jueves, 30 de junio de 2011

Teatro Títeres Tuqueque


Entrevista realizada a Elaine Méndez, Directora y Fundadora del Grupo de Teatro Títeres Tuqueque.
Caracas, 30 de Junio de 2011

Bruno Mateo: ¿Cuándo te encontraste con los títeres?
Elaine: En el Jardín de Infancia Teotiste de Gallegos se presentó, en 1973, Nariz de Chancleta y la maestra Orlandita. Eso me cautivó. Entonces, pasaban Sopotocientos en canal 5, un programa venezolano de muñecotes hermosísimos. Ya memorizaba el cancionero infantil popular y soñaba estar en uno de esos programas mientras cantaba con el cable de la pulidora de mi casa. Consuelo, mi mamá, me acompañaba. Ella fue mi primera maestra de los cuentos y de los títeres. Como muchas mamás, ella era una maga de las carantoñas, de las historias, de los juegos, de hacer hablar una muñeca para que una se tomara la sopa; de las tradiciones.

BM: ¿Esa fue tu época preescolar?
Elaine: Sí. Fue determinante para mi vocación de cuentacuentos, tiritera y actriz. Los del Teotiste y del Jesús María Bianco íbamos a actos en el Aula Magna de la UCV, a ver teatro y conciertos de agrupaciones venezolanas y de otros países. Disfrutamos a Morela Muñoz, entre otras grandes artistas.
Bajo la dirección del maestro Sergio Moreira nos presentábamos sobre las tablas del Aula Magna. Como yo era salía, más de una vez, cuando se iba a retrasar un acto, me dijo mi maestra: “Elaine, agarra este micrófono y anda a hablar un ratico”, y del lado del público fue pura risa.

BM: ¿Y en el liceo?
Elaine: Fracasé. Mi mamá vencía el cáncer. Mi hermana mayor batallaba conmigo. Ella decía a los camaradas del PCV que yo era una mentirosa. En la UCV, los comunistas me mandaron a cuidar por Luis Márquez Páez, director del Teatro Universitario.

BM:¿Qué pasó por tu mente?
Elaine: Me sentí grande, respetada; las loqueras que decía eran importantes. Tenía sentido a los catorce años. Juan Gris, una versión libre del TU, me hizo sentir protagonista. Una vez invité a una amiga, hija de Zobeida, la “Muñequera”, para que nos viera. Y se río de lo lindo cuando, después de esperarme toda la obra, me vio vestida de negro, rodando una cortina, sacando una cama, y yo, de lo más orgullosa. Creo que Márquez Páez, como un tal Makarenko, sabía lo que hacía. A él —quien no aparece ni en wikipedia, a pesar de tanta gente que formó en los barrios de Caracas—le debo gran parte de mi vida artística.

BM: ¿Vivías jugando?
Elaine: Sí. Escuché al maestro Dimas González que había dos tipos de personas del teatro. Unas que no jugaron en la infancia y se hicieron actores para hacerlo de grandes. Otras, que jugaron tanto, que eligieron el teatro para poder seguir. Soy de las últimas.

BM: ¿Cómo te iniciaste con la labor titiritera y cuentacuentos?
Elaine: Primero fue con el Chichón de Cuentos, bajo la dirección de Armando Carías y de Rubén Martínez. Luego me inicié en los títeres con otra que también hablaba sola con los muñecos, Dulce de Lechosa. En un festival internacional de teatro me conecté definitivamente con los títeres: hice talleres, títeres por mi cuenta, a la carta (para comer ahí, para llevar), para dormir, para despertar; estudié, me aplazaron, me gradué. Hice trabajo voluntario, sin pago en el Teatro Naku, donde aprendí, sobre todo, a hacer a mano los sueños de titiriteros.

BM: ¿Cuándo creas Títeres Tuqueque?
Elaine: A mi retiro de Naku. En esa escuela había pasado cinco años construyendo títeres y funciones junto a Sonia González y a un equipo de gente muy valiosa que andan todavía haciendo de las suyas.

BM: ¿A qué público va dirigido tu trabajo?
Elaine: A titirimundachi. Aún no hacemos obras para adultos, por eso estos quieren ocupar primera fila en la función que preparamos para niñas y niños, y hay que pedirles que se sienten hacia atrás, porque son muy altos (o altas). Sin embargo, creo que tocamos más a los que están comenzando a jugar y a quienes están al final de la vida.

BM: ¿Prefieres el trabajo con muñecos que la actuación tradicional?
Elaine: Siento un profundo respeto por los actores y las actrices que estudian y trabajan en el escenario. Pero lo que hace un títere no puede hacerlo un actor. Los títeres pueden estrellar sus cabezas en el piso para expresar un sentimiento, abrir piernas y brazos en el aire, y levitar. El efecto de un muñeco, bien manipulado y bien interpretado, es fascinante. La magia la completa el público con el que nos topamos. Actores y títeres son hermanos, y cada quien tiene su magia, y pueden combinarse. De todas formas el títere es “el mejor representante del hombre en la tierra”, como escuché decir a Carlos Tovar, de Kinimarí.

BM: ¿Crees que los títeres tengan una función?
Elaine: Ninguna. Los títeres, como todo arte, no sirven para nada. Aunque los titiriteros estemos convencidos de que podemos cambiar el mundo.

BM: Cuéntame un día de trabajo del Tuqueque.
Elaine: El tiempo más largo y más difícil al que nos dedicamos es a la construcción de un taller, de telas, madera, pegas, teatrinos. Es trabajoso porque es económicamente duro. Cada vez que nos llegan las responsabilidades del alquiler, de servicios y actores y etcétera, respondemos con disciplina y coraje.

Para más información, visita:
Teatro de Títeres Tuqueque (en Facebook) o a teatrodetiterestuqueque.blogspot.com

sábado, 25 de junio de 2011

LA CRÓNICA PERIODÍSTICA. EVOLUCIÓN, DESARROLLO Y NUEVA PERSPECTIVA

LA CRÓNICA PERIODÍSTICA. EVOLUCIÓN, DESARROLLO Y NUEVA PERSPECTIVA
viaje desde la historia al periodismo interpretativo


Juan Carlos Gil González:
Licenciado en Periodismo y superado el período de docencia e investigación del doctorado en Periodismo;
Diploma de Estudios Avanzados (DEA). Redacción periodística y políticas de comunicación.
Investigador del "Grupo de Investigación en Comunicación y Cultura." Sevilla, España.
Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de Sevilla.


2) La crónica periodística: concepto y peculiaridades.

2.a) Peaje impuesto por el periodismo.
Todavía hoy el sustento de la prensa diaria es el mismo que hace cien años, es decir, que por muy notables que hayan sido los avances producidos en la técnica profesional de rellenar diarios, el soporte sigue siendo el papel. Por eso, el periodismo impreso ha sometido a la crónica a un tiempo de realización y a un espacio regular, controlado, fijo continuo e impreso y por ende caduco. Conviene en este punto analizar cuáles han sido las rutinas periodísticas para ver como éstas han afectado a la crónica.
1) Finalidades. En las sociedades actuales el periodismo exige a la crónica: a) comunicación periódica por esencia, es decir, voluntad de compartir y poner en comunidad un mensaje, independientemente de los diversos canales por los que se ofrezca; b) información por necesidad, lo que se pone en común, lo que nos forma -en, lo que nos inicia en cualquier materia; c) orientación a los receptores, deseo de darles los argumentos suficientes para que se enfrenten a la difícil tarea de comprender política y socialmente la realidad que les envuelve y finalmente d) entretenimiento.

2) Producción. Estas finalidades periodísticas que se imponen a la crónica también están sometidas, de un lado, a las condiciones de producción y de otro, al resto de elementos informativos que componen el periódico. El cronista está sujeto a una línea editorial que se le impone y que viene principalmente marcada por los intereses económicos de la empresa a la que sirve. Y su texto está completado tanto por elementos no verbales (fotografías, gráficos, infografías) como por elementos paralingüísticos (sección en la que está ubicada, página, titular, despiece).

3) La actualidad. Así pues, aunque las crónica periodísticas traten los temas más diversos (deportes, política, tribunales, toros...) el punto de unión que las identifica es la actualidad, característica, que como propone José Francisco Sánchez "mezcla dos ingredientes fundamentales para el periodismos: interés y tiempo." (1992, p. 159).

El valor temporal en el ámbito periodístico es de vital importancia puesto que los medios suelen informar de los acontecimientos del presente más inmediato. La crónica periodística es el relato de un acontecimiento pasado pero que se toma como presente informativo debido al reducido lapso de tiempo que media entre lo ocurrido y lo publicado.

