miércoles, 27 de abril de 2011

FOTOGRAFÍAS

de Leidimar Martin
email: cronopiosalados@gmail.com

El motorizado maneja con habilidad y el parrillero es un cazador preciso. Una, dos, tres mujeres parecidas y ella: la de las fotos.
No hubo tiempo de correr. La confusión entre huir y pensar la hizo caer al suelo. Se tocó el pecho; entre ambas copas la nena azabache tenía dos piezas de plomo interrumpiéndole el aliento. El cabello castaño quedó tendido en el asfalto.

Dos días antes de su muerte y luego de agobiantes horas de impaciencia, el celular de Cecilia Méndez sonó. El cuerpo agitado metido a la fuerza en un taller ocre. Las manos de uñas perfectas pasearon nerviosas por el plástico para, finalmente, revisar el mensaje: “Doñita estoy abajo” decía solamente. Cecilia se asomó a la ventana que comunicaba su oficina impecable con el desorden de la ciudad.

Entre una imponente torre de basura y dos carros mal estacionados estaba el remitente. El hombre con porte policial, gorra de béisbol y una chaqueta negra miró al alto ventanal del edificio. Dio con la mirada de Cecilia, le hizo señas. Ella tomó su cartera de diseñador, cruzó el pasillo sin despedirse de nadie y salió del bufete.

Apenas subió, a la camioneta vino tinto, sintió sobre su vida la certeza fatal. Ya no dudaba. La angustia la abandonó y en su lugar fermentó una rabia terrible. Pasó a recoger al hombre; le abrió la puerta y él, sin ninguna palabra, abordó el asiento del copiloto.

Cecilia condujo muda e inmóvil hasta un restaurante poco conocido y barato. Ella fue la primera en descender del vehículo, entrar al lugar y sentarse en una mesa muy al fondo, detrás de unas plantas plásticas casi decorativas.

__Y bien__ dijo con voz firme. El hombre dirigió una mirada indiscreta al bolso de Cecilia. Ella lo abrió bruscamente.

Mientras él colocaba un sobre de manila en la mesa y lo entreabría para que se evidenciara el contenido, ella colocó en la mano oscura y reseca diez billetes de cien bolívares.

__ Bien Doñita, con esto cerramos. Disfrútelo__ le dijo el hombre y se marchó.

Allí, sola y envenenada, Cecilia Méndez pidió un Whisky sin importar la marca o el año; lo bebió de golpe, repitió hasta sentirse levemente anestesiada y con valor de mirar las fotografías.

Abrió el sobre. Sintió que una tonelada de hielo le caía encima. La mujer tenía unos ojos vivaces, en el escote voluptuoso pendían dos bolígrafos y del brazo colgaba un morral enorme. No debía pasar de los veinte años. Cecilia bebió otro Whisky __Es una estudiante__ dijo en voz baja.
En otra foto de cuerpo completo, vio el cabello castaño y brillante que caía dócil en la espalda, las caderas y la cintura bien discriminadas y un hombre de unos cincuenta años besándole juguetonamente el cuello __Franco__ pensó amargamente Cecilia Méndez.

Se levantó del asiento, lanzó varios billetes en la mesa y volvió a la camioneta. Se encargó de ahorrarse las lágrimas.

Llegó al apartamento primero que su marido. Escondió celosamente las fotografías.

Se dio una rápida ducha y luego, parada frente al espejo se miró largo rato. No dejaba de compararse con la mujer que escapaba de las fotos y se paraba junto a ella. Tocó su boca, sus senos, se detuvo un rato en el vientre. Su vientre que albergó vida y guardó cicatrices.

__ ¡Estúpida!__ se dijo a sí misma__ Parirle hijos a un Don que ahora se divierte con niñitas.

Presa de la cólera abandonó el baño, buscó los datos de la mujer desesperadamente, tomó su celular sin titubear y llamó a un viejo cliente:
__Ya sabe Luis Palmo, usted me debe favores a mí__ le dijo secamente.
__Doña Ceci yo a usted le obedezco.

Aquel sábado, Franco Luciano: marido de Cecilia, lector de los diarios y no tan mal tipo; retiró su boca de la taza de café caliente, las manos sosteniendo el diario. Cecilia Méndez, arregladísima y camino a su cita con un buen cirujano pasó frente a su rostro tembloroso y pálido.
__ ¿Qué?__ le preguntó con serenidad, quitándole el periódico de las manos azules.

Cecilia Méndez evitó sonreír cuando observó la fotografía: En escala de grises apreció el cuerpo oculto bajo una tela, por encima escapaban los mechones del cabello castaño tendido en el asfalto.

__ ¡La delincuencia está acabando con el futuro del país!__ Exclamó indignada mientras salía de la casa.

Un cuerpo bajo la lluvia


de Pablo Sabala.
email: psabala@gmail.com

El hilo de sangre se detuvo sobre el charco y se disolvió bajo la lluvia. Las gotas acudieron tras el trinar del viento elevando un manto transparente sobre la piel inmóvil; no se escucharon gritos, ni comentarios, nadie elevó su voz; podría decirse incluso que nadie lo notó.

Y el vaivén de sonidos se mezcló con el quejido leve de un viejo gavilán que muere en la distancia, en el bosque que nadie recuerda a ciento veintitrés kilómetros, dos metros, nueve centímetros mirando al norte del container de basura, ese que se desborda y forma parte de la lluvia vespertina, ese que acompaña los sueños de los gusanos y las moscas.

Pero él nunca imaginó que aquel viernes sería el viernes que durante tantos años esperó con temor. Esos años en que se sentaba en el porche de la casa a contar nubes y contemplar los rostros llenos de angustia, eso es lo que pasa cuando se vive tan cerca de la morgue, uno termina por acostumbrase a las miradas perdidas y llenas de desesperanza. Los días se iban lento en aquel tiempo, el viento apenas si soplaba sus melodías inconclusas y el sol se negaba cada tarde a quebrarse bajo las sombras de la noche. Fueron muchas las horas de pensar, de construir el momento final, el último paso, la última imagen que se llevaría para siempre presa en su retina.

Y llegó ese viernes, el ansiado y temido, la rutina lo llevó como una cadena interminable hasta el lugar señalado, ya todo estaba escrito, sólo faltaba la hora exacta y la fecha... pero ese dato no lo supo sino hasta el último segundo.

Un minuto antes pasó el anciano que vive en el edificio abandonado cerca de la autopista, sus ojos se cruzaron en un espasmo incomprensible de presagios, le miró fijamente, como nunca antes lo había hecho, se quedó atrapado por un segundo quizás leyendo el final de la sentencia. Tal vez ya todo estaba escrito.

De haberlo sabido la noche anterior no habría dejado la comida servida, en vez de dormir hubiera permanecido toda la noche cantando con las estrellas canciones viejas y recordando los días buenos... pero eso no estaba escrito.

