho, me cuidaban. Y cuando pasaba por la puerta de la casa de Benítez y oía los gritos, pensaba: ¡Qué suerte tuve de que me tocaran los papás que me tocaron!
Con el paso de los años me fui acostumbrando a la idea. No fue fácil, tenía muchas preguntas. Aún las tengo. ¿Pero quién no se hace preguntas?
¿Por qué me abandonaron? preguntaba todo el tiempo. Mis padres nunca pudieron responderme eso, pero a cambio me dieron seguridad y mucho amor.
Aprendimos a hacer bromas sobre el tema y hablábamos y hablábamos sin parar.
De mi mamá heredé las canciones y de mi papá el amor por los libros. Pude estudiar y tener una profesión, soy escritora.
Los juegos del diccionario me sirvieron mucho. Siempre me gustó jugar con las palabras. Las palabras no son buenas ni malas. Lo que importa es cómo se usan. Ahora sé que las únicas “malas palabras” son las que se callan.
Canta:
Si vivir es bueno, es mejor soñar,
y mejor que todo, madre, despertar.

DEDICADO A PERLA CON QUIEN COMPARTÍ UNA AVENTURA MARAVILLOSA. SIEMPRE TE RECORDARÉ.
Bruno Mateo

Por favor, aún no.