Dentro del periodismo impreso el concepto de inmediatez ha tenido que ser redefinido. Debido a que los medios audiovisuales son más rápidos en la transmisión de información que los editados en papel, la crónica periodística impresa se centra más en dar respuesta al porqué y al cómo sobrevino el hecho seleccionado que ha ofrecer novedades sobre lo ocurrido. Esta última necesidad ya está satisfecha por otros canales.

4) El referente. Si la premisa anterior imponía a la crónica una finalidad instrumental; el referente (de lo que se habla) es el centro neurálgico del texto, es decir, la guía que marca las pautas y a la que el autor debe ajustarse. El discurso informativo debe dar conocimiento de ciertos hechos y comunicar dichos conocimientos a alguien.

La interpretación acerca de un hecho ocurrido y trascendente para el ideario colectivo es el material que encuentra hueco en los medios. En el relato periodístico el acontecimiento del que se habla adquiere una importancia decisiva: la información se juzgará a partir de su correspondencia o su desajuste con aquello de lo que da cuenta.

5) Los receptores. Por otro lado, hay que tener en cuenta la importancia que en los nuevos paradigmas comunicativos ha alcanzado el receptor. Tanto los actores de la información como los dueños de los diferentes medios de comunicación conocen, gracias a los estudios sobre las audiencias, a sus receptores potenciales. Este hecho influye de forma implícita (aunque cada vez es más explícita) en la redacción de los textos periodísticos y determina el sentido del mensaje.

A lo que debe aspirar un buen cronista periodístico es a reanudar cada mañana el contacto con sus seguidores. Si finalidad última es que el vínculo simbólico que une al autor con su público no se resquebraje por cualquier turbulencia comunicativa. "El periodista y sus lectores viven por fuerzan en unas mismas circunstancias de espacio y tiempo."(Lázaro, 1977, p. 11).

Si hacemos en breve balance de lo expuesto hasta estos momentos será fácil concluir que la crónica periodística es el resultado de la composición entre lo ocurrido (referente), la personalidad del cronistas y las particularidades de la audiencia, a lo que debe añadirse las condiciones de producción y organizativas.

6) La interpretación. La primera interpretación que sobresale en la crónica periodística procede de la imperiosa necesidad de reducir el hecho que se quiere narrar a lenguaje. Por eso Malmberg proponía que "cualquier percepción implica la interpretación de un continuum que puede y debe ser transformado en unidades discretas, esto es, separadas, distintas, sólo gracias a un procedimiento lingüístico." (Malmberg, 1991, p. 41). Esta operación lingüística debe, además, encajar en el espacio periodístico previamente elegido.

El cronista también tiene como labor hacer una interpretación sucesiva de la realidad, es decir, debe ser capaz de interconectar unos sucesos con otros, de posicionarse ante ellos y sobre todo, tener el ingenio suficiente para poder prever las posibles repercusiones de los hechos en la sociedad en general y en comunidad de lectores en particular.
Si el cronista capta bien el sentido de los hechos se ofrecerá una útil interpretación, en caso contrario errará en su intento. Por tanto debemos saber que "la interpretación es siempre algo que tiene dos caras o aspectos: comprender y expresar." (Gomis, 1991, p. 36).

2.b) La crónica periodística: un concepto esquivo y equívoco.
Consideramos que todo intento tendente a encerrar a la crónica en unos límites fijos, no sólo sería un error sino también un ataque a su polivalente esencia. Uno de sus rasgos definitorio es precisamente esa polisemia inherente, es decir, la versatilidad que muestra para adaptarse a las diferentes formas de contar un hecho, bien sea histórico, literario o periodístico.

Tampoco se ha conseguido que dentro del campo informativo la crónica tenga un sentido unívoco. La relativa indeterminación del concepto, debido a los usos que de ella ha hecho la profesión, es causa de la brumosidad de sus fronteras y consecuentemente de que la controversia haya aumentado.
De todas formas, no es inoportuno que se recuerde que esta pluralidad de significados y usos hunde sus raíces en un pasado bastante remoto. Prueba de ello es que Manuel Gaña, a principios del siglo XX, argumentaba que "el término crónica tiene una significación tan vaga y genérica en el periodismo, que no es posible fijar sus límites."(1984, p. 120).
La complejidad y la confusión se agudiza cuando acudimos a los diccionarios y analizamos las definiciones. Por ejemplo se defina 'crónica' de la siguiente manera: "un artículo periodístico en el que se comenta algún tema de actualidad.// sección de un periódico en la se trata una determinada clase de noticias" (Gran Enciclopedia Larousse, 1987).

Definición bastante errada y desafortunada. En primer lugar porque se equipara a la crónica con el artículo, género que, aunque comparte con él alguna que otra similitud, se inserta en otro nivel discursivo y con funciones totalmente diferentes. Si bien es cierto que los dos interpretan un acontecimiento, la crónica tiene como referente la realidad (los hechos, lo fáctico) y el artículo parte de la idea que el articulista se ha conformado del hecho.

Además, cualquier persona que tenga un leve contacto con los periódicos sabe que los artículos tienen como finalidad convencer al receptor de una determinada actitud ante la vida, para lo que se ponen en juego distintas técnicas persuasivas, mientras que la crónica, al interpretar, busca valorar, enjuiciar, criticar argumentando.

Otro error evidente de esta definición, bastante común por otro lado en los círculos periodísticos, es la identificación de la crónica con la sección de un periódico. Sección proviene de seccionar, es decir, cortar, fragmentar.

Este corte o ruptura sí tiene sentido en los periódicos, puesto que el ordenamiento consecutivo en secciones, con su estudiada disposición interna, se ha convertido en una práctica con la que los lectores se han familiarizado. Este acuerdo tácito permite que la lectura del periódico pueda iniciarse por cualquier punto sin alterar la estructura de las otras partes y sin afectar a la comprensión de lo narrado.

La justificación a esta necesidad la defiende Bastenier con el siguiente argumento: "hallamos una estructura de secciones de cuya suma debe deducirse la capacidad de representar todo lo que ocurre en el mundo, desde lo más grande y lejano a lo más pequeño y próximo." (Abstener, 2000, p. 81). Por tanto, la fragmentación de la realidad en diversos discurso temáticos (política, cultura, sociedad, economía...) no es más que una estrategia comunicativa para brindar a los receptores un relato finito de los hechos. En este sentido Gomis expone que "la realidad puede fragmentarse en unidades completas e independientes (hechos), capaces de interpretarse en forma de textos breves y autónomos." (Gomis, 1991, p. 38).

La sección de Internacional, por ejemplo, se presenta como un cajón de sastre en el que cabe una multitud de géneros periodísticos (desde noticias hasta crónicas por artículos de opinión, perfiles...) que abordan distintos temas.

Esta pluralidad de géneros aparece esparcida por todas las páginas que conforman el periódico, con lo cual es un error sostener que la crónica puede constituirse como una sección propia equiparable a las convencionales (Economía, Cultura, Deportes, Política...). Sí puede estar en varias lugares y afrontando distintos temas, hecho que no justifica, en modo alguno, que se la pueda denominar como sección.

Si nos aproximamos a la definición de Martínez de Sousa, el galimatías se acrecienta. Propone: "artículo narrativo, valorativo, interpretativo e informativo, de extensión variable y sobre temas de actualidad, generalmente narrado según un orden cronológico de los acontecimientos, que aparecen regularmente bajo un mismo titular o viñeta, normalmente escrito por el mismo periodista."(1992, pp. 135-136).

Vuelve a poner en paralelo a la crónica con el artículo, que como ya hemos comprobado es un desatino, máxime cuando todos los teórico(8) de la clásica concepción de los géneros periodísticos los ubicaban en planos diferentes.

Si continuamos leyendo la definición, el equívoco no acaba en ese párrafo. Después de haber citado a Martínez Albertos, continúa diciendo: "la crónica es un género difícil. Hay reglas para su redacción, que en líneas generales suelen resumirse así: síntesis (generalmente suele ocupar poco mas de media columna), objetividad, neutralidad, fuerza expresiva, humanidad y belleza; pero no debe olvidarse que la crónica es, también, un arte. El cronista debe ser capaz, cuando menos, de hacer pensar al lector, de conmoverlo, de hacerle vivir y sentir." (1996, p. 136).