Salió como todos los viernes a hacer el recorrido acostumbrado, subió por la calle donde está el bar de los ancianos y las mujeres ausentes, cruzó lentamente la avenida; contemplaba absorto y en silencio una vez más los rostros de la gente, tratando de descubrir en sus ojos secretos olvidados o sueños perdidos, y no pensaba en los viernes pues ya todo estaba escrito, sólo que no sabía que este era el viernes que tanto había temido y esperado, por eso no se despidió, no tomó un baño especial, ni le dijo a Lucía cuanto la había querido todos estos años... Llegó a la esquina. La lluvia arreció de repente como un leve presagio. Esta vez no miró hacia los lados, se adentró en la vía como llevado por un hilo invisible tejiendo su destino inevitable. Inmediatamente se escuchó el frenazo... volvió en sí en su último segundo y supo que había llegado la hora...

Eso fue hace una semana, han caído muchas gotas de lluvia, se han quebrado los días y sigue allí, nadie se ha dignado a recogerlo, ni siquiera Lucia le ha extrañado, nadie se pregunta dónde esta, qué le ha pasado... Total... ¿A quién le importa un perro muerto al borde de la acera?

lunes, 25 de abril de 2011

“Desparecidos”: tres historias y una realidad.

de Alexis Alvarado Sánchez.
(Bruno)



Tres historias distintas en espacio y tiempo: la primera , Federico García Lorca (1898-1936) quien fuera asesinado bajo el contexto de la Guerra Civil Española en 1936 por su afinidad al Frente Popular y utilizando como excusa su abierta homosexualidad para su ejecución, la segunda, la de dos jóvenes, María, una maestra de escuela y Bernardo, un estudiante de Sociología, los cuales fueron secuestrados, desaparecidos y torturados y la tercera historia , la de una mujer quien busca a su hija de veinte años que fuera , tal vez, encerrada, en una cárcel argentina de los años del Gobierno Militar de facto de José Rafael Videla sirven para llevar a escena una puesta con datos autobiográficos del escritor uruguayo Carlos Liscano que, también, estuvo preso y "descubrió la libertad" escribiendo a espaldas de sus represores durante la dictadura militar de su país (1973-1985) unos manuscritos que verán la luz pública a finales de 2010, veinticinco años después de haberlos logrado sacar furtivamente de la cárcel y textos del dramaturgo granadino Federico García Lorca.

La obra de teatro “Desaparecidos” , cuya Dirección Artística es de Luis Villegas, Dirección General de Daniel López , Producción de Mariana Calderón, con las actuaciones de Luis Villegas, Carlos Núñez, Mariana Calderón y Flor Colmenares, es un teatro de denuncia muy bien elaborado con una puesta en escena en la cual se unen elementos de video, música, baile y actuación.

El objetivo principal de la obra teatral es reconocer ciertos elementos psicopáticos de los torturadores sobre sus víctimas. Es el poder de algunos sobre otros. Seres que le han robado el derecho de libertad a muchos, sólo porque no congenian con su forma de pensar ideológica y políticamente. La puesta nos lleva a pensar sobre las consecuencias que trae consigo las desapariciones forzosas y sus posteriores torturas, no solamente sobre las víctimas que padecen de esas atrocidades, sino sobre sus familiares y allegados, en fin sobre toda la comunidad que las sufre.

El texto nos abre la posibilidad de reflexionar sobre los derechos fundamentales de los Seres Humanos: la vida y la libertad. Los personajes de la obra son presos de conciencia. La puesta en escena plantea que esta situación de abuso de poder se puede dar en cualquier parte del mundo y en cualquier momento histórico, es por ello, la utilización de tres historias: una real y dos ficticias ubicadas en tiempos diferentes.

El compromiso social de este montaje es de aplaudirse porque aparece justo cuando nos encontramos frente a una coyuntura en el teatro venezolano. Las puestas en escena actuales, en la mayoría de las salas teatrales caraqueñas, son trabajos escénicos de contenidos vacíos y poco virtuosismo entre los actores y actrices. El teatro es invadido por gente de la farándula permitiendo la desfiguración del teatro como herramienta, no sólo para la diversión, sino como medio de comunicación.

La obra “Desaparecidos” es una pieza comprometida con una realidad mundial. Es una perfecta comunión entre texto con contenido y una puesta en escena estética con una visión contemporánea con elementos propios de la nueva tecnología, como lo es el video.

Las funciones son hasta el 8 de mayo de 2011 los días viernes y sábados a las 8 pm y los domingos a las 6 pm en la sala Experimental, sótano 3 del Centro de Estudios Latinoamericanos “Rómulo Gallegos” Celarg en Altamira, Caracas.

viernes, 15 de abril de 2011

El nuevo inquilino

de Bruno Mateo.
IG: @brunomateoccs
Twitter: @bruno_mateo

Recuerdo el momento cuando vi por primera vez al inquilino del cuarto de arriba. Es lo único interesante que me ha pasado desde que vivo con mi tía hace quince años en esta vieja posada. Aún me parece ver al señor entrar a mi cuarto y decirme con su voz pastosa: Disculpe joven. Creí... Yo soy nuevo y no...La señora me dijo...Me equivoqué de habitación. Le pedí que saliera, no sin antes decirle que fuera más pertinente en futuras ocasiones. Si es que las llegara haber. Aunque reconozco que me causó gracia y me sentí un poco avergonzado por excederme en el tono de mis palabras. El nuevo inquilino abandonó cabizbajo el cuarto. Se cerraron las puertas. Mi curiosidad se abrió. Fue una sorpresa que alquilara la habitación de arriba. Sólo el vacío la ocupó desde que mi mamá... En el lugar sólo quedó una cama, una pequeña mesa a la izquierda de la ventana y la silla de ruedas.

La luz se coló a través de la ventana, trajo consigo un nuevo día. La brisa se abrió paso entre los objetos de mi habitación. Era un aire frío que bajó por entre los muros de las casonas. Calles que albergan casas coloniales llenas de fantasmas. Un conticinio en el tiempo parece animar a la ausencia. Un crujir del pasado. Historias de papel. Personas antañas. Olor a mastranto y café recién hecho. Los cascos de caballos como castañuelas sonando en el patio. El libro sobre la antigua Caracas se despertó sobre mi pecho. Pisadas repetidas en el amanecer. Corneteos que ahuyentan y perturban el espacio. Hombres y mujeres corriendo tras los autos. Persiguiendo una realidad que se diluye en los límites de la monotonía. La voz nasal de mi tía invadió la oquedad del instante. Me reclamaba para el desayuno. Nunca perdió las costumbres del pueblo. ¡Levantarse con las gallinas! Ese era su refrán. No tuve alternativa. Rodé con mi silla al centro del patio. Como todos los días, levanté la mirada para ver las figuras formadas en las nubes. Creaba escenas con las neblinas de mi soledad. Las nubes grandes se convertían en pequeñas. Todas volaban en un valse insonoro. Gatos que se mueven en la horizontalidad celeste. Frente a mis ojos se comenzó a redondear otro sol. Nunca antes había sucedido. El calor de los soles me abrasaba. Gotas que destilan las hendiduras del tiempo. Un espejo me cubrió en toda su extensión. Una película brillante y húmeda que acaso no es mi alma sin piel como una inmensa sanguijuela que vampiriza lo único que creía mío. El inquilino de arriba justo detrás de mi silla compañera dijo: "Al lado del sol y velado por sus luces se oculta su imagen." No podía creer lo ocurrido. La antipática voz de mi tía hizo que todo se tambaleara. De un sopetón entré al cuarto. Refugio y cárcel. Me levanté furioso. Una carrera de pensamientos comenzó a surgir y nada más. Un sacudimiento recorrió mi cuerpo. Se oían las respiraciones forzadas de las bestias. Fuertes golpes. Gritos. Quejidos. La puerta de la habitación se abrió. Mi tía parada en el umbral. Sombra inamovible en el espacio. Entró sin decir palabras. Dejó el desayuno sobre la cama. Unos huevos que me miraban suplicantes. Unas lonjas de jamón que alguna vez caminaron libres. La siempre arepa, como testigo silente de nuestra americanidad. Su mirada penetró la oscuridad de la habitación. La silla de ruedas se atemorizó. Por fin descubrí lo que significó la inquisición en la historia del hombre.

Esa mañana amanecí con mucha inquietud. Estaba convencido de que lo conocía. Decidí entrar al cuarto de arriba. Desde el pie de la escalera las decisiones se hacen menos rígidas. Debía subir. Empecé a sentir la invalidez de mis piernas. Tenía que hallar la manera. El inquilino me sorprendió en la espera. Con fuerza me levantó en peso e inició el ascenso. Sentí que era muy vulnerable montado en sus brazos. El temor a lo desconocido. Mi rostro desnudo de hipocresía. A nadie le agrada un espía. La ventana del cuarto se acercó. El vacío me aguarda. No puedo evitar el destino. El nuevo señor se vengaría. Ya no sentí nada más. Sólo el colchón duro de su cama. Bajé las escaleras de un solo tirón. Cuando hube de abrir mis ojos todavía permanecía entre mis sábanas, lo único que sentí fue el olor al café mañanero y la sensación de estar a salvo de las sombras. Y una voz cantarina que terminó de romper las lagañas de mis aún adormilados ojos. La luz entró y comenzó a llenar mi cuarto de objetos y formas. Acostado en mi cama, viendo en dirección perpendicular a través de la ventana la habitación de arriba. Una mujer que se acerca a las barandas. Sus manos tapan su rostro. El llanto vuela por encima del limonero. El desayuno caliente en la mesa. La cabeza de la mujer se bambolea como si pronto se zafará del cuerpo. El grito en el vacío taladra el espacio. La masa inerte de la mujer vestida de gasas neblinosas que parecen palomas en pleno vuelo. El viento que lucha por elevar a la mujer que cae. El cabello arremolinado cubre su rostro. Arriba en el filo del balcón dos seres impávidos: un hombre y una mujer que sólo ven la velocidad de la caída. Nunca olvidaré sus sonrisas. El golpe seco que anunció la implosión de los fluidos. Una vida que se detuvo en la quietud de mi memoria acaso mi madre sólo lloró unas cuantas lágrimas de sangre. La luz fue la culpable. Ahora el silencio es más atormentador. El silencio que nunca se deja de escuchar. Alguien que perturba mi quietud y abre la puerta sin ninguna discreción. Un hombre parado debajo del marco de la puerta. Su rostro me era conocido. Su estatura sobrepasaba los límites de la realidad. Tal vez, nos encontrábamos atrapados en un espacio límbico. Siempre recordaré el momento cuando vi por primera vez al inquilino del cuarto de arriba.

jueves, 14 de abril de 2011

Las voces

de Alexis Alvarado S. (Bruno)

Al sentir el aire caliente que entraba por la ventana, no resistí. Despegué las sábanas de mi cuerpo. En el colchón quedó la cuenca húmeda. Por un momento tuve la esperanza de que se hubieran ido. Pero no, aún permanecían en el límite de mi cuarto. La taza de café, la pequeña arepa rellena con queso blanco y el vaso de agua se habían convertido en parte de la decoración. Encima de la mesa. Siempre lo mismo. Sin variación, comencé a despedazar la comida, mi única mano, la derecha, me servía como palanca mecánica para llevar los bocados, no hay hambre, sólo inercia. Hoy era uno de esos días que desee convertirme en parte del mobiliario. Estaba asqueado de todo. Ni las revistas pornográficas que hojee en la noche hicieron efecto. ¿Será que las mujeres ya no me atraían? Miré el almanaque erótico colgado en la pared y me fijé en las tremendas tetas de las puticas. ¡No!. ¡Marico no soy! Creo que estoy pasando por un receso sexual; total que entre mis pensamientos sádicos y morbosos, me comí todo el desayuno.