Bien, las contradicciones saltan a la vista. El artículo narrativo, valorativo, interpretativo... del primer párrafo tiene que escribirse con objetividad, neutralidad y fuerza expresiva ¿Cómo? La extensión variable que caracterizaba a la crónica se reduce generalmente a poco más de media columna. Y finalmente el orden cronológico del relato, sin el más mínimo espacio para el ingenio del cronista, tiene que hacer pensar al lector, conmoverlo, hacerle vivir y sentir. Con estas proposiciones, me cabe duda de que alguien supiese escribir correctamente una crónica.

Con lo que es imposible no estar de acuerdo es con la afirmación: la crónica es un género difícil. Con esta breve cala, queda demostrado que la crónica es un género ambiguo, polifónico que lo mismo se esgrime para designar la sección de un periódico, como para referirse a las noticias que envía un corresponsal a la redacción.

2.c) El distintivo de la crónica periodística: la información personal.
La clásica división de géneros que se implantó en España con la llegada de las primeras facultades y escuelas de periodismo fue aquella que distinguía entre: a) relato informativo de un hecho (noticia) con todas sus ramificaciones (reportaje, informativo, informe, crónica...) y b) los comentarios personales sobre lo ocurrido, en los que destacaban el artículo, la columna, el reportaje, el perfil, el editorial... Esto no era más que el resultado de la asimilación de la práctica anglosajona que diferenciaba entre story y comments.

Con el paso del tiempo no pocos teóricos han cuestionado la validez de dicha fragmentación binaria y han ofrecido propuestas diferentes, quizá no tan encaminadas a resaltar las diferencias entre los géneros y sí centrándose más en las funciones que desempeñan los géneros periodísticos en el proceso comunicativo. Para Núñez Ladeveze (1979), por ejemplo, éstos deben adecuarse a los campos del medio, que son: el determinativo o descriptivo, el evaluativo o valorativo y el argumentativo o retórico.
Por su parte, Miguel Ángel Bastenier, después de reflexiona sobre la conveniencia e inconveniencia de la existencia de los géneros, propone que el centro neurálgico para superar la vieja taxonomía debe estar en la consideración del autor como centro de la diferenciación. "El punto de vista que yo he adoptado para establecer una parcelación en géneros del trabajo periodístico es el de la perspectiva del autor, de forma que su relación, llamémosle de propiedad, con los textos, sea el principal criterios para determinar qué es lo que tenemos entre manos. Establecemos así tres géneros troncales: seco o informativo puro, crónica y reportaje." (Bastenier, 2000, p. 32). Con esta nueva perspectiva todos los géneros hasta ahora conocidos se ven profundamente afectados, ya que éstos son meras variaciones de su matriz. Así, propone que la entrevista, con todas sus múltiples variedades, es hija del reportaje en tanto que el análisis es una variante de la crónica.

Para Héctor Borrat una nueva clasificación tendría que abandonar la denominación tradicional tomando como punto de arranque lo que él denomina "sistema de textos." En su tesis defiende la existencia de tres tipos de textos: narrativos, descriptivos y argumentativos. Siguiendo a Ducrot y Todorov, el profesor catalán propugna que el texto narrativo puede bastarse así mismo; el argumentativo y el descriptivo, en cambio, tienen que referirse a una secuencia que pueda narrarse (9).

En los géneros narrativos predominarán las respuestas a las preguntas qué ha sucedido, quién ha sido el protagonista y cuándo ha ocurrido; en los géneros descriptivos las respuestas serán a qué ha sucedido, quién ha sido el protagonista y dónde ha ocurrido; y finalmente en los argumentativos las respuestas principales serán el porqué ha sucedido y cómo ha ocurrido.
Finalmente hemos seleccionado la propuesta defendida por ofrece José Francisco Sánchez, quien sostiene que la alternativa a los géneros debe fundamentarse en las necesidades informativas que éstos satisfacen y lo útil que son para los receptores. Con lo cual, formula que los textos publicados en los periódicos se pueden dividir en tres categorías: a) textos periodísticos de divertimento (gacetillas, noticias curiosas); b) textos periodísticos prácticos inmediatos (farmacias de guardia, cartelera de cine, previsiones meteorológicas, horarios, bolsa...) y c) textos periodísticos retórico-políticos (todos los demás).

Este tercer estadio se subdivide a su vez, en dos categorías. "Dentro de los textos clasificados como retórico-políticos se pueden distinguir: 1) los textos implícitamente argumentativos, aquéllos que parece que no argumentan pero sí lo hacen por el modo de presentar y determinar el referente real (narratio) y 2) los explícitamente argumentativos, es decir, los que operan sobre datos supuestamente conocidos o que se han narrado en otros textos y en los que las estrategias retóricas se reconocen con facilidad (narratio+argumentatio)." (Vilarnovo y Sánchez, 1992, pp. 161-162).

Esta teoría fraguada en la diferenciación entre la argumentación explícita e implícita coincide, en lo esencial, con la propuesta de Lorenzo Gomis (el periodismo como método de interpretación sucesiva de la realidad) y con la de Héctor Borrat, en tanto en cuanto, la determinación elemental del referente en los textos descriptivos así como en los evaluativos y argumentativos tienden a llevar al lector hacia un juicio o a suministrar los datos respecto de un juicio.

Con estas posibilidades se pretende superar la división convencional de los géneros instaurada en España por Martínez Albertos (1988, p. 274). que siguiendo la tradición anglosajona, entendía que los géneros periodísticos se fragmentaban en géneros informativos, géneros interpretativos y géneros para la interpretación y el comentario.

Una vez acabado este breve recorrido sobre los planteamientos de los géneros periodísticos, nuestra reflexión comienza afirmando que todos los géneros tienen como misión informar e interpretar, con lo cual, la crónica periodística comparte las necesidades inherentes a la naturaleza de cualquier género.

La crónica es en esencia una información. Además dicho carácter informativo lo arrastra, como hemos demostrado, desde sus orígenes preperiodísiticos. El rasgo que la diferencia de los otros géneros es el marcado protagonismo que adquiere el cronista en la ordenación de los tempos del acontecimiento del que se da cuenta, la especificidad del tema tratado, la riqueza léxica que la atraviesa, además de la mezcolanza de las técnicas periodísticas (claridad expositiva, rapidez, viveza) con las literarias (personajes inventados, diálogos, recreación de anécdotas, monólogos).

La particularidad de la información que ofrece la crónica está en su carácter personal. Se trata de narrar los hechos a través de una subjetividad, es decir, el cronista es el encargado de conectar a sus lectores con los hechos, los acontecimientos y en su caso con las obras de arte. Como acertadamente afirma Diezhandino, la función que cumple la crónica va "más allá de la información, que también forma parte de ésta; su esencialidad está en el juicio, el comentario, las recomendaciones que aporta el cronista" (1994, p. 86). Si estamos de acuerdo con estas proposiciones es difícil salvaguardar los supuestos de Mar de Foncuberta, cuando asevera que "la crónica es la narración directa e inmediata de una noticia con ciertos elementos valorativos, que siempre deben ser secundarios respecto de la narración del hecho en sí."

En nuestra opinión es todo lo contrario. Si coincidimos en que sobre el cronista recae la responsabilidad de seleccionar algún hecho de la realidad, de ordenarlo y de comunicarlo para no quebrantar el pacto de lectura simbólico entre emisor y receptor, los elementos valorativos nunca podrán ser secundarios respecto del hecho en sí. Son precisamente esos dispositivos enjuiciadores los que dan el sentido concreto al texto, los que vehiculan las partes en las que se divide y, en definitiva, los que dan consistencia y relevancia al mensaje.

Ese singular lenguaje, esos juicios de valor, esas expresiones de sentimientos o actitudes, aunque no sean verificables, no son fruto del capricho del cronista sino de su saber y experiencia y por tanto, el autor del texto pone en juego su prestigio y credibilidad cada día en cada crónica.

La valía del periodista como escritor y como conocedor de la materia que se trata se perfecciona con la presencia in situ en los hechos como testigo privilegiado. Podrá manejar las fuentes que estima oportunas, pero lo primordial es que el narrador se codea con los hechos, los manosea, los interroga directamente sin intermediarios, los coteja con su cosmovisión personal del mundo... y posteriormente, cuando ha madurado la idea la transforma en mensaje y lo difunde.

"El cronista es un observador excepcional que otea los hechos desde un lugar privilegiado, desde el conocimiento de los antecedentes y da su visión personal sin engañarse a sí mismo" (Cebrián, 1992, p. 92). Crónica y cronista conocido, género y firma que lo identifique son elementos indisociables. Una crónica anónima sería una contradicción difícil de explicar puesto que el cronista forma parte del texto.

Ahora bien, sería un error, identificar lo personal de la crónica con la opinión de los géneros argumentativos. Personal en la crónica es la presencia efectiva del autor tanto en los hechos como en el texto, mientras que en los géneros argumentativos, lo personal tiene que ver con la imaginación y con el estilo principalmente.

Los artículos firmados, los editoriales, las columnas expresan una valoración sobre una idea, un hecho, un concepto.... y apuestan por poner en práctica una serie de técnicas persuasivas, siendo el receptor el encargado de decidir si son equivocadas o aceptadas.

Sin embargo, en las crónicas, la fragmentación de la realidad en diversos hechos, la selección de lo que entra y de lo que no, su redacción.... son los elementos que conforman la parte subjetiva de la crónica, que debe combinarse con la objetiva, es decir, con el referente de la realidad, que se presenta en los medios como narración.

2.d) Definición del género.
La crónica está pertrechada de herencias, tanto históricas como literarias. Todas esas esquirlas han dado lugar a la formación de un género periodístico sui generis, propio, auténtico, autónomo y genuinamente latino, ya que no tiene correspondencia con ningún género del periodismo anglosajón (story y comments).

La crónica es una desviación del modelo canónico del periodismo. Esta singularidad y no homologación con los textos anglosajones es una ventaja más que un inconveniente, puesto que resalta su ambigüedad y ambivalencia. En una época de acelerados cambios y en una etapa eminentemente crucial del periodismo, necesitamos un género dúctil, maleable, con capacidad para adaptarse a todas las circunstancias imaginables sin perder su sello característico.

No es que el género esté sin definir, pero es preciso ampliar el concepto, manidamente encasillado en ser una noticia comentada. Las porciones de información y comentario deben estar perfectamente equilibradas, pudiendo prevalecer una en detrimento de la otra si el cronista lo considera oportuno.

La finalidad es unir al lector con los hechos, con lo cual el texto debe desprender razón y sentimiento y no debe provocar perplejidad alguna que datos contingentes se oculten, o que se altere el tiempo de los sucesos, o que se coloree el texto con una buena dosis de literatura.

A pesar de que el cronista goza de este amplio margen de libertad, tiene el deber moral para con sus receptores de justificar se forma de enjuiciar, para que éstos conozcan el porqué se ha actuado de una manera y no de otra, por qué se ha realizado un desgarramiento de los hechos tan premeditado o fortuito. Este mandato es imperativo porque lo que no es admisible es que el cronista falsee la realidad, narre hechos que no ocurrieron o invente cifras y datos. Si se diese ese fraudulento uso del género, no nos encontraríamos ante una crónica periodística sino ante un ejercicio de propaganda.

Científicamente la crónica es una interpretación personal e informativa de un acontecimiento determinado, narrado por un cronista testigo, que para mantener ese vínculo simbólico que le une con sus receptores, debe demostrar un amplio manejo del lenguaje además de ser un experto en la materia.

El cronistas ve, oye, fragmenta, toma contacto con los hechos, los mezcla con su sapiencia y experiencia, a veces participa en ellos otras se mantiene en la orilla, se acerca a las fuentes, las interroga, armoniza los datos y cuando ha reunido todo ese material informativo, interpreta, escribe y publica.

La crónica representa una nueva filosofía periodística. Es cultura y pensamiento expresado en tipografía. Es la síntesis y mixtura de todo los géneros, ruptura de la división tradicional entre story y comments. Conjunción de opiniones e interpretaciones y comentarios, ofrece información repensada, visiones sesgadas de las cosas, erudición en la exposición de argumentos. "La crónica es, en esencia, una información interpretativa y valorativa de los hechos noticiosos, actuales o actualizados, donde se narra algo al propio tiempo que se juzga lo narrado" (Martín Vivaldi, 1987, p. 123).

A pesar de esta aparente mezcolanza de géneros, todas las crónicas, cualquiera que sea su tema (tribunales, política, deportiva, taurina) deben entenderse como unidad, como una totalidad compacta, superior a la simple suma de los juicios vertidos en ella. Texto completo, autosuficiente y en el que se dejan los intersticios necesarios para que el receptor la complete, porque precisamente de la unión entre autor y lector brota la fuerza expresiva de este género periodístico.

3) Deliberación final.
Dentro del periodismo interpretativo (etapa en la que nos encontramos) la crónica es un género de vital importancia que paradójicamente adolece de estudios monográficos que la indaguen en profundidad. Hay que reconocer que Manuel Bernal ha sido de los pocos investigadores que le han dedicado tiempo y generosidad intelectual al estudio de dicho género.

La crónica es la estampa del tiempo en letra impresa. Es la obra del dios Cronos condensada en un espacio previamente determinado. Si la vida está trabada por lo que nos acontece en un tiempo, la crónica, sería la narración ordenada de esos hechos en secuencias temporales. Por tanto, este género histórico, literario y periodístico se caracteriza por ser una forma inconfundible de narrar. La crónica reconstruye la realidad, trozo a trozo, fragmento a fragmento, ordenando y desordenando el tempo de los acontecimientos, erigiéndose en testimonio directo de una época.

Del mismo modo que la fotografía inmoviliza una imagen que representa la parte de un todo, la crónica, traduciendo en palabras ese acontecimiento, ofrece una radiografía personal e interior de la totalidad. A veces es formal y solemne, en ocasiones trasgresora y desenfadada. En una página se tiñe de seriedad y rigor y en la siguiente destila jovialidad y ambigüedad, por lo que se debe proponer que la crónica sólo está sujeta al ingenio del cronista.

Es el autor el que va añadiendo los matices a la estructura general y a los convencionalismos propios del género, así cuando es impresionista nos sumerge en la pincelada suave de los hechos, en cambio, cuando es expresionista el nervio principal que la atraviesa es la crítica, argumentada pero feroz.

Con lo cual su misión es explicar la historia psicológicamente pero también ofrecer la psicología de la historia. Es la relación de un hecho con muchas ideas o viceversa. En ella aparece entremezclado el comentario más sabroso (lo subjetivo) con el dato más inexpresivo (lo objetivo). La crónica nos propone, nos introduce en una senda diferente, nos ofrece la interpretación informativa junto a la opinión como información.
Por ser el vehículo más íntimo de la información, es el punto de reunión de diversas intenciones narrativas y por tanto uno de los géneros que tiene los límites más difusos. Puede haber ocasiones en que la similitud con la noticia impida ver las diferencias, también puede ocurrir que exista un razonable equilibrio entre opinión e información y no es raro que la crónica utilice el referente real para que el autor exponga su punto de vista propio, singular y comprometido sobre algún tema de actualidad.

Esta miscelánea de texturas, de colores literarios, de matices informativos supone la convergencia de todos los géneros en uno, así al menos lo propone Haro Tecglen, cuando afirma que "hoy está todo despiezado: lo que a veces era una línea continua de narración ha estallado y se encuentran trozos aquí y allá. Metido lo personal entre lo general; la vida propia entre los datos de la historia. Esto es una crónica." (1998, p. 12).

Referencias bibliográficas

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Alvar, C., Mainer, J.C., y Navarro, R. (1997). Breve historia de la literatura española. Madrid: Alianza.
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Bastenier, M. (2000). El blanco móvil. Curso de periodismo. Madrid: Ediciones El País.
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Corominas, J. (1976). Diccionario etimológico castellano e histórico. Madrid: Gredos.
Diezhandino, M.P. (1994). El quehacer informativo. El "arte de escribir" un texto periodístico. Bilbao: Universidad del País Vasco.
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Gomis, L. (1991). Teoría del periodismo. Cómo se forma el presente. Barcelona: Paidós Comunicación.
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Haro Tecglen, E. (1998). Hijo del siglo. Crónica. Madrid: El País Aguilar.
Lázaro Carreter, F. (1977). El lenguaje en periodismo escrito. Madrid: Fundación Juan March.
Malmberg, M. (1991). Lingüística estructural y comunicación humana. Introducción al mecanismo del lenguaje y a la metodología lingüística. Madrid: Gredos.
Martín Vivaldi, G. (1987). Géneros periodísticos. Reportaje, crónica y artículo. Madrid: Paraninfo.
Martínez Albertos, J.L. (1983). Curso general de redacción periodística. Madrid: Mitre.
Martínez de Sousa, J. (1992). Diccionario de información, comunicación y periodismo. Madrid: Paraninfo.
Núñez Ladeveze, L. (1979). El lenguaje de los "media." Introducción a una teoría de la actividad periodística. Madrid: Pirámide.
Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe.
VV.AA. (1988). Historia de la comunicación y de la prensa. Universal y de España. Madrid: Ediciones Atlas.
Vilarnovo, A., y Sánchez, J.F. (1992). Discurso, tipos de texto y comunicación. Pamplona: EUNSA.