Ahí están, de nuevo, los gritos de la mujer de enfrente. ¿Será una histérica? Pero, si su marido le pega tanto y ella le reclama su adulterio, ¿por qué no lo deja? Nunca comprenderé ese lado patológico y que raya en lo cursi de las hembras. Las voces a medio entender y los alaridos de mi vecina celópata taladran mis pensamientos. Siento curiosidad por lo que harán ahora. No logro escuchar nada en concreto. Otra vez, el dolor. No se escuchan. Sólo los murmullos. Sé que están hablando de mí. Planifican. Maquinan. Las voces. Los gritos. La mujer. Los de afuera. ¡Cállate! Termina de matarla, pensé. Esa loca me atormenta. Me duele por entre los órganos. Como las veces anteriores, sé que pasará. Siempre sucede cuando escucho que hablan sigilosamente. Es una angustia no conocer de dónde proviene el dolor y peor aún no saber lo que hará. El aire me abandona. Debo calmarme. Respiro profundo. Los nervios me atacan. La mujer chilla, tal vez, su último aliento. No debí comer esa porquería que me trajeron. Soy un hombre atrapado en la isla de las harpías. Está cerca, muy cerca. Algo se desprende de mi cuerpo. Es un golpe seco. Puedo sentir los latidos de mi sistema circulatorio. No quiero perder otra parte. Mi pie. Me duele mucho el pie. La conversación en la sala traspasa la puerta de mi habitación. La frente exuda grandes cantidades de sudor. Quiero salir de aquí, pero ¿cómo hacerlo? Yo estoy encerrado en este cuartucho, y con el deseo de arrancarme la piel y sin poder hacer algo que me libere. ¿Qué habrá pasado con la mujer de enfrente? ¡Qué carajo! Cada quien vive su tragedia y la mía es este dolor. Las voces odiosas de esas personas que no logró ver, vuelan como moscas, se meten por todas las rendijas de mi mente y hacen insoportable mi tormento. ¡Ay! No tolero más el dolor. Mi mano útil se mueve sin permiso. Los dedos se escurren sobre los objetos, buscan la salida o, quizás, pretenden asir las voces metálicas de mis captores. Día tras día es lo mismo. Sé que ellos conspiran para torturarme. Una vez los descubrí, recuerdo que estaba en la sala, y de pronto, unas voces desconocidas empezaron a surgir por todo el espacio, nunca más me abandonaron. Eran muy extrañas, en algunas ocasiones dialogaban, a veces reían, se burlaban de mí, después apareció el dolor y por último el desprendimiento de mi mano izquierda. Es igual. Ahora le toca a mi pie. Seguro se desprenderá y dejará un nuevo vacío. Necesito acallar las voces y para ello debo salir de este cuarto. Debo destruir a mis carceleros. ¿Cómo abro la maldita puerta? Si comienzo a dar gritos, seguro me golpearán. Tengo que hacer algo desesperado. Este encierro es asfixiante. Hay tantas cosas por ver, el ruido de la ciudad, los niños que desbordan alegría e inocencia, la luz del día ya no baña mi piel ¡No! ¡Abriré la puerta! Todo este dolor comenzó como un simple juego, y ahora pretende destruir mi presencia. Cada mañana buscaba saber más y esas voces me reportaban y modelaban mi realidad, hasta que llegó un momento en que no sabía de mí. Existía sólo para escucharlas. Dejé de sentirme humano y me convertí en un monstruo de la información. Vivo sin conocer que es la realidad. Ellas filtran lo que consideran importante. Así pasé horas, desperdicié mi tiempo y lo más chocante era cuando salía y no encontraba lo que me decían. Son mentiras exageradas. Distorsiones de la verdad. Fantasmas que golpean y arrancan pedazos de mi cuerpo. Hoy, soy un hombre sin mano, sin pie y sin libertad. Sé que si no apago esos espectros, las voces vencerán.

miércoles, 13 de abril de 2011

Entrevista a Elio Palencia .public-ARTE: "Teatro infantil" Abril 2011

Entrevista

Elio Palencia: Autor venezolano, nacido en Maracay, Venezuela, en 1963, define su vocación por el arte dramático tras participar en el teatro universitario, del que pasa a la escena profesional. Como actor, ha trabajado en elencos de compañías como Rajatabla y La Compañía Nacional. Posteriormente, inicia su andadura como dramaturgo, a partir de los Talleres del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos –CELARG- y como director de escena en el Centro de Directores de la Fundación Rajatabla. Su carrera en el TEATRO ha ido paralela a su trabajo para la TELEVISIÓN donde ha formado parte de equipos de programas de ficción, como guionista, argumentista y coordinador de proyectos.

Como autor de teatro ha escrito más de veinte textos para adultos y niños, así como adaptaciones y versiones de algunas novelas. Ha recibido premios entre los que destacan el “Marqués de Bradomín” para Jóvenes Autores de España -1993- y, en Venezuela, “Esther Bustamante”, 1988; “Juana Sujo”, 1989 y 1990; Puesta en Escena “Carlos Giménez”, Mejor Propuesta escénica en el “II Festival de Directores para el Nuevo Teatro”, 1989, “Orden José Felix Ribas, en 2ª clase”, Premio “Marco Antonio Ettedgui” de la Fundación Rajatabla en su primera edición, 1990, Premio CELCIT, Mejor Autor 2004 y por dos años consecutivos (2007 y 2008) el Premio Municipal de Teatro “José Ignacio Cabrujas” como autor más destacado del año.

En España, donde residió entre 1991 y 2004, ha colaborado con salas del Teatro Alternativo como Cuarta Pared, El Canto de la Cabra y Teatro de Las Aguas, ha sido Coordinador de publicaciones y eventos especiales con el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT-Madrid), colaborando en el FIT de Cádiz, Badajoz, el FIT de Títeres de Bilbao, La Casa de América y la revista Primer Acto

Entre sus trabajos para televisión cuentan colaboraciones con las productoras hispanas Globo Media , Fernando Colomo PC y BocaBoca TV para series de ficción transmitidas en Televisión Española y Tele5 (“Al salir de clase”, “Famosos y Familia” “El Grupo”) . Su guión “Cheila, una casa pa’ Maíta”, bajo la dirección de Eduardo Barberena, basada en su premiada pieza “La Quinta Dayana”, obteniendo seis galardones en el Festival de cine nacional en Mérida, entre ellos “Mejor Guión”, “Mejor Película” y “Premio del Público”.

Como acuarelista ha realizado exposiciones individuales en Madrid (España) y Kumamoto (Japón).
He aquí una entrevista que le hice al dramaturgo venezolano Elio Palencia:

1)BRUNO MATEO: Dentro de tu dramaturgia, encuentro cuatro (4) textos para niños y niñas y dos (2) para jóvenes, incluyendo tu última pieza del 2009 "Promoción "Honor a mis padres", mi pregunta es básica: ¿Por qué escribes para esta púbico?

ELIO PALENCIA: La verdad es que las dos piezas que mencionas como “para jóvenes” no fueron escritas pensando en un público de edad determinada, sino en problemáticas que, en general, podrían interesar a cualquier adulto. Para mí, un joven es un adulto. Con menos experiencia generalmente, pero adulto. Sé que hay compañeros que han escrito –y muy acertadamente- pensando en adolescentes. Pero no es mi caso. Yo intento abordar conflictos que nos podrían interesar a tod@s. Romeo y Julieta o Despertar de Primavera o El Tiempo y los Conway, por citar algunos textos, tratan conflictos juveniles y sin embargo logran el interés de quienes no los tenemos presentes ya. De modo que la única distinción que he hecho es la de piezas para adultos y para niñ@s. En el caso de estas últimas, obedecen a diversas necesidades expresivas. Entre otras, en temáticas y estéticas para un espectador que, siendo tan mayoritario en nuestro país (y en Latinoamérica), salvo honrosas excepciones, suele estar a merced de los tópicos, la inescrupulosidad, el mercantilismo y hasta la necedad deformante. Es muy difícil arriesgarse a escribir con rigor y respeto para un receptor tan sensible como el niño. Merece mucha más atención y cuidado, pues todo dice y significa, además de contar con las rémoras generadas por los mass media. Es un reto que exige tal humildad y generosidad, que me seduce.

2)BM: Tus temas en las piezas para adolescentes van desde la anorexia en el caso de " Anorexia, rapsodia naútica"(1997) hasta la el alcoholismo, delincuencia entre otros, los cuales fueron tocados en tu última pieza del 2009, ¿para quién escribes esas temáticas? ¿para los padres o los propios jóvenes? ¿cuál es tu interés en mostrar estos tópicos?

EP:Creo que, en parte, la respondí antes: las he escrito para el público adulto en general ¡Incluso, creo que hasta podrían ser presenciadas por niñ@s “bajo la supervisión de” unos padres progresistas o con ciertas herramientas pedagógicas! (RISAS). En el caso de “Anorexia…” fue desarrollada a partir de jóvenes estudiantes de teatro y la inspiración fue una enfermedad sicosocial que expresa rebeldía en muchas muchachas de clase media o media acomodada; y en “Promoción…”, mi intención fue continuar indagando en mapas mentales y conductuales de nuestra venezolanidad, sólo que a partir de unos bachilleres de pueblo. ¿Acaso enfermedades sicosociales, machismo, embarazo precoz, homofobia, relaciones materno o paterno-filiales, competitividad o frustraciones, en unos personajes “con la vida por delante”, no son susceptibles de interesar a un espectador adulto curioso por dialogar con la sociedad en la que vive?

3)BM: Ahora hablemos del teatro infantil, entendiendo teatro infantil como aquél que es hecho para los niños y niñas sin importar si lo hacen adultos o chicos pequeños, ¿piensas que se hace necesario escribir específicamente textos para ellos?

EP: En cierta medida, al margen de que muchos trabajos –en principio, destinados a adultos- puedan ser disfrutados y perfectamente comprendidos por niñ@s, considero que sí. Se trata de un espectador cuya percepción se está desarrollando, afinando, constituyendo (¡Por eso es tan peligroso el mal teatro destinado a los niños: puede correrlos de las salas para siempre! RISAS) y hay muchos caminos –tanto temáticos como formales- a desarrollar en esta dirección para el estímulo de la sensibilidad, el pensamiento, el goce estético, las conciencia del otro, la creatividad y la dialéctica. Por supuesto, si se toma con la seriedad y el rigor necesarios, no como un “Matatigre”. Por ejemplo, crear para niños menores de tres años ha de tener sus especificidades y –sin objetivos expresamente didácticos- constituirse en retos que pueden generar verdaderas obras de arte. De hecho, tengo noticias de que en Argentina hace poco hubo un proyecto muy interesante en este sentido, con una propuesta plástica y una dramaturgia a partir de que los miembros de la compañía investigaran sobre la percepción en los primeros años ¡El montaje tenía referencias tales como la obra de Marcel Duchamp, ¿qué tal?!.

4)BM: La primera vez que vi una pieza infantil tuya fue por los años noventa del siglo 20, y fue " Sintonía o... ¿hay un extraño en mi casa?" y su contenido me pareció muy inteligente porque hasta ese momento no había visto una pieza sobre la alienación de la televisión en las mentes infantiles, mi pregunta es: ¿Piensas que los niños entienden estos temas?

EP: Primero, gracias por tu apreciación. Luego, aclararte que no me pertenece el crédito de la originalidad al tratar el tema para niñ@s (RISAS)… En cuanto a si creo que los niñ@s entienden estos contenidos ¡Si la pieza está bien montada, por supuesto! Obviamente, no me puedo afirmarlo con los pre-escolares –como comenté arriba, ese es un público muy específico- pero un escolar, desde luego. Creo que a veces tendemos a subestimar a l@s niñ@s hasta el punto incluso de creer que no están dotados de una sexualidad o de una percepción de la realidad social, de la violencia o las guerras que informan los noticieros, como si vivieran en burbujas, cuando sabemos perfectamente que, no pocas veces, pasan más horas entre ellos o frente a la tele o a internet que conversando con sus padres. ¿Acaso no se tragan películas “aptas para todo público” y “comiquitas” que, bajo la “licencia” de la animación, contienen escenas que si las pusiéramos en escena con actores nos saltarían los sectores más beligerantes? Y no voy a incurrir en el moralismo de que eso está bien o mal. Sólo que creo que pretender estar de espaldas a esa realidad sólo complica las cosas y nos separa de una parte importantísima de la sociedad. Pienso que el asunto pasa por sincerar la visión que tenemos del niño y del adolescente, y crear para él, con respeto a su inteligencia y a su sensibilidad. ¿Por qué un niño sólo comprenda parcialmente un Shakespeare, un Moliére o un Goldoni o una obra del Siglo de Oro, quiere decir que un montaje de estos no puede estimularle la inteligencia positivamente y causarle goce estético, hacerlo mejor ser humano?

5)BM: Una vez durante un coloquio sobre teatro infantil, cuidado sino el único, que hizo Centro Molinos en Caracas hacia finales de la década de los años noventa del siglo 20, escuché a un director y dramaturgo especializado en teatro para niños (as) que sus piezas no buscan "enseñar nada porque para eso está la escuela", me gustaría que hicieras una pequeña reflexión sobre esta frase, por supuesto, con todo el respeto que merece la opinión del dramaturgo que la hizo.

EP: Aún sin saber quién fue el compañero que afirmó eso, me arriesgo a decir que quizás se refería –de una manera tal vez muy categórica, ciertamente- a la necesidad de confrontar la visión de ciertas personas (entre ellos burócratas de la cultura o docentes o religiosos con una visión decimonónica del teatro para cham@s) que consideran que el arte por ser para niños debe ser expresamente didáctico. Y en esta dirección -con matices- creo que tiene razón. El arte es arte y su intención puede ser pedagógica o no. Otra cosa es que consideremos que la expresión artística tiene la capacidad de ensanchar conciencias, generar conocimiento y goce. En este sentido puede hacernos evolucionar; ergo: formarnos. Pero esto como una posibilidad ulterior y no sólo en niñ@s, sino en cualquier receptor/a. Hasta Bertold Brecht, papá del teatro épico, riguroso del didactismo y la dialéctica desde la escena, dice en su “Pequeño Organón” que la primera función de una obra teatral es entretener o divertir. Pretender que el teatro para niñ@s sólo sea didáctico me parece tan chato como creer que sólo debe ser mero entretenimiento escapista, o eludir la responsabilidad directa o indirecta sobre un espectador cuya personalidad está en formación. En mi opinión, lo deseable sería que la escena para el público infantil –con voluntad artística- esté permeada por la diversidad, el respeto, la libertad y el riesgo estético.

6) BM: Con toda tu experiencia como dramaturgo y hombre de teatro que eres ¿podrías decirme cómo percibes el teatro infantil hasta este momento cuando te hago esta pregunta?