Notas:

(1) Citado en Bernal Rodríguez, M. (1997). La crónica periodística. Tres aproximaciones a su estudio. Sevilla, Padilla Editores. P. 9-10.
(2) Véase, Corominas-Pascual, (1981). Diccionario crítico etimológico castellano e histórico. Madrid, Gredos
(3) Véase Real Academia Española, (2001). Diccionario de la lengua española. Madrid, Espasa-Calpe. 21ª Ed.
(4) Véase Valera, D. (1567). La Chrónica de España abreviada por mandado de doña Isabel, reyna de Castilla. Sevilla, Casa de Sebastián Trugillo.
(5) Para profundizar en el estudio de las crónicas de Indias consúltese el trabajo de Walter Mignolo "Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista" en Madrigal, L.I. (1992). Historia de la literatura hispanoamericana. La época colonia. T.I, Madrid, Cátedra. P. 57-111.
(6) En su clásico libro Periodismo y literatura, Madrid, Guadarrama, 1973. T.I, P. 126-137, Acosta Montoro considera que el género que comparte más rasgos con la literatura es el reportaje y no la crónica. Es una postura que está bien fundamentada teóricamente pero que, a nuestro juicio, no considera que el género genuinamente latino y más antiguo es la crónica.
(7) Véase Wolf, T. (1992). El Nuevo periodismo. Barcelona, Anagrama; Berna, S. y Chillón, l. (1985). Periodismo informativo de creación. Barcelona, Mitre; Chillón, L. (1999). Periodismo y literatura: una tradición de relaciones promiscuas. Barcelona, Universitat Autónoma de Barcelona.
(8) Martínez Albertos, J.L. (1983). Curso general de redacción periodística. Madrid, Mitre. Este autor considera a la crónica como un género para la interpretación (híbrido), mientras que al artículo lo incluye dentro de los géneros para lo opinión y el comentario. Destacamos a este autor porque su influencia ha sido mucha y ha habido y hay un gran número de seguidores que defienden sus mismas tesis.
(9) Véase Borrat, H. (). El periódico, actor político. Barcelona, Gustavo Gili.

lunes, 20 de junio de 2011

LA CRÓNICA PERIODÍSTICA. EVOLUCIÓN, DESARROLLO Y NUEVA PERSPECTIVA


LA CRÓNICA PERIODÍSTICA. EVOLUCIÓN, DESARROLLO Y NUEVA PERSPECTIVA
viaje desde la historia al periodismo interpretativo

Juan Carlos Gil González:

Licenciado en Periodismo y superado el período de docencia e investigación del doctorado en Periodismo;
Diploma de Estudios Avanzados (DEA). Redacción periodística y políticas de comunicación.
Investigador del "Grupo de Investigación en Comunicación y Cultura." Sevilla, España.
Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de Sevilla.

1.b) La crónica y la literatura:

No hizo falta mucho tiempo para que la crónica sobrepasara los escuetos límites históricos a los que se circunscribía. Si hasta estos momentos hemos sostenido que el género guardaba una íntima relación con la historia, su imbricación con la literatura hizo posible que agrandase su campo semántico.

Pronto se empezaron a utilizar en el género crónica formas típicas del relato de ficción. Además de las dos características ya mencionadas, la crónicas dedicadas a difundir los viajes de los aventureros renacentistas, las tomas heroicas de ciudades, los descubrimientos del Nuevo Mundo(5) ... introducen narraciones, descripciones, creación de mundos imaginarios y alternativos, diálogos, retratos de personajes, comparaciones... más propios de la ficción literaria que de la rigurosidad histórica.

En estas crónicas de tema histórico aparecen relacionados elementos históricos junto con otros claramente inventados y fabulosos. Son narraciones que tratan un tema concreto, caso por ejemplo de Las Cruzadas, que se fueron enriqueciendo con abundantes materiales alejados de las fuentes y cercanos a la imaginación de sus autores. La literatura medieval española está salpicada de ejemplos en los que se repiten estas características, pongamos por caso, Crónica del condestable Miguel Lucas de Iranzo, Crónica del famoso cavallero Cid Ruy Díaz Campeador Crónica Serracina, de Pedro del Corral... entre un amplio abanico de posibilidades. En estas crónicas la ficción constituye una forma de representación gracias a la cual el autor plasma en el texto mundos que, globalmente considerados, no tienen consistencia en la realidad objetiva, ya que su existencia es puramente intencional. Son pues textos que se escapan a los criterios habituales de verdad/falsedad y responden a la lógica de la ficción ajustándose como criterio vertebrador a la coherencia interna.

Teóricos, no sólo de la moderna Periodística sino también historiadores de la literatura, han señalado que la génesis de la novela como género literario, encuentra sus primeros retazos en este tipo de relatos en los que se combinan los datos históricos con la tradición oral más un generoso barniz imaginativo. En esta línea Bernal defiende que "se puede imaginar un hilo conductor que nos lleve desde la crónica histórica medieval (narración de acontecimientos por un testigo) pasando por la historia y los cronicones hasta las primeras manifestaciones de la novela moderna (libros de caballería, novelas de espacio)." (Bernal, 1997 p. 39).

También Baquero Goyanes nos explica que "a consecuencia del éxito de los llamados documentos del tiempo -reportajes, memorias, relatos de guerras, crónicas etc,- no pocas novelas presentan sus mismas características, llegando a ser difícil, en algún caso, precisar a cuál de los dos géneros pertenece los que estamos leyendo." (Baquero, 1993, p. 55).

A los rasgos ya apuntados, hay que añadir uno más y sin duda matizar otro. Del maridaje de la crónica con la literatura destacamos la pasión por la palabra que demuestra el cronista. Es un artesano que dibuja en letra impresa el suceso que está viendo, del que es testigo e incluso, en ocasiones, del que es partícipe. En la crónica novelística el lenguaje es un elemento esencial y no promocional. No es sólo un recurso retórico sino un modo distinto de enfrentarse a los hechos. La peculiaridad es que esa forma peculiar, singular y diferente de crear mundos alternativos sorprende y se sitúa en un limbo literario muy cercano al periodismo.

El mensaje se adapta al estilo del autor y no a la inversa. El talento del escritor consiste en describir con minuciosidad de orfebre el rasgo seleccionado sin aburrir al lector. El cronista literario o el literato cronista emplean la retórica como artilugio para embellecer el mensaje coloreándolo. Escribir con regusto, saboreando las palabras, es superar la monotonía de un hecho; es ampliarlo con matices nuevos. El lenguaje así entendido no es sólo vehículo de comunicación sino también un artificio de deleitación.

Con este mimo hacia el lenguaje se consigue que la suma de significados de las proposiciones sea inferior al sentido total del texto. Es decir, como proponía Hegel, que la Totalidad sea superior a la suma de las partes que la componen. El testimonio de González Ruano, maestro del articulismo es esclarecedor:

A nosotros, generación universitaria, no nos gusta la miseria. Por primera vez, la literatura entró en el periódico por necesidad económica, pero sin querer renunciar a sus derechos y a sus esperanzas. Este es el secreto de una espléndida generación de cronistas, que es una auténtica generación de escritores "en periódicos." (González, 1996, pp. 402-403).

También debemos matizar la preponderancia del firmante. Éste como ya dijimos no es una persona cualquiera, sino que es un creador nato. El orden cronológico del suceso, la selección ajustada a la verosimilitud y la explotación de las múltiples variables del lenguaje deben florecer en la pluma del autor del texto.

El que firma, es el que debe dar consistencia y coherencia a los materiales narrativos. Se le pide que revele y manifieste el sentido de los hechos, porque gracias a su experiencia personal, literaria, histórica, periodística... los receptores consideran que es la persona pertinente para cumplir con éxito la función de comunicar.

El autor, considerado no como individuo anónimo sino como persona que escribe e inventa, tiene una gran trascendencia en la composición de la historia difundida en papel impreso. La firma de un texto significa que tenemos un responsable que es el encargado de reflexionar, enjuiciar o deleitar a los receptores con su mensaje. Como bien dice Foucault, "hay que entender al autor como principio de agrupación del discurso, como unidad y origen de sus significaciones, como foco de su coherencia." (Foucault, 1999, pp. 29-30).