EP: Confieso que, últimamente, he tenido pocas experiencias como espectador de teatro dirigido a niñ@s. Sé de algunos profesionales y compañías que se lo toman muy en serio, con rigor y respeto hacia este público, y producen con solventes niveles (Skena, Bagazos, Proyecto Azúl o Séptimo Piso). Sin embargo, salvando esas y otras excepciones, en general, creo que sigue persistiendo la idea de que “para niñ@s” es sinónimo de “teatro menor o de segunda” “trampolín para el teatro de adultos” y, en no pocos casos, muy penosamente, “resuelve o matatigre”. Hace algún tiempo leí un artículo del amigo Armando Carías –una de las personas que más ha trabajado y sabe de la escena para niñ@s en este país- en el que alertaba sobre el “Síndrome de Inmunodeficiencia Disneyana” que tenía enfermo de transculturización el teatro dirigido a la infancia. Nos hacía un llamado a los autores, hecho que me extrañó pues él conoce muy bien de nuestros procesos de producción. ¿Acaso ese llamado no debería ser más bien a los productores y directores o a las instituciones responsables de apoyar y difundir tanto al teatro de arte como a la dramaturgia nacional? ¡Nuestros textos están allí. En muchos casos, esperando a ser escogidos por compañías, apoyados por las instituciones y disfrutados por el público!

La inexistencia de una política clara para la profesionalización del teatro y al desconocimiento de promotores culturales -y hasta de los propios creadores, a veces- genera resultados espantosos e indignos de quienes deberían ser destinatarios de los procesos creativos más sesudos y las propuestas estéticas más arriesgadas: nuestros chamos. Ojo, no es una situación venezolana, únicamente. Hasta que, desde quienes administran los presupuestos de la cultura, no se vea el teatro de arte -y dentro de él el que va dirigido al público infantil- como una inversión social que requiere subvenciones, salas, programas serios de creación de espectadores y proyectos que generen investigación, producción, promoción y formación permanente, sin que sus hacedores tengan que pensar en cómo pagar la renta o hacer mercado a fin de mes, difícilmente tendremos un mejor teatro (de arte, y no mero entretenimiento) no sólo para niñ@s, sino para todos los ciudadanos.

7) BM: Gracias Elio por tomarte un tiempo libre y contestarme estas preguntas que serán de mucho beneficio para quien lea la entrevista, ¿te gustaría agregar algo?
EP: Gracias a ti. No, creo que ya me he pasado de palabras, a ver cómo te entiendes con tus editoras… ¡o con las tijeras! (RISAS)

miércoles, 6 de abril de 2011

Blanca y radiante

Blanca y radiante

Texto: Claudia Czerlowski


El diario íntimo de las aventuras y desventuras de una princesita con madrastra malvada, cazador arrepentido y siete enanitos que se aprovechan de su dudosa ingenuidad. Este relato, irónico y paródico, ganó el Primer Premio del Tercer Concurso Internacional de Cuentos para Niños de Imaginaria y EducaRed.



Martes 20 de mayo

Querido Diario:

¿Recuerdas que te conté anteayer que ese apuesto cazador del bigote oscuro y los brazos musculosos finalmente se atrevió a hablarme? ¡¿Y que me invitó a pasear con él, eso lo recuerdas?! Bueno, yo pensé que mi madrastra nunca lo consentiría, siendo él más rústico que la estopa y yo la distinguida hija de un rey, con la tez blanca como la nieve, los labios rojos como la sangre y el pelo negro como el ébano.
Pero ayer, cuando le pregunté si objetaría que faltase a mi clase de “Bordado de Refranes Etruscos” para pasear con este buen hombre, mi madrastra no dijo ni “chis”.
“Mh. Qué extraño”, pensé yo en aquel entonces. Pero estaba tan emocionada, que corrí a elegir mis mejores ropas y la dejé a solas con su espejo, secreteando como todas las mañanas si el jabalí se sazona mejor con arándanos o chimichurri.
Entonces, al terminar la clase de “Aseveraciones, Complacencias y Mohines Dignos de Princesas II”, partí rauda como una liebre a encontrarme con el lozano jinete.
Mi corazón galopaba a la par de nuestros corceles.
Marchamos a campo traviesa por un buen rato. Los rayos del sol rebotaban en los cabellos claros de su testa varonil. Unas primorosas gotas de intenso sudor perlaban su frente, bozo y tres cuartos de su chambergo, hundiéndose en la tela en caprichosos semicírculos bajo sus axilas. Exudaba, entre otras cosas, una imponente aura heroica.
Nos la estábamos pasando de lo más lindo. Yo le contaba sobre el lote de satín color lavanda que unos mercaderes orientales le obsequiaron a mi padre, el rey, para mi vestido de 15. Él, tímido, balbuceaba deliciosos sonidos guturales cuando, de repente, nos internamos en el bosque prohibido.
“Uy”, pensé yo en ese momento, “¿me habrá traído aquí para confesarme su amor irrefrenable, lejos de miradas curiosas, oídos indiscretos y civilización alguna?”.
Mi vientre gorjeaba de los nervios y un ligero atisbo de hambre (llevábamos cinco horas de cabalgata continua, sin detenernos siquiera para otear el paisaje).
Pero no podía estar más equivocada.
Tras adentrarse en el follaje, mi pretendiente se detuvo en seco.
Ofreciéndome su mano velluda, me invitó a descender del zaino. Y allí, en medio de la arboleda sombría, finalmente se confesó.
No me había invitado a pasear porque estaba enamorado de mí. De hecho, se había casado 43 años ha, tenía cinco hijos, catorce nietos, dos chihuahuas y una cotorrita australiana. Mientras decía todo esto, reconocí con pesar que lo que había tomado por frondosa melena clara no era más que unos ralos islotes de cabello cano, cubriendo un cráneo arrugado, ceniciento y salpicado de verrugas verdosas. Pero eso no era todo: mi madrastra le había pedido una semana atrás que me llevara a lo más espeso del bosque y me matara por ser más linda que ella.
Vaca vanidosa.
Pero el buen hombre no me quería matar. No señor. Con su escopeta cazó un cervatillo y, tras destriparlo, me contó su plan (mientras yo contenía las nauseas ante el macabro espectáculo): Ni bien llegara de regreso al castillo, le mostraría a la reina las vísceras del animal y le diría que ése era mi corazón. (Vale aclarar que el órgano de la pobre bestia triplicaba el mío en tamaño y olía como un demonio). Mi madrastra no notaría la diferencia en absoluto. Seguro que ahora mismo, mientras te escribo estas líneas, la muy presumida se está mirando al espejo preguntándole cómo disimular con afeites y potingues la pelusa que le crece en la barbilla.
Ah. Me olvidaba. Mi parte del plan consiste en ausentarme del reino por un tiempo razonable… 20, 25 años.
Ya hace un buen rato que el cazador partió. En lo que a mí respecta, estoy famélica, atemorizada y furiosa. Como suculento banquete, sólo cuento con un rompecabezas de maicena y dulce de leche que me dejó el cazador (¿a quién se le ocurre guardar un alfajorcito en el bolsillo trasero antes de una cabalgata?). Encima, debo pasar la noche en este tenebroso bosque lleno de alimañas peligrosas y monstruos inimaginables. Y para peor, mi madrastra mandó matarme por ser más linda que ella.
Puerca petulante.
Antes de partir, el cazador me recordó que ni se me ocurra asomar la nariz por el palacio, porque mi madrastra se enojará mucho con ambos: con él por no matarme, conmigo por seguir viva. Creo que el suyo es un consejo acertado.
Qué tragedia, querido diario. Menos mal que te llevo siempre en el morral, ¿qué sería de mí sin ti?