Habrá que considerar pues, que el autor particular y conocido es una exigencia inherente al género crónica. Desde sus relaciones con la historia, pasando por la literatura hasta desembocar en el periodismo, el cronista ha sido siempre un sujeto que ha firmado sus escritos, hecho que conlleva una responsabilidad añadida: esta identificación del texto con su autor facilita el nacimiento de un compromiso, de un vínculo simbólico entre emisor y receptor.

Así pues, aunque Acosta Montoro(6), apueste por el reportaje, es preferible defender que el nexo de unión entre la literatura y el periodismo es la crónica. Ésta "es, entre todos los géneros periodísticos, el que más ha contribuido a mantener la conexión entre literatura y periodismo. Tanto que puede ser considerada como el eslabón que ilustra el proceso evolutivo que lleva desde el terreno exclusivo de la literatura al de la pura información." (Bernal, 1997, p. 39).

Es más que evidente que el reportaje comparte no pocas características con la crónica, pero no es menos cierto que este género es una invención genuinamente periodística y por tanto dicha exclusividad impide que sea considerado como instrumento de unión entre el relato de ficción (literario) y el factual (de hechos). De lo que se deduce, que él no puede ser considerado el enlace entre la literatura y el periodismo.

Este razonamiento no echa por tierra la comunión entre el reportaje y los relatos de no ficción. A partir del denominado Nuevo Periodismo(7) empezaron a surgir novelas en las que predominaban las técnicas del reportaje informativo, es decir, contar una historia impregnada de la retórica de la objetividad, con acercamiento crítico a las fuentes...
Gracias a este plural legado, tanto histórico como literario, se han conformando los rasgos peculiares de este género, hoy fundamental en el periodismo tanto escrito como audiovisual.

Referencias bibliográficas

Acosta Montoro, J. (1973). Periodismo y literatura. Madrid: Guadarrama.
Alvar, C., Mainer, J.C., y Navarro, R. (1997). Breve historia de la literatura española. Madrid: Alianza.
Baquero Goyanes, M. (1997). ¿Qué es la novela? ¿Qué es el cuento? Murcia: Universidad de Murcia.
Bastenier, M. (2000). El blanco móvil. Curso de periodismo. Madrid: Ediciones El País.
Bernal Rodríguez, M. (1997). La crónica periodística. Tres aproximaciones a su estudio. Sevilla: Padilla Editores.
Borrat Mattos, H. (1989). El periódico, actor político. Barcelona: Gustavo Gili.
Brajos, A. (1993). La comunicación social en la encrucijada del siglo XV. El fenómeno de la imprenta. En Núñez de Prado. Comunicación social y poder. Madrid: Universitas.
Cebrián Herreros, M. (1992). Géneros informativos audiovisuales. Madrid: Paraninfo.
Corominas, J. (1976). Diccionario etimológico castellano e histórico. Madrid: Gredos.
Diezhandino, M.P. (1994). El quehacer informativo. El "arte de escribir" un texto periodístico. Bilbao: Universidad del País Vasco.
Foucault, M. (1999). El orden del discurso. Barcelona: Tusquets.
Gomis, L. (1991). Teoría del periodismo. Cómo se forma el presente. Barcelona: Paidós Comunicación.
González Ruiz, N. (1996). Enciclopedia del periodismo. Barcelona: Noguer.
Gutiérrez Palacio, J. (1984). Periodismo de opinión. Madrid: Paraninfo.
Haro Tecglen, E. (1998). Hijo del siglo. Crónica. Madrid: El País Aguilar.
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Martínez Albertos, J.L. (1983). Curso general de redacción periodística. Madrid: Mitre.
Martínez de Sousa, J. (1992). Diccionario de información, comunicación y periodismo. Madrid: Paraninfo.
Núñez Ladeveze, L. (1979). El lenguaje de los "media." Introducción a una teoría de la actividad periodística. Madrid: Pirámide.
Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe.
VV.AA. (1988). Historia de la comunicación y de la prensa. Universal y de España. Madrid: Ediciones Atlas.
Vilarnovo, A., y Sánchez, J.F. (1992). Discurso, tipos de texto y comunicación. Pamplona: EUNSA.

Notas:

(1) Citado en Bernal Rodríguez, M. (1997). La crónica periodística. Tres aproximaciones a su estudio. Sevilla, Padilla Editores. P. 9-10.
(2) Véase, Corominas-Pascual, (1981). Diccionario crítico etimológico castellano e histórico. Madrid, Gredos
(3) Véase Real Academia Española, (2001). Diccionario de la lengua española. Madrid, Espasa-Calpe. 21ª Ed.
(4) Véase Valera, D. (1567). La Chrónica de España abreviada por mandado de doña Isabel, reyna de Castilla. Sevilla, Casa de Sebastián Trugillo.
(5) Para profundizar en el estudio de las crónicas de Indias consúltese el trabajo de Walter Mignolo "Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista" en Madrigal, L.I. (1992). Historia de la literatura hispanoamericana. La época colonia. T.I, Madrid, Cátedra. P. 57-111.
(6) En su clásico libro Periodismo y literatura, Madrid, Guadarrama, 1973. T.I, P. 126-137, Acosta Montoro considera que el género que comparte más rasgos con la literatura es el reportaje y no la crónica. Es una postura que está bien fundamentada teóricamente pero que, a nuestro juicio, no considera que el género genuinamente latino y más antiguo es la crónica.
(7) Véase Wolf, T. (1992). El Nuevo periodismo. Barcelona, Anagrama; Berna, S. y Chillón, l. (1985). Periodismo informativo de creación. Barcelona, Mitre; Chillón, L. (1999). Periodismo y literatura: una tradición de relaciones promiscuas. Barcelona, Universitat Autónoma de Barcelona.
(8) Martínez Albertos, J.L. (1983). Curso general de redacción periodística. Madrid, Mitre. Este autor considera a la crónica como un género para la interpretación (híbrido), mientras que al artículo lo incluye dentro de los géneros para lo opinión y el comentario. Destacamos a este autor porque su influencia ha sido mucha y ha habido y hay un gran número de seguidores que defienden sus mismas tesis.
(9) Véase Borrat, H. (). El periódico, actor político. Barcelona, Gustavo Gili.

viernes, 10 de junio de 2011

De vacaciones con Cucho

Por Bruno Mateo

Una vez, una curiara me sirvió como barquito para escapar, navegando por un hermoso rio, hasta arribar a un lugar del cual nunca más me aparté.

Eran unas vacaciones de agosto. Había finalizado el año escolar y yo estoy feliz porque es seguro que mi familia sale para algún lado de paseo. No es que no me guste mi apartamento sino es que me la paso encerrado de lunes a viernes. Sólo salgo los fines de semana. Y de verdad me aburro cuando permanezco solo. Mi hermano Diego no vive en la casa porque ya es grande. Sólo vivimos mi mamá, mi papá y yo. Nosotros tres nos divertimos en las noches. Aunque con Diego era diferente. Yo lo quiero mucho y él a mí. Lo extraño demasiado. Ojalá que me lleve a vivir con él. Una noche, escuché cuando papá le dijo a mi mamá: “Mañana nos vamos para la Gran Sabana”. “Tenemos que tomar unas vacaciones” Me alegré mucho. Por fin voy a salir. La última vez que salí del apartamento fue con mi hermano mayor y fuimos una semana completa a una playa. La pasamos súper. Recordaba todo eso cuando de pronto oí a mamá decir: “¿Qué hacemos con el perro?”. ¡Ay! Sentí un miedo de que me dejaran en el apartamento con la abuela. Creo que no les había dicho que soy un perro, ¿verdad? ¡Ah! Soy un perro normal y corriente. Pequeño y de color negro. Mi mamá era una perra que vivía en la calle junto conmigo y mis cuatro hermanos. Un día alguien nos llevó a un lugar lleno de perros y gatos. Nos pusieron en una jaula grandota. Apenas era un cachorro. Allí fue donde conocí a mi familia. Ellos llegaron un día y de inmediato me tomaron en sus brazos y me pusieron por nombre: Cucho. Ahora soy el perro Cucho.

Por fin, estamos camino a la Gran Sabana. Yo no sé qué es, pero me suena a algo enorme y bonito. A mí siempre me dejan asomar por la ventana del carro. Mis orejas vuelan por el aire, parecen dos “papagallos”. Me gusta sentir que el viento golpea mi hocico. Por el camino hay muchos olores. Muchos árboles y otros carros también. Pasamos muchas horas viajando, por un momento pensé que nunca íbamos a llegar hasta que al fin escucho que mi papá. El no es mi papá de verdad, pero yo lo quiero como si lo fuera. A mi verdadero papá perro no lo conocí. ¡Bueno! Mi papá dijo: “Llegamos”.

Quedé asombrado al ver tantos árboles. El cielo azul es enorme, nunca había visto algo así. Al fondo hay un río. Puedo olerlo en el aire. El sonido del agua contra las rocas se oye como un eco. Salí corriendo hasta el río y todo el mundo corrió tras de mí. Era grandotote. No hay tanta agua en mi perruna vida. Por un momento, huelo algo desconocido. Algo que parecía un perro, pero enseguida noto que no se trata de un canino, sino de un animal raro, era como de mi tamaño, sin cola, tiene dientes de ratón… ¡Sí! ¡Eso es! Es un ratón gigante porque los ratones son pequeños ¿o no? Mis papás observan maravillados el agua. Me imagino que hubieran deseado estar con Diego. Mi verdadero amo. Es el hijo de ellos dos. El estudia fuera. No sé en donde. Yo también lo extraño muchísimo. Por un instante me siento triste y en ese justo momento se me acerca el “ratón” gigante y me dice: “¡Hola! ¿Tú eres un chigüire como yo?” Me quedo viéndolo y le contesto orgulloso: “¡Soy un perro! Y me llamo Cucho”. El “ratón” gigante se ríe a carcajadas. Me molesta que se burlen de mí y le ladro. El animalito se asusta y me responde: “¡No chico! No me burlo de ti, es que te confundí con uno como yo”. Pienso: Este “ratón” está loco. ¿Cómo no va a saber qué es un perro? “Yo soy Mariasa, el chigüire”, ¡Ah! Entonces no es un perro. “Mi nombre significa amigo”, continúa diciendo el “ratón” gigante. Fue entonces cuando mis amos me llaman y debo regresar con ellos. “Me gustaría seguir hablando contigo, pero debo irme”, dice Cucho; a lo que Mariasa responde: “Pronto nos volveremos a ver, ahora somos amigos”. Cucho sale disparado al carro. Mientras se aleja del río, se asoma por la ventana para ver a su nuevo amigo Mariasa, el chigüire.

Esa fue una noche agitada para mí. Escucho ruidos por todos lados y hay olores que nunca había olido. Recuerden que los perros tienen los sentidos más desarrollados que  los humanos. No pude dormir. Me daba miedo la oscuridad. El pobre Cucho no pegó un ojo durante toda la noche. Piensa que la noche oculta algo terrible: monstruos y fantasmas. Pero nosotros sabemos que esas cosas no existen, ¿verdad? El caso es que el perro de nuestra historia no durmió y enseguida el Sol apareció más radiante que nunca en el cielo azul y con éste la familia entera se levanta para salir a pasear en una excursión por toda la Gran Sabana.

Cucho nunca ha visto tantos árboles juntos. Se vuelve loco de puro mirar. Se va hacia un arbusto, mientras sus dueños conversan con un señor. Allí una voz le dice: “¡Hola!” El perro se asusta. “¡Chico! No me vuelvas a aparecer de esa manera”, le contesta. Era su amigo Mariasa, el Chigüire. El “ratón gigante”, como le decía Cucho, y el perro se fueron a pasear, se alejan tanto que pierden el camino de regreso. Lo malo es que ninguno de los dos sabe cómo volver. El perro se pone nervioso y no deja de ladrar, hasta que Mariasa le dice: “Amigo, por favor no sigas ladrando. Hay que encontrar el camino a casa de tus humanos”. Y así comienza su aventura.

A la mañana siguiente, los amos del perro comienzan la búsqueda, mientras tanto en algún lugar de la Gran Sabana, estaba Cucho con su compañero Mariasa, el chigüire. Solos y perdidos. Tenían hambre y sed. Al fin consiguen un río de agua cristalina para beber. Cuando de pronto, el perro empieza a olfatear algo. Eran olores de humanos. Muy emocionado le grita a su amigo: “¡Mariasa!”... “¡Shhh! ¡Silencio! ¡Baja la voz!”, responde. Cucho no sabía lo que sucedía. Miraba para todos lados. Los olores se acercan cada vez más. “¡Corre!”, grita desesperado el chigüire. Ambos salen a una súper velocidad dejando atrás voces de humanos que gritan: “¡Allá hay dos! ¡En el río!... ¡Disparen!” ¿Disparos? ¡Sí! ¡Disparos! Los humanos a quienes olió Cucho no eran amigables sino un grupo de cazadores. Los dos aventureros: el chigüire y el perro corrieron y corrieron, hasta que ya no sintieron a los hombres.

“¡Vamos a parar un poco!”, dice Cucho. Los dos están cansados de tanto correr. ¿Por qué esos humanos les disparaban? Ellos no le habían hecho nada malo, sin embargo los persiguieron. ¿Por qué? “Menos mal que escapamos”, comenta Mariasa. “¿Tu les hiciste algo a eso tipos para que nos dispararan?”, dice furioso el perro. En realidad, Cucho no sabe que a los hombres les gusta cazar chigüires. “Eso me pasa por estar con este ratón gigante”, continua hablando. Y dice cosas que ofenden a su compañero… porque a veces uno dice palabras ofensivas, por eso hay que pensar antes de decir algo... El pobre Mariasa se va. Cucho no se ha dado cuenta de que su amigo se aleja. Está tan molesto que ni siquiera piensa por un momento cómo se sentía el chigüirito. Al ratico, se calma y se percata de lo ocurrido. Ahora pareciera estar solo.

Cucho busca a su compañero hasta que el día comienza a desaparecer. ¿Será que los hombres se llevaron a Mariasa? O ¿será que, por mis palabras, se sintió dolido y se fue? Esas interrogantes atormentaban a nuestro canino hasta que se durmió en medio de aquella espesa negrura.

“¡Buenos días!” escucha Cucho apenas se despierta. “¡Guao! ¡Guao! ¡Guao!”, ladra eufórico. Era su amigo. Enseguida comienza a lamerlo en señal de amistad. El “ratón gigante” se ríe y le pregunta: “¿Por qué estás tan feliz?” No había pasado nada malo. Ahora están juntos nuevamente. Eso es lo que importa. “Ven, ya sé cómo llevarte a tu casa” Y parten, no sin antes desayunar, rumbo a su hogar. Caminan y caminan hasta que se encuentran frente a sí un inmenso río. “Ese es el Orinoco” le comenta Mariasa. Jamás, pero jamás, Cucho ha visto nada similar. Lo que veía no lo podía creer. Un montonón de agua que se pierde a la vista. Huele a agua. Agua de verdad. “No te detengas, Cucho” “Hay que avanzar”, le dice Mariasa. “Tal vez los hombres malos estén cerca”, termina de decir. Justo en el momento cuando el perro aventurero se dispone a preguntar la razón por la que lo persiguen, huele un olor conocido. Atrás venían corriendo los hombres otra vez. Nuestros amigos corrieron disparados. Los disparos eran muchos. Están temerosos. Se hace necesario que escapen antes de que los atrapen. Si no encuentran alguna manera de huir, están perdidos. “Ahí” grita el chigüire. Señala una barquita de madera. Cucho no sabe qué hacer. “Móntate rápido” “Eso nos va ayudar a salir de aquí. Nos vamos por el río”, le ordena Mariasa. Y así fueron llevados por el Orinoco, el rey de todos los ríos. Los hombres quedaron a orillas del agua con sus escopetas en mano.

Cucho veía con alegría todo el trayecto. Hermosos pájaros de variados colores volaban por encima de ellos. Los frondosos árboles al borde lucían imponentes. Y ese olor...Ese olor…A inmensidad…A libertad.

Nuestro querido amigo Cucho, el perro Cucho nunca más regresó. Se quedó en la Tierra de los “ratones gigantes” para defender a sus amigos chigüires de las manos del hombre.

Caracas, 9 de Junio de 2011.

jueves, 9 de junio de 2011

Léxico venezolano.