Viernes 23 de mayo

Querido Diario:

Te pido mil disculpas por dejarte en ascuas estos dos días, es que he estado tan ocupada y me han sucedido tantas cosas, que ni tiempo para escribirte tuve.
Después de vagar un día y su noche sin siquiera una brújula, alimentándome de raíces frescas y hongos, llegué a un claro donde se erguía una hermosa cabaña.
Al principio intuí que la misma había sido abandonada, sobre todo por el denso polvo que cubría sus ventanas, impidiendo ver su interior. Sin embargo, al entrar observé una extensa mesa ratona dispuesta para siete comensales en la sala, con graciosas sillitas a su alrededor. Llamé a voces a los inquilinos, pero nadie salió a mi encuentro.
Me adentré con cautela y noté que en el piso superior estaban tendidas en fila siete pequeñas camas, adornadas con almohadones y cobijas a cuadros.
Además, el baño tenía un curioso espejo rectangular, ancho como toda la pared, pero colgado a la altura de mis costillas. Y en un vaso de plástico, siete diminutos cepillos de dientes, uno por cada color del arco iris, se secaban verticales.
Le pregunté al espejo quién habitaba tan acogedora morada, pero éste no respondió.
Agotada de tanto trajinar, decidí echarme una siesta en la cama más cercana a la puerta, para oír a los dueños llegar. Pero se ve que tengo el sueño pesado, porque horas más tarde, al desperezarme, ya no estaba sola… ¡siete pares de ojos me rodeaban amenazadoramente! ¡Pero eso no era todo…! ¡Hacían juego con siete narices, catorce orejas y doscientos veinticuatro dientes!
Lamentablemente, ahora no puedo seguir escribiéndote porque tengo mucho que hacer. Pero, para tu tranquilidad, los dueños de la cabaña parecen amigables y son muy bien parecidos (entre ellos). Luego continúo con nuestras gratificantes conversaciones. Ahora tengo que ir a cocinar para mis bondadosos anfitriones.

D
Domingo 25 de mayo


Queridísimo Diario:

Soy feliz.
En mi vida sentí tanta dicha como en estos últimos días.
Por primera vez soy libre de decir lo que pienso, sentir como siento y hacer lo que quiero… apenas termino todos mis quehaceres.
Ya nunca más “sí, Señor Rey”, “cómo no, Señora Madrastra” o “desde luego, Señores Reyes de comarcas lejanas a quienes acabo de conocer”.
En menos de una semana me despojé de mis pesados atavíos de princesa distinguida. ¡Adiós privilegios! ¡Hasta la vista obligaciones! ¡Chaucito deberes reales!
Finalmente me deshice de los serviles adulones que trabajan para mi padre. Del séquito de nodrizas, cocineras, amas de llaves, tutores y demás lacayos que alivianaban mi existencia. Llegó la hora de saborear la vida como un ser humano común y silvestre… uno que vive rodeado de enanos parias, sin indicios de sociedad kilómetros a la redonda.
Te explico mejor: quienes habitan la cabaña son los Mineros Corazón de Carbón, un grupo de laboriosos hombrecitos poco privilegiados en lo que a estatura se refiere, pero con cabezas grandes como sandías maduras.
El viernes, tras levantarme de la cama con simpáticos golpecitos en rostro, manos y bajo vientre, me invitaron a explicarles el porqué de mi presencia en su acogedor hogar. Entre el humo de una sopa caliente y un sanguchito de vizcacha y queso, les conté mi trágica historia: sobre la triste enfermedad de mi joven madre siendo apenas yo un bebé… que mi padre el rey enviudó meses más tarde… que mi engreída madrastra me detesta por ser tan hermosa… y bla bla bla. (Con un público tan atento me pareció de mal gusto escatimar en detalles y adorné un poco el cuento, salpicando con plagas funestas y muerte de primigenios aquí y allá).
A la altura de mi relato en que fui maliciosamente engañada y llevada al bosque, con la intención de ser asesinada sólo por mi belleza, los tenía a los siete echando moco por narices y bocas. En ese entonces, entendí aquel gesto como un claro signo de emoción, aunque ninguno expresó palabra alguna de conmiseración o empatía. Seguro la timidez les ganó la lengua a los siete.
Así que, adelantándome a su tácita invitación, y para no pasar por descortés, accedí a quedarme en su humilde casita el tiempo que fuera necesario. Pero, eso sí, les aclaré mis intenciones vehementemente. “No se crean que por ser una princesa bella como una flor, suave como el algodón y delicada como un capullo, abusaré de vuestra gentileza y hospitalidad, mis adorables enanitos”, les dije de corazón. “¡Colaboraré en lo que haga falta para alcanzar una armoniosa convivencia, sí señores!”, aclaré entusiasta. “Sepan que soy muy ducha en bordados y manualidades con hilo de oro”, anticipé con un dejo de orgullo, presta a aportar una cuotita de mi excelso buen gusto a la casita de los menudos.
Así fue que los siete me dieron las espalditas y, tomándose por los hombros, se encerraron en un círculo compacto, deliberando detalles que, sospecho, me involucraban. Al darse vuelta, nuevamente, mocos por narices y bocas. ¡¡¡De veras que no sé cómo hago para conmoverlos tanto!!! Si no fuera que me sé una persona sensible, capaz de tocar el más flemático de los corazones, juraría que los muy bajitos lo hacen de puro cochinos.
Entonces, a los diez minutos me vi rodeada de trapos, lampazos, escobas, plumeros, cucharones y ollas que los pequeñines me arrojaron juguetones, desafiando mis reflejos. Por suerte atajé todo en el aire, pese a que juraría que uno de ellos se afanaba por hacer blanco en mi ojo izquierdo. ¿A que son divinos, no lo crees?
Y así he pasado estos dos últimos días: ganándome su respeto, confianza y cariño a base de trabajo duro y corazón blando. Yo los estimo sobremanera, son como tiernos cachorritos de seres humanos.

Lunes 26 de mayo

I ♥ MIS ENANOS
Queridísimo Diario:

Mi nueva vida de ama de casa me hace sentir dichosa, plena, casi enajenada.
Te confieso algo muy privado: hay seis de ellos que me gustan mucho. Lo malo es que, como cada tanto intercambian sombreros, no logro recordar cuál es el que no. Los serafines me repiten sus nombres cada 45 minutos cuando me refiero a ellos como “Enanito de Jardín Nº 4” (cuando le hablo al cuatro, o Nº 2, cuando le hablo al dos).
Lástima que no logro interpretar sus graciosos nombres, porque siempre los pronuncian con la boca llena… ¡Ay estos petisos, son tan lindos! Y cómo disfrutan mis agasajos… es admirable lo apetentes que son pese a sus tamaños. Buscaré la manera de diferenciarlos unos de otros. Quizás por el olor… mh… lo pensaré mejor.

Martes 27 de mayo

Querido Diario,

¡He aprendido tanto estos últimos días, que estoy francamente irreconocible!
¡¿Quién hubiera dicho que poseía dones naturales para las tareas del hogar?! ¡Descubrí que tengo talento para ser cocinera, lavandera, planchadora, barrendera, remendona, jardinera, masajista, barbera, pedicura, afiladora, mecánica y matarife nata! Definitivamente, una no es consciente de sus habilidades hasta que es sometida a prueba por el destino. Adoro mis múltiples facetas, me siento tanto más útil que antes…
Casi no extraño nada de mi antigua vida en el castillo (excepto por algunas menudencias de comodidad, aseo, buenos tratos y pequeños lujillos superfluos).
Mis siete gnomos me hacen sentir tan valiosa y productiva… ¡casi indispensable!
Ay, si los vieras, son tan bonitos… Se disputan mi compañía, mi cariño, mi ración de postre, mis calcetas… Unos me toman de la mano y me llevan hasta la cocina, reclamando otro lechoncito adobado, (tal parece, es mi especialidad). Otros me jalan hasta el dormitorio y me indican que vuelva a tender la cama luego de la siesta, pues aparentemente nadie ajusta las sábanas como yo. Dos más me empujan ansiosamente hasta el baño insistiendo, con esponjas y cepillos, que les enjabone la espalda con mi característica ternura.
Me hacen sentir tan querida… los amo, querido Diario.
Todavía no logré memorizar sus nombres, así que insisto con “Mis enanitos de jardín”.
Creo que a ellos no les simpatiza, no sé por qué.

Martes 27 de mayo, más tarde

Hola de nuevo, Diario.

Sigo sin lograr individualizarlos. Intenté con “Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si” y no funcionó. Sólo uno de ellos se dio vuelta y sospecho que su nombre suena parecido a Lassie, porque giró al final de mi llamado. Sin embargo su mirada denotaba que lo pronuncié mal, porque me agitó su diminuto puño al aire, sosteniendo un zapallito en él. Hasta que no domine sus nombres, continuaré con “Enanitos de Jardín Nº…”, que es un mote tan tierno.
Me voy a dormir a mi catre apenas termine de enjuagar medias, gorros, chalecos y calzones. Luego siguen platos, calderos y sartenes. Se me ha juntado una pila de trastos considerable. Estoy agotada, pero contenta.

Jueves 29 de mayo

Lunes, Martes, Miércoles, Jueves, Viernes, Sábado y Domingo tampoco funcionó.
Siempre confundo Jueves con Sábado.
Ahora todos agitan zapallitos y cebollas cuando los llamo…
¿Querrán que cocine una sopa de verdura, además de las siete tartas de acelga, las quince tiras de asado, las veintidós mazorcas con manteca, las cuatro docenas de empanadas de jamón y queso y los siete flancitos mixtos? Mañana mismo me pongo en campaña.

Domingo 1º de Junio

7 desodorantes
7 postres de chocolate con cereales
7 kilos de queso fresco
7 kilos de mandarinas
7 sachets de leche entera con calcio fortificado ideal para el crecimiento
7 paquetes de salchichas
7 paquetes de pan de pancho
7 pollos
7 paquetes de polenta
1 yogur descremado
(PD: Perdón Querido Diario que te use para tan fútil menester, no hay papel alrededor… entre otras carencias.)

Martes 3 de Junio

Querido Diario,

No estoy segura de estar realmente enamorada de los enanos.
El amor es un sentimiento tan extraño…

Domingo 8 de Junio

Querido Diario,

Quien haya dicho que la felicidad es dulce y corta, se equivocó. De corta no tiene nada, lo sé por experiencia. Vivo rodeada de siete cortos infelices.
No contentos con tenerme de esclava en la cocina, haciendo los mandados, limpiando su casa, almidonando sus uniformes, tendiendo sus camas, planchando sus gorritos (“¡con la punta derecha, no ladeada, princesa consentida!”) ¡¡¡ahora quieren que además les corte las uñas de los pies!!! Eso ya es abuso.
La otra vez me preguntaron por qué tardé tanto haciendo las compras en el mercado del pueblo y ahora me controlan hasta el tiempo que me tomo en cada tarea. Creo incluso que, al irse a trabajar, cierran la puerta desde afuera con llave para que no me escape.
La otra vez, decidí acomodar la vajilla en la alacena alta, por el sólo disfrute de verlos saltar para agarrar un vaso. No funcionó. Ahora beben gaseosa directo de la botella y me hacen tender la mesa a mí sola, sin siquiera ayudar con las servilletas.
¡Quiero a mi mamá! ¡Quiero a mi papá! ¡Hasta quiero a mi madrastra!

Martes 10 de Junio

Querido Diario:

Estoy reconsiderando mis opciones:
Podría huir cuando los siete estén dormidos, quitarme un par de dientes, rasurar mi cabeza y volver a casa como quien no quiere la cosa. Seguro mi madrastra no se opondrá a recibirme en ese estado. O podría mudarme a otro feudo y comenzar una nueva vida. Con tanta experiencia adquirida en esta “plácida” estadía, apuesto a que podré costearme un cuarto en una pensión, trabajando de sirvienta. O quizás alistarme en la Legión Extranjera… si es por una causa noble, los enanos no podrán reprocharme nada.
Oh. Alguien golpea a la puerta. Le diré que se asome a la ventana, porque la puerta… ya sabes. Regreso en seguida.
He vuelto. Era tan sólo una anciana pordiosera vendiendo frutas. La viejecita me contó una historia tristísima sobre plagas funestas y la muerte de su primigenio, para que la compadezca y le compre una manzana. Pobre. Me apiadé de ella. Encima de indigente y fea, tenía una pelusa creciendo bajo la barbilla bastante familiar. Accedí a su oferta sin inmutarme en lo más mínimo. La verdad es que las manzanas se ven deliciosas.
Le compré siete.

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