“Existen diferencias en la pronunciación de esta palabra. Se dice “boina” en gran parte de España y “boína” en toda Venezuela y en todos los niveles socioculturales. Es decir, mientras la mayoría de las regiones de España la pronuncia con diptongo, sin acento en la “i”, en Venezuela ponemos acento en la “i”, o sea, con hiato. Según las afirmaciones del profesor Rosenblat, la pronunciación “boína” no es privativa de Venezuela, pues ella se da igualmente en Colombia, Ecuador y Perú. A su vez en España, específicamente en Madrid, se da la doble pronunciación, aunque prevalece la forma diptongada, y del mismo modo se ha constatado este uso en otras regiones como Ávila y La Mancha (1960, 2da Serie, 308-312). Por esto, no puede considerarse que sea “incorrecta” nuestra pronunciación y correcta la de España, o viceversa, pues no es éste el único caso en que se da en la lengua española una doble pronunciación y ambas se aceptan. Así pronunciamos” amoniaco” (con diptongo), “amoníaco” (con hiato), “periodo” (con diptongo), “período” (con hiato), “austriaco” (con diptongo), “austríaco” (con hiato)”.

“La palabra "enagua" o "enaguas" en plural es una prenda interior muy antigua en Venezuela de uso de las féminas, proviene de la lengua hablada por los taínos, pueblos indígenas de la rama arahuaca, que habitaban en Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico a la llegada de los españoles. Al igual que "canoa", "maíz", "sabana", "cazabe", "tabaco", "huracán", "yuca" y tantas otras voces, "enagua" es una muestra de los aportes de las lenguas indígenas que desde distintos ámbitos del continente americano, contribuyeron al enriquecimiento de la lengua castellana”.

Tomado de: ¿Cómo es su gracia? Un aporte al estudio del léxico venezolano. Tomo II. Josefina Falcón de Ovalles. Colección La Alborada. Celarg, 2011

sábado, 4 de junio de 2011

Los peregrinos


De Bruno Mateo
IG: @brunomateoccs
Twitter: @bruno_mateo

Por un camino van tres peregrinos con sendas cruces a cuestas. Ellos deben llevarlas a un pueblo muy lejano porque una de esa cruces será la elegida para colocarla en la recién instaurada Iglesia. Esa es la orden dada por sus superiores. Sólo descansan lo necesario para no demorar el paso. La gente que los ve pasar se pregunta qué hacen esos hombres con esas cruces tan pesadas. En realidad, ellos están convencidos de su misión. Sólo uno de ellos, al que llaman Tomás, se cuestiona la razón de ser de estas pesadas moles. ¿Por qué llevar tres? Si únicamente hay lugar para una cruz ¿para qué llevar tres?, se pregunta para sus adentros el joven. Los peregrinos pasan por muchos lugares. Algunos pueblos son tan pobres que no tienen ni cómo comer ni abrigarse del frío que está por llegar. “¿Cuánto falta para llegar?”, pregunta Tomás a sus compañeros. “¡Calma! ¡Paciencia!”, contestan ellos. Y siguen avanzando cada día un poco más que el día anterior.

Un buen día cuando los tres se encuentran tomando un poco de fresco debajo de un árbol, un muchacho, como de 5 años, les dice asustado: “Por favor, señores ¿podrían ayudar a mi papá que se cayó en aquel hueco? Y yo soy muy pequeño para subirlo” Los hombres se miran y responden: “Niño, no podemos ayudarte porque debemos llevar estas cruces lo más rápido posible” Así se levantan y comienzan a caminar. De pronto, Tomás, abandona la cruz y se devuelve para ayudar al pequeño. Sus otros dos compañeros sólo marchan sin percatarse de su hermano. “Gracias señor por salvar a mi padre” le dice con ojos llorosos aquel campesinito. Tomás retoma el viaje. Tiene que acelerar el paso, con su pesada cruz en la espalda, para igualarse a sus acompañantes. A cada paso que da la cruz pesaba un poco más, o por lo menos, así lo hizo saber al grupo.

Otro día, los hombres cruzan un inmenso desierto cuando de repente, salida de la nada, les aparece una mujer vieja y dice: “Hermanos, ¿podrían ayudarme a recoger agua de aquel pozo? Necesito llevar agua a mi pueblo y dársela a mi esposo que está muy enfermo”. Uno de los caminadores le replica: “No podemos hacerlo mujer porque debemos llegar a un pueblo muy lejano para entregar estas cruces para su iglesia”, diciendo esto se marchan. La dama queda muy compungida. Sin embargo, Tomás contraviniendo la orden impuesta por sus superiores recogió agua suficiente para todo un poblado. La señora lloró de agradecimiento. El peregrino apura el paso para unirse a la peregrinación.

Y siguen con sus cruces. Siempre en silencio. Se acerca la noche y deben encontrar un lugar para dormir. Ven a lo lejos una especie de casa abandonada y van directo hacia allá. El sitio no está mal como para pasar la noche. Allí hay dos camas en las que se instalan sus hermanos; a Tomás le toca dormir en el suelo. Cuando ya se disponían a dormir, el joven peregrino comenta: “Yo creo que mi cruz es más pesada que la de ustedes. Cada vez que camino, mi cruz se pone más pesada” Se hace un silencio hasta que uno de ellos le responde: “Está bien. Escoge mi cruz. Ya que dices que la tuya es más pesada que las nuestras tienes la oportunidad de cambiarla” Al día siguiente Tomás tiene otra cruz.

Mientras van por un camino lleno de piedras y árboles espinosos, les aparece un hombre ensangrentado que cae y suplicante dice: “¡Señores!” Por favor, ayúdenme. Unos asaltantes me salieron al paso y se llevaron todo lo que tenía. Yo me opuse y me golpearon. Pensé que iba a morir cuando ustedes llegaron como tres ángeles y los hombres malos huyeron” Los tres se miran y uno de ellos le contesta: “No podemos hacerlo hombre porque debemos llegar a un pueblo muy lejano para entregar estas cruces para su iglesia” “Además, no sabemos si lo que dices es la verdad”, completa el otro. Y así sin más ni más, se alejan. En esta ocasión, el joven peregrino socorre al hombre y entrega las únicas monedas que le quedan para que regrese, entonces el herido pregunta que cuál es su nombre, él responde: “Me llamo Tomás” Fue cuando el hombre contesta: “Tú serás el elegido” Tomás queda un poco extrañado con esas palabras, pero decide partir de inmediato para no perderle el paso a sus hermanos.

Por fin, vislumbran a lo lejos el pueblo escogido. Tomás siente que su cruz es más pesada que la que él tenía. No logra comprender. Si él la cambió por otra, ¿por qué sigue tan pesada? Y mientras ese pensamiento navega por su mente llegan a la Iglesia del pueblo de la que sale un hombre delgado con ojos bondadosos. Los peregrinos caen de rodillas, exhaustos por el esfuerzo de caminar tantos días. “¡Señor!. Aquí te hemos traído estas cruces para que simbolice la fe y el amor por sus semejantes” dice el hermano de más edad. “Mi cruz es hermosa y es la mejor pulida” acota. Fue entonces cuando el otro responde: “No señor. Usted debe escoger la mía porque es la que tiene más calidad y es más fácil de transportar” Tomás inocente dice: “Pero tú cambiaste tu cruz por la mía” El hermano sonríe. “Eso no pasó Tomás porque cuando te dormiste yo volví a ponerte tu misma cruz. ¿Cómo pensaste que iba a escoger una tan pesada? La cruz que tienes es la misma de siempre” El joven caminante no puede creer lo que oye. Lo engañaron. Sus hermanos le mintieron. “¿Y tú joven Tomás, pregunta el hombre de la puerta, piensas que tu cruz es la mejor?” El contesta: “¡No! Mi cruz no merece estar en la Iglesia de nuestro Señor. Es demasiado pesada para levantarla además de que se puede caer y lastimar a la gente” En ese momento, el señor delgado de la puerta de la Iglesia comienza a arrojar una hermosa luz alrededor de su cuerpo. Los peregrinos se asombran de lo que ven. El hombre parado frente a ellos es Jesús. Los tres hombres caen de rodillas. “Yo escojo la cruz de Tomás para mi Iglesia. Yo les aparecí tres veces durante su camino. Primero fui un niño de 5 años que pedía ayuda para salvar a su padre y sólo Tomás me socorrió, luego, me transformé en una vieja que les solicitó agua para su esposo y sólo Tomás me socorrió, y por último aparecí como un hombre herido y de nuevo sólo Tomás me socorrió. Tu cruz es la más pesada porque ese el peso de la responsabilidad de ayudar a sus semejantes”

Y desde ese día la cruz que llevó Tomás está en la Iglesia del pueblo.

Caracas, 04 de Junio de 2011.

Por favor, aún